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domingo, 30 de septiembre de 2012

Imogen Cunningham en la Fundación Mapfre

Más de doscientas fotografías componen la exposición que la Fundación Mapfre dedica a Imogen Cunninghan en su centro de Azca, una cantidad de imágenes abrumadora que precisaría más de una visita. Durante sus casi cien años de vida esta fotógrafa americana experimentó con las nuevas técnicas que el siglo puso a su alcance y se interesó por todo tipo de temáticas, ampliamente representadas en la exposición.



Imogen Cunningham es una pionera, una institución en el campo de la fotografía, y esta muestra una ocasión irrepetible de acercarse a su trabajo. Impresiona la vitalidad que conservó toda su vida, su curiosidad por abordar temáticas novedosas. A los setenta y tres años, cámara en mano, recorría las calles de Nueva York fotografiando la ciudad, observándola con nueva mirada a través de su cámara. "Fotografías robadas", en sus propios términos.  




Me impresionaron especialmente sus primeros trabajos y sus retratos. Abro con El bosque más allá del mundo, una fotografía que me recordó el trabajo de los prerrafaelitas, con esa carga romántica tan seductora. Está realizada en 1912. Abajo a la izquierda una imagen firmada en 1910, Claire y semillas flotantes, y a su derecha un retrato lleno de magnetismo, el de Edward y Margarethe, de 1923.















Fue amiga de artistas e intelectuales de su época. Os muestro arriba, a la izquierda, su retrato de Gertrude Stein, realizado en San Francisco en 1935, un año después de que fotografiara a la pintora Marian Simpson, a su derecha. Sobre estas líneas, Stan, de 1959. Siempre le interesó la representación del cuerpo humano. A la derecha uno de sus trabajos más conocidos, Desnudo, realizado en 1939. Y cierro con una de sus primeras fotografías, su Autorretrato tumbada en la hierba del campus de la universidad donde estudiaba, recién adquirida, por correspondencia, su primera cámara.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Bajo el hechizo de Brahms y la Filarmónica de Viena

Cómo me gustaría saber transmitiros la maravilla de concierto que he escuchado esta tarde (ayer para vosotros) en el Auditorio de Madrid. Se estrenó la temporada de Ibermúsica nada menos que con la Filarmónica de Viena dirigida por Daniele Gatti, actual director titular de la Orquesta Nacional de Francia, en mi opinión uno de los grandes directores de orquesta en la actualidad. Verle dirigir es un privilegio. Y al frente de esta orquesta extraordinaria es fácil que suceda el prodigio. Para mi total felicidad, han interpretado la 2ª y la 4ª sinfonías de Brahms.

No sé qué puedo deciros, a parte de que corráis a haceros con ambas, mejor con las cuatro que compuso el músico alemán, os coloquéis los cascos y os aseguro unas horas de total felicidad. Las cuatro son igualmente extraordinarias, aunque reconozco que el cuarto movimiento de la 4ª me transporta a otro mundo, me conmociona siempre, me conmueve profundísimamente. Eso es belleza en estado puro. Es asombroso, incalificable.

Así que he vuelto a casa sobrevolando la realidad, y os escribo aún bajo su hechizo. Ni siquiera las consabidas toses y la ancestral mala educación de quienes abandonan la sala mientras los músicos aún reciben los aplausos (mucho matrimonio peripuesto del patio de butacas, mucho dinero y nula urbanidad), han logrado enturbiar mi felicidad. 

