La tarde en que nos visitó la Deutsches Symphonie-Orchester Berlin comenzó para mí como una especie de pesadilla. Llegué el Auditorio con el peor de los ánimos, fui incapaz de disfrutar del Preludio de los Maestros Cantores de Nürenberg, de Wagner, que sentí ruidosa, pomposa y excesiva. Y la Sinfonía nº 2 para piano y orquesta. Age of Anxiety, de Bernstein, a excepción hecha de unos compases jazzísticos, me resultó insufrible, pretenciosa y banal. Se trata de una obra inspirada en un largo poema dramático de W.H. Auden, un escritor que me encanta, y que no reconocí por ninguna parte. Así comenzó el concierto, con mi esperanza puesta en la segunda parte, la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak.
Cuando arrancó, comencé a respirar. La orquesta, dirigida por James Conlon, la bordaba. Poco a poco me fui relajando, ganando porosidad y entregándome, cuando sufrí un ataque de tos incontrolada que por poco no me ahoga. Con la cabeza hundida en el pañuelo, me faltaba el aire, y el bochorno que sentía por las molestias que ocasionaba aumentaba mi nerviosismo y empeoraba la situación. No duró mucho, a dios gracias, y al final pude sobreponerme, logré relajarme y disfrutar del resto de la sinfonía. Me resarcí.
Aquí la tenéis, interpretada por la Filarmónica de Viena, dirigida por Von Karajan.
Te comprendo perfectamente, me pasó lo mismo en la representación de L'Orfeo de Monteverdi en el Real(encima es mi ópera fetiche). Desde ese día a los espectáculos que asisto voy cargada con un arsenal: pañuelos, botellita de agua, pastillas para la garganta...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me faltó el botellín de agua. Fue un horror. Un beso muy fuerte, amiga mía
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