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jueves, 26 de febrero de 2015

"El niño", de Daniel Monzón

La hora y media que dura El niño se me fue en un suspiro. Desde la primera secuencia hasta la última me dejó colgada de la trama, hipnotizada por la historia y por el buen hacer de sus protagonistas. A diferencia de los thrillers norteamericanos, que siempre percibimos como algo ajeno, El niño nos resulta creíble y cercano, su peripecia, propia, sus personajes conocidos, perfectamente identificables. Descubrir ahora la calidad del cine español resulta ridículo, cuando ha dado títulos inolvidables, comparables al mejor cine europeo o americano. No sé si será casualidad el hecho de que dos de las mejores películas realizadas el pasado año sean thillers, pero creo que del mismo modo podían haber sido films de misterio, costumbristas o de terror. Contamos con directores y actores excepcionales, sea cual sea el género que aborden. Y Daniel Monzon hace en El niño un trabajo fantástico. La escena de la persecución en el mar no desmerece de ninguna película de acción norteamericana. Perfecta dirección, excelente montaje.









Luis Tosar, ese actor excepcional, está perfecto, como siempre; Eduard Fernández es un prodigio de verosimilitud; qué decir de Sergi López, y Bárbara Lenie me tiene enamorada desde siempre. La sigo en todas y cada una de las obras de teatro que estrena en Madrid. Y el guapísimo Jesús Castro está en su papel.










No os la perdáis. Os dejo el trailer:

2 comentarios:

  1. Federico a niña Hamete (primavera en Al-Ándalus)27 de febrero de 2015, 12:12

    De la Bahía vengo, niña, de la Bahía, de Sanlúcar, Chipiona, Rota..., y de mi Cái. Y en la playa de Rota me dio un respingo viendo los barcos grises adormecíos, esperando que unos viejos de galonería les envíen a mares de morería a soltar sus pepinos de artillería. Qué pena me dio, niña Hamete, ver la Bahía. 
    En la punta contraria, aplanaíta y blanca lucía mi Cái, y nubarrones negros le hacían doseles a los pueblos blancos de la Bahía: La Isla, Puerto Real...
    Y en una bodeguita de Chipiona bebimos fino, amontillado, las damas cream. Y el quillo saleroso que los servía canturreaba por lo bajini una bulería. Unas olivas aliñás y unos choquitos, a la caída del sol hicieron el justo contrapunto a tanta delicia.
    Y no te cuento, niña Hamete, que me nevó en Grazalema, ni que me llovió en Ubrique er diluvio universá. Pero na: agua par campo que luce como un jardín andalusí.
    Por cierto: los ojos de la peletera de Ubrique eran los de las modelos de Julio Romero. Esos ojos no se ven por estas latitudes....
    Pero vamo a dehal-lo, niña Hamete, quer viahe sacabao pero ya tramo la recaída pal otoño, tras el verano.
    Con Dio, niña Hamete.

    PS.- Barrunto la primavera y ya anhelo embriagarme de Sur. La primavera pasada, tras una visita a la Bética (hubo secuela en el Otoño), esto escribía, Sol, a niña Hamete.
    Un beso, prenda.

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    1. Qué placer leerte, querido. Enorme placer. Infinitas gracias

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