Porque el tema va de dos actores que ya no pueden trabajar, él por su insuperable problema de tartamudez (lo borda Santi Marín, contagia su angustia a los espectadores), ella por una profunda depresión que la imposibilita vivir. Dos personajes al borde del abismo. Un drama que te conmueve profundamente y te deja agotado. Un trabajo de gran intensidad que exige un plus de generosidad, sensibilidad y entrega a los actores.
"Dos actores solos a los que trabajar ya les es imposible. Animarse a cruzar esa delicada línea que divide la realidad de las fantasías, de los miedos... Quizás para conocerlos, mirarlos a la cara y perderles el respeto. De eso trata esta obra. Un breve ejercicio que permita ahuyentar fantasmas e iluminar esos pequeños recovecos donde hay oscuridad", declara el director de la función, Lautaro Perotti, responsable también de esta versión de No puedo imaginar el mañana y Función para dos personajes, de Tennessee Williams. Si tenéis ocasión, no os la perdáis. Puro teatro.
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