"¿Puedo puedes podemos calcular el tamaño del pasmo, el grosor
del desconsuelo del primero que se derrame de la vida
sabiendo que al que se queda Aquí, al sentenciado,
le espera la orfandad desenfrenada, la inundación
de un mar de soledad prelógica?
¡Quien deja al otro aquí? ¡Con qué energía
sobrevivir? ¡Con qué egoísmo ir el primero
al delito del abandono? ¡Ay dama mía,
novia formal, calcio celeste, yodo
para todas mis infecciones, dieta exquisita
de medio siglo de mi vida hambrienta
... cuánta pobreza de puro pobre terminal
nos acecha en el día donde nace la Noche!
(...)
... Pero, amor nuestro, cuando llegue el día
recuerda que en tus lágrimas mamá te está pariendo,
y recuerda en tus lágrimas que nueve meses antes
mamá y papá lanzaron su placer al cuenco de tu nombre:
llora, pues, con orgullo, no raciones
el alborozo genealógico, esa bandera en donde
se mece el esplendor de la perduración.
Llora con fasto, hija: no raciones tampoco
la santidad de tu dolor: porque en ese dolor
estaremos resucitando para todo tu tiempo".
Estos versos dedicó Félix Grande a Paca Aguirre, su mujer, y a Guadalupe, su hija, en su último poemario, Libro de familia, un libro hermosísimo del que os hablé en más de una ocasión. Habla de su muerte, del dolor de la separación. Vuelvo a sus versos, sin descanso. La viñeta, de Forges, se publicó el 31 de enero en el diario El País.
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