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sábado, 30 de abril de 2011

Fina García Marruz, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana



Cuando el tiempo ya es ido

Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna

como a la casa de la infancia, a algunos

días, rostros, sucesos que supieron

recorrer el camino de nuestro corazón.

Vuelven de nuevo los cansados pasos

cada vez más sencillos y más lentos,

al mismo día, el mismo amigo, el mismo

viejo sol. Y queremos contar la maravilla

ciega para los otros, a nuestros ojos clara,

en donde la memoria ha detenido

como un pintor, un gesto de la mano,

una sonrisa, un modo breve de saludar.

Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,

los ojos no comprenden, la mano ya no toca

el alimento innombrable, lo real.


La poeta cubana Fina García Marruz recibió ayer, día de su 88 cumpleaños, el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. "Quiero escribir con el silencio vivo", ha dejado escrito, una obra que parece caminar siempre de puntillas. Tiene un poema, titulado Cine mudo, que me gusta especialmente: "No es que le falte/ el sonido/ es que tiene/ el silencio".

Philip Roth, "Némesis"

Leer cualquier cosa de Philip Roth es siempre, para mi, apostar a caballo ganador. Sé de antemano que ese texto me va a maravillar, que su magia me llevará allá donde el escritor haya decidido enviarme, que me hará reflexionar, en algún momento me deslumbrará y me zarandeará con su lúcida inteligencia y sus palabras afiladas. Nunca me ha decepcionado, aburrido o dejado indiferente. Espero la traducción de sus libros al castellano expectante y ansiosa, actitud que solo otro escritor, Coetzee, me inspira con parecida intensidad.

He devorado las doscientas páginas de Némesis en un suspiro. Pocos escritores son capaces de embrujar al lector describiendo, por ejemplo, cómo debe lanzarse una jabalina. Proust convirtió en memorable una magdalena. Sólo los tocados por el genio transforman en belleza cuanto tocan.

"Unas veces tienes suerte y otras no. Toda biografía está sujeta al azar y, empezando por la misma idea, el azar -la tiranía de la contingencia- lo es todo. Creo que el señor Cantor se refería al azar cuando censuraba aquello que él llamaba Dios".
(...)
"El sentimiento de culpa en un hombre como Bucky puede parecer absurdo, pero de hecho es inevitable. Una persona así está condenada. Nada de lo que haga estará a la altura de su ideal. Su responsabilidad no conoce límites. De hecho no confía en sus límites porque, cargado con una severa bondad natural que no le permite resignarse al sufrimiento del prójimo, nunca reconocerá que tiene límites sin sentirse culpable".

Martirio "En esta tarde gris"



Me entusiasma el gusto con el que canta Martirio, la transparencia de su voz. Escuchad la versión que hace de este precioso tema.

viernes, 29 de abril de 2011

Ana María Matute, "Una vida de papel"


El día 27 el Rey le hizo entrega del Premio Cervantes a Ana María Matute. Su discurso de agradecimiento me ha parecido brillante y enternecedor. Os ofrezco unas líneas.

"Érase una vez un hombre bueno, solitario, triste y soñador: creía en el honor y la valentía, e inventaba la vida. San Juan dijo: "El que no ama está muerto", y yo me atrevo a decir: "El que no inventa, no vive". Y llega a mi memoria algo que me contó hace años Isabel Blancafort, hija del compositor catalán Jordi Blancafort. Una de ellas, cuando eran niñas, le confesó a su hermanita: "La música de papá no te la creas, se la inventa". Con alivio, he comprobado que toda la música del mundo, la audible y la interna -esa que llevamos dentro, como un secreto - nos la inventamos. Igual que aquel soñador convertía en gigantes las aspas de un molino, igual que convertía en la delicada Dulcinea a una cerril Aldonza. Inventó sensibilidad, inteligencia y acaso bondad -el don más raro de este mundo - en una criatura carente de todos esos atributos (¿Y quién no ha convertido alguna vez a un Aldonzo o Aldonza de mucho cuidado en Dulcineo o Dulcinea...?).

El tiempo en el que yo inventaba era un tiempo muy niño y muy frágil, en el que yo me sentía distinta: era tartamuda, más por miedo que por un defecto físico. La prueba de ello es que esa tartamudez desapareció durante los bombardeos. O así lo creo. Pero el caso es que, salvo excepciones, las niñas de aquel tiempo, mujeres recortadas, poco o nada tenían que ver conmigo. Y traigo esto a cuento para explicar -y quizá explicarme de algún modo- mi extrañeza, mi entrega total, absoluta, a esto que luego supe se llamaba Literatura. Y que ha sido, y es, el faro salvador de muchas de mis tormentas.

Sí, este galardón que tanta felicidad y optimismo me causa -y no olvidemos que el optimismo y los planes de futuro, a los ochenta y cinco años, son cuestiones a