Os dejo con el cuarto movimiento de la Sinfonía n. 4. No es la Filarmónica de Viena, ni Gatti su director, pero es lo que he podido encontrar. Espero que lo disfrutéis.



viernes, 28 de septiembre de 2012

"Medusa", de Ricardo Menéndez Salmón



"Un día el contable abandona la aldea. Cierta mañana en nada distinta a las otras, con el habitual frío y la habitual escasez de alimentos, Müller toma el camino a la ciudad para no regresar. Nunca más sabrán de él. Abandonada otra vez a su suerte, la madre de Prohaska maldice en silencio, sabedora de que los malos tiempos están llamando de nuevo a su puerta. Sus dos hijos la contemplan expectantes, esperando que ella diga o haga algo. Pero todo lo que se le ocurre es mirarlos como si fueran gallinas asustadas. Luego señala al pequeño con el dedo y lo insulta: "Inútil". Esa palabra, ante la que el otro hermano humilla la mirada, explota en la boca de la madre como una bomba de rabia. Prohaska la observa con fijeza, se dirige hacia ella, avanza una mano y acaricia su rostro. Luego, acercándose al clavo de donde cuelgan sus ropas, coge la zamarra, se calza las botas de cazador, sale al frío y echa a andar. Tiene ocho años. Tardarán setenta y dos horas en encontrarlo. Cuando lo hagan, en las dunas devastadas por el viento, lo hallarán al borde de la muerte, hambriento, exhausto, abrazado a sí mismo como una bandera al mástil que la sostiene."


Mi ejemplar de Medusa está muy subrayado, con buena parte de sus esquinas dobladas. He releído tantos párrafos que creo haber dado una vuelta completa, aunque desordenada, a la novela. Todos los relatos de Ménendez Salmón, desde Panóptico hasta Derrumbe, pasando por La ofensa, El corrector o La luz es más antigua que el amor, producen en mí el mismo efecto: presa de la historia, pretendo seguir adelante pero siempre hay una frase, una imagen, un párrafo que me apresa y me obliga a cerrar unos instantes el libro, el dedo como señalador, y quedarme colgada de ese deslumbramiento. A veces es la belleza de la imagen o la potencia de las palabras; otras su carga poética, su poder evocador; otras su honda significación, las sendas que descubre, como si desbrozase la realidad y, fuera hojarasca, hiciera brillar la verdad. Nada en su literatura es banal, todo arde. Sus novelas son bombas de relojería que te estallan en la mente. Habla de lo sustancial, y lo hace mimando el lenguaje hasta que brilla, de tan pulido. Gran literatura, literatura con mayúsculas. Sus novelas, muy exigentes con el lector, te dan infinitamente más de lo que exigen. No conozco ningún novelista de su generación que lo iguale. Si todavía no le habéis leído comenzad por Medusa. Es más que probable que después necesitéis haceros con el resto de sus textos.

Él mismo ha elegido su "posible" banda sonora. Os la ofrezco.



jueves, 27 de septiembre de 2012

El Roto

El Roto, diario El País, 26 de septiembre de 2012

La Séptima de Beethoven y Zubin Metha en el Auditorio de Madrid

Pocas cosas tan reconfortantes como las Sinfonías de Beethoven. Qué lujo estrenar el otoño de esta manera, escuchando en el Auditorio la Séptima de manos de la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino dirigida por Zubin Metha. No es una de las grandes, incomparable con la Filarmónica de Viena con la que arranca el viernes Ibermúsica (la 2ª y la 4ª de Brahms, me emociona solo pensarlo), pero Metha la ha llevado maravillosamente, y el programa ha sido precioso.

Comenzó con la obertura  de Rosamunda, de Schubert, una pieza deliciosa, dulce y romántica, que estuvo perdida durante cuarenta años y que fue descubierta en el fondo de un armario entre otros papeles de un editor vienés. Después escuchamos el Concierto para violín y orquesta en Mi menor de Mendelssohn, con una jovencísima y fantástica solista española, Leticia Moreno. Y para rematar, una Séptima vigorosa, energética, que me colocó la sonrisa en los labios al primer acorde. Beethoven siempre se agradece, y Metha nos lo ofreció en toda su brillantez. Salí del Auditorio reconciliada con el mundo.

Os dejo con el segundo movimiento. La Filarmónica de Viena dirigida por Karajan. Un lujo.



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Forges

¿Qué canción asociarán a este tiempo turbulento los jóvenes que luchan por cambiar la realidad? Intuyo que se sientes más solos de lo que nos sentimos nosotros, arropados por tantos. Ahora todo es más incierto. La viñeta de Forges aparece hoy en El País.

Celebrando a mi padre

Cuando mi padre me ve me mira fijamente, con el ceño fruncido y sus ojos azules insistentemente posados en mi cara. No hay reconocimiento ni extrañeza en su expresión. No hace tanto tiempo su cara se iluminaba cuando me veía y, aunque sin palabras, afloraba a sus labios esa sonrisa levemente torcida que le caracteriza. Ahora escucha mi saludo y recibe mis besos como si estuviera enfrascado en otro asunto que acapara toda su atención. Algo que vive en su mente y solo a él concierne. Por lo general, tiene una revista en las manos, y enseguida sus imágenes vuelven a acaparar su interés.

Pero solo hay que dejarle tiempo. Al cabo de un rato vuelve a mirarme, y con un leve movimiento de cabeza me incita a acercarme y recibir sus besos. Si me mantengo próxima, sonriéndole, extiende la mano y me acaricia la cara, la barbilla, el pelo. Me inclino sobre él y entonces recibo un aluvión de besos, el último muy apretado. Al separarme descubro un rastro risueño en sus ojos y la media sonrisa ladeada en su boca. Mi madre me recordaba hace unos días una frase atribuída a Maragall haciendo referencia a su familia. Algo así como: "no sé quienes sois, pero sé que os quiero".

Qué privilegio tenerle aquí, cerca de nosotras, poder cuidarlo y darle impunemente todos los mimos que, hace unos años, el respeto que le profesábamos nos impedía ofrecerle. Ahora se deja besar, abrazar y acariciar y nos aprovechamos de ello. Dócil como un corderito, aquel hombre firme como una roca. El alzhéimer no ha mellado su caballerosidad ni su porte distinguido. No sé por qué espacios navega su mente, pero aunque ya no recuerde quién fue, aunque no reconozca a sus padres en las fotos, aunque no sepa que somos sus hijas, sabe que mi madre es suya, sigue intacto el vínculo con nosotras, sigue disfrutando de la comida, de nuestros besos, de la música. A veces escuchamos juntos boleros, o Marina (siempre sostuvo que es la más operística de nuestras zarzuelas, en la única en la que no recuerdo si el tenor o la soprano lanza un do de pecho poco después de su inicio), o La Traviata. Cuando comienza a sonar la música su ceño se relaja y todo su cuerpo parece escuchar. A veces me mira y hace un gesto afirmativo con la cabeza. Escuchamos cogidos de la mano, yo prendida en sus ojos.

Camina muy despacio, aquel hombre de largas zancadas. A veces le abrazo por la espalda, me pego a su cuerpo y caminamos así, mi paso acompasado con el suyo. Nos asomamos a la ventana y llamo su atención sobre los árboles, las nubes o cualquier cosa que se me ocurra. No desvía la mirada de un punto concreto, aparentemente indiferente a mis palabras, pero de repente alza la mano y señala algo en la lejanía. Y me mira. No sé qué quiere mostrarme, pero le digo que sí y le lleno la cara de besos. Si fuera capaz, pensaría que estoy tonta.

Las manos de mi padre, las que nos hacían la cruz en la frente cuando venía a la cama a darnos las buenas noches, las manos que remetían sábanas y colcha estirándolas tanto que nos dejaba sin respiración. Las fuertes manos de mi padre; su  peculiar manera de lavárselas, haciendo desaparecer la pastilla de jabón en un sincopado movimiento circular; esos dedos romos siguiendo cualquier ritmo sobre la guitarra, sobre la mesa, sobre nuestras espaldas. Qué alegría tenerlas cerca, sentir su tacto. Qué privilegio poder cuidarte, padre.


martes, 25 de septiembre de 2012

"¿Quién teme a Virginia Woolf ?"

Descubrí a Carmen Machi en Agosto (Condado de Osage), de Tracy Letts, que Gerardo Vega llevó al teatro Valle Inclán el invierno pasado. Sabía de su bis cómica, aunque nunca vi ninguna de las series de televisión en las que trabajó. En Agosto, dando la réplica a Amparo Baró, descubrí a una gran actriz dramática, una fuerza de la naturaleza. Cuando me enteré de que volvía a Madrid de la mano de Daniel Veronese para interpretar nada menos que a la Martha de ¿Quién teme a Virginia Woolf? pensé que era la actriz perfecta para encarnar a un personaje tan desgarrado, todo temperamento, y llegué al teatro predispuesta a disfrutar de una gran interpretación, la que el texto se merece. Y no ha sido para tanto. Matizaré. Su entrega es total, se desfonda en el escenario, pero... Martha es una mujer refinada, hija del rector de la universidad donde enseña su marido, y aunque se trate de un retrato de alguien destruido por el alcohol, prisionera de una relación afectiva enfermiza; una mujer frustrada y decepcionada, Machi nos la ofrece tan vulgar, tan chillona, que yo no me la acabo de creer.











Sin embargo me encantó el trabajo de Pere Arquillué, que interpreta a George, su marido. Me dio la sensación de que ha ahondado más en el personaje y nos lo muestra mucho más matizado. Así y todo creo que merece la pena acercarse al teatro. El texto es fantástico y, con todo, la Machi no deja de ser una gran actriz.

lunes, 24 de septiembre de 2012

"Ai Weiwei: never sorry" en el Teatro Fernán Gómez

"La libertad es algo que cuando la experimentas se queda en el corazón. Entonces como individuo puedes ser más fuerte que el Estado". Son palabras de Ai Weiwei, entresacadas del documental Ai Weiwei: Never sorry que se proyectó el sábado en el Teatro Fernán Gómez, dentro del programa Times Talks que el New York Times organiza desde 1998, y que en esta ocasión hemos disfrutado en Madrid. Se trata de un encuentro entre los lectores del diario y los protagonistas de la actualidad, sean políticos, científicos o artistas, entrevistados por un periodista del periódico. A su cita madrileña acudieron los actores Jeremy Irons y Tom Hiddleston; los cineastas Alison Klayman, Benh Zeitlin, Juan Antonio Bayona y Julie Taymor, y la cantante Tori Amos.



El sábado 22 le tocó el turno a Alison Klayman, periodista, directora y productora de Ai Weiwei: Never sorry, que fue entrevistada por el columnista de The New York Times David Carr tras la proyección del film. El teatro estaba prácticamente lleno (pese a que ningún periódico español publicitó el acto, cosa increíble) de un público variopinto que aplaudió entusiasta a su finalización. Me encantó el documental. Durante dos años la periodista se pega a los talones del artista y activista chino mostrándonos su día a día, su vida cotidiana, su actividad creativa, su permanente desafío al Estado. Su incansable lucha por la libertad. No es un panfleto, es un documento doblemente valioso en los tiempos que vivimos, cuando occidente se ha acomodado en un bienestar que se desmorona ante nuestros ojos, pillándonos sin espíritu de lucha y con la conciencia moral hecha añicos.












La película se centra más en su perfil de activista que en su actividad artística, trampolín sobre el que proyecta fuera de las fronteras chinas la lucha que mantiene en su país. No conozco en profundidad su obra, de manera que no tengo una opinión sobre ella. Intuyo que su intención se dirige más a utilizar el arte para denunciar y remover conciencias que a crear belleza, aunque ahí está el Nido de Pájaro, el estadio olímpico para los Juegos de Pekín. Recuerdo haber visto alguna obra suya en la última edición de ARCO, y no me conmovió. Creo que pertenece a ese tipo de artistas cuya obra no existe por sí misma, sino que se apoya en un discurso previamente establecido. Una obra cuyo sentido va inexorablemente unido a una intención que debe explicitarse para ser aprehendido. Recuerdo mi perplejidad ante los cientos de miles de pipas de porcelana que sembraban el suelo de la Sala de Turbinas de la Tate londinense.

Os dejo un trailer de la película:




domingo, 23 de septiembre de 2012

Carpe Diem

Reiniciar. Como siempre, El Roto pone el dedo en la llaga y con cuatro trazos y cinco palabras resume la tragedia que están sufriendo muchos y la necesidad de reinventarse y recomenzar que vivimos todos. Ojalá la cosa fuera tan fácil como apretar un botón, simplemente pulsarlo y encontrarse en cabeza de pista para emprender un nuevo viaje, distinto rumbo y diferente destino. Pero a muchos les pilla sin combustible y, lo que es peor, sin ánimo.

Recuerdo ahora un artículo de Almudena Grandes en el que nos recordaba la cantidad de pequeñas cosas gratuitas que nos reportan felicidad: un paseo, la belleza, un atardecer, mirar el mar, ver jugar a los niños, charlar con los amigos o acariciar a los que amamos. Pero, qué difícil disfrutar de ello cuando el futuro es tan incierto.

Como me siento una privilegiada me animo a reinventar mi futuro y pienso en las ocasiones en que la vida me obligó a reiniciar, cuando el futuro soñado, al que creía encaminarme, desapareció ante mis ojos y la realidad, tozuda, me obligó a cambiar de paso y destino. Y no me fue tan mal. Al final, si así lo queremos, somos capaces de sacarle partido a casi todo, y hallar brotes de felicidad hasta en el páramo más desolado. A excepción de algunos (demasiados), hemos vivido con mucho más de lo que necesitamos. Lo importante es vivir, cada minuto, a tope. Carpe diem. Me lo repito mucho, a ver si logro convencerme.

La viñeta se publicó en el diario El País el 19 de septiembre de 2012.

Geri's Game AK



Una delicia de corto.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Atardecer en Gijón

Creo que los atardeceres más espectaculares que he visto nunca, dejando aparte los que pude contemplar en Kenia (inigualables; todas las tardes el cielo ardía en tonalidades increíbles, todos los días igualmente hermosas y siempre diferentes, por no hablar de los amaneceres en los que los objetos se teñían de rosa, pero ya me estoy yendo por las ramas); decía que, Kenia aparte, el cielo más abrumador que haya conocido es el de Madrid.












El cielo plomizo asturiano, esa boina blanda que nos recoge y nos ensimisma, no es muy propicia para ocasos espectaculares. Por eso disfruté doblemente de este que me ofreció Gijón este verano. Desde el Puerto Deportivo, os dejo unas cuantas imágenes.



viernes, 21 de septiembre de 2012

Pintura y fotografía en el Palacio de Revillagigedo


Hace unos días os hablaba de la exposición Rasgos de arte. Esencia del coleccionismo, que muestra parte de las colecciones de varias Cajas de Ahorro. Me quedaron en el tintero algunas obras excelentes que me gustaría ofreceros hoy, comenzando por dos litografías espléndidas, Acróstico cabras, firmadas por Miquel Barceló en 1991. Son poco más que apuntes, pero contienen toda la maestría. Hace unos días tuve la oportunidad de hojear sus Cuadernos del Himalaya, editado por Galaxia Gutenberg este mes, y me quedé fascinada con los apuntes de sus viajes por aquella región. No pude comprarlo, pero si tenéis ocasión echarle un vistazo. Es una belleza.












Sobre estas líneas, a la derecha, El espacio personal, un acrílico sobre fotografía de Manuel Saro que me gustó mucho. Fantástica su composición y espectacular el tratamiento de la luz.












Manuel Vilches es el autor de Intervenciones, impresión digital sobre tela que podéis ver a la izquierda. Me interesa mucho la fotografía y el resultado que los artistas a través de distintos materiales y tratamientos logran obtener, como en la imagen de la izquierda, Un lugar secreto, de Soledad Córdoba.












Pelayo Ortega, uno de los pintores jóvenes más interesantes del panorama artístico asturiano (le sigo la pista desde  hace muchos años, lástima no haber podido acceder nunca a una de sus pinturas), firma en 1991 este Ciclista excéntrico que os muestro arriba. A su lado, Los ibores, de Pedro Gamonal. Y cierro con dos espléndidos lienzos que forman una sola composición, obra del pintor asturiano Hugo Fontela. Un jovencísimo y magnífico artista del que ya os hablé en una entrada anterior.


jueves, 20 de septiembre de 2012

"La fiesta", de Enrique de la Peña

"La primera noche de aquel primer día de la vida de Azurina transcurrió en el hervidero de hormigas en que se había transformado la cantina de la Negra Luisa. Dentro se movían los asiduos al local con un vuelo loco, de un lado a otro, como pájaros encerrados, pero pájaros bebidos y extasiados. Su brazos, como plumas, al moverse con el ritmo frenético de los sonidos africanos, cortaban el humo denso que empezaba a cuajar el aire de aquel espacio cerrado, creando círculos de una geometría perfecta. La puerta, amachambrada  a cal y canto para los curiosos de fuera, estaba abierta, de par en par, a la locura frenética de los de adentro. El ron de Luisa parecía más excitante que nunca. El alocado grupo, la selecta reunión, vibraba entusiasmada en un frenesí cada vez más carnal, sudoroso y almizclero. La Reina Luisa, entronizada en lo alto de la barra, dirigía el exorcismo de ritmo y amor, humo y vida, con una poderosa macana que conservaba de su padre. Las manos calientes se escondían por debajo de las faldas y los bailes vaporosos de los labios de las negras se perdían húmedos por los cuellos de los marinos hipnotizados. La comunión de chinos, congoleños, indianos y españoles, de negros y mulatos de viejos y de jóvenes era mística y primitiva. Al fondo del salón la mesa más ancha ofrecía al Padre Güell el espacio suficiente para dormir su particular Gólgota y lejos de apartar de allí su cáliz se aferraba a él como naufrago a su rama. La puerta de la trastienda del local, el sacta santorum de aquel ron, dejaba paso a la luz amarilla de dos lámparas y a los gritos de placer de una pareja joven y de piel oscura, enardecida, quizás tumbada, quizás asida a la columna de la que colgaban ofrendas para Huión, mientras se entregaban bramantes acometidas el uno al otro, como el mar contra el acantilado, una y otra vez, incansables, espumosos los dos cuerpos desnudos.
Y en la esquina más tranquila el Señor Hamao se movía con la parsimonia de haber nacido antes de todo y llevar la historia de la isla entera bajo sus pies, siempre descalzos, y en su mirada esa noche, más infinita que nunca, el secreto de la vida.
En la esquina del otro lado, lúcidamente borracho, el Señor Cullings movía su poderosa cabeza de pelo blanco al ritmo de los tambores y las güiras y al moverla hacía brillar su anillo plateado, llenando la estancia de chispazos argénteos, deslumbrantes, que resultaban pirotecnia de aquella fiesta de vida nueva."

Hace muy pocas fechas he descubierto un blog que me tiene fascinada. Todo él es una joya de sensibilidad, y me gustaría compartirlo con vosotros. Blogscriptum. Hoy os ofrezco un fragmento de un precioso relato que, entrada tras entrada, va desgranando. Os invito a hacerle una visita. No os defraudará.

Forges

Forges, diario El País. 16 de septiembre de 2012.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"Rasgos de arte" en el Palacio de Revillagigedo


La labor de mecenazgo llevada a cabo por las Cajas de Ahorro durante los últimos años han propiciado algunas de las colecciones artísticas más interesantes de nuestro país. La Caixa de Barcelona y Caja Madrid poseen un conjunto de cuadros, algunos extraordinarios, que permiten hacerse una idea muy aproximada de por donde han derivado las inquietudes de los creadores españoles en los últimos años.














En el Palacio de Revillagigedo, en Gijón, se puede contemplar hasta principios de octubre una prueba de ello. Se trata de una muestra de las colecciones de pintura, escultura y fotografía de las Cajas de Ahorros de Asturias, Extremadura, Cantabria y Castilla-La Mancha. Pese a que han sido muchas las obras que me han interesado, os ofrezco solo un botón de muestra.






















Por motivos afectivos, abro con un lienzo de Fernando Zóbel, cuya obra conocí en el Museo de Cuenca hace muchos años, cuando comenzaba mis andanzas por el mundo del periodismo. Abajo, a la izquierda, El Caído, un conjunto de lienzo y escultura firmado en 1972 por Rafael Canogar, un escultor cuya obra me impactó cuando la conocí, a finales de los años setenta, y que todavía me sigue conmocionando. A su lado, Guitarra, de Pablo Serrano.












Eclosión III, de Juan Genovés, otro de los pintores que más me impactaron en aquella época; y a su lado, un óleo de Orlando Pelayo, Paisaje, firmado en 1929. Debajo otro Paisaje, esta vez de Benjamín Palencia, con esos maravillosos rosados con los que pintaba el cielo; y a su derecha Tierras, un precioso lienzo de Ortega Muñoz, pintado entre 1958 y 1960. Sobre estas líneas, Blanco, del pintor asturiano Antonio Suárez, poseedor de una obra potentísima de la que ya os he hablado en otra ocasión. A la izquierda In memorian Joseph Albert, de Gustavo Torner. Me quedan algunos imprescindibles en el tintero, pero los dejaré para otra ocasión.

martes, 18 de septiembre de 2012

"Buenos días, princesa"

"Buenos días, princesa". Caminando por Gijón me encuentro esta frase pintada en el suelo y me trae recuerdos casi olvidados. Hace muchos años que no entro en Asturias a través del Puerto de Pajares, pero allí, en grandes letras pintadas en la roca, mirando al valle que se abre amplio y profundo, salpicado de aldeas y casas de labor colgadas de las montañas, alguien escribió: "Te quiero, amorín". Tengo la seguridad de que, en días claros, la destinataria de la declaración de amor podía verlo desde su casa. Antes de que se construyera el túnel del Huerna, llegar a Asturias era una hazaña que los asturianos acometían con arriesgada naturalidad, jugándose el tipo curva tras curva, con niebla en la mayoría de las ocasiones. En Pajares nos mareábamos todos los niños y nuestros padres se las veían y deseaban para mantenernos entretenidos hasta encontrar un lugar donde aparcar unos minutos y aliviar nuestro malestar. Recuerdo mi alegría, entonces, cuando llegábamos al "te quiero, amorín", y el festejo que esas palabras desataban en el interior de nuestro coche.

Quiero pensar que el responsable de este doliente "pensar que tú y yo teníamos algo" no es el mismo que el del cariñoso saludo anterior.  Mi natural romántico... Cierro con una sonrisa.



lunes, 17 de septiembre de 2012

Entre locomotoras y vagones

No hace falta que os diga que la fografía no es mi fuerte, pero en mi visita al Museo del Ferrocarril, en Gijón, hice unas cuantas que me gustan y me decido a compartirlas con vosotros, sin ninguna otra pretensión. Seguro que alguien con más destreza y mayor capacidad artística habría hecho maravillas con estos colores, formas y volúmenes. Mi intención era buena, aunque pobres los resultados.














Las vielas, las tuercas y tornillos, todo el material de ferretería ejercen una enorme atracción sobre mí. Siendo niña me quedaba extasiada mirándo clavos y destornilladores, ignoro la razón. La cosa derivó hacia la fascinación por las máquinas y las instalaciones industriales, hasta mi deslumbramiento por la arqueología industrial. Algún día, si tengo ocasión, me gustaría mostraros algunas construcciones industriales asturianas espléndidas. Por desgracia, la mayor parte ya en desuso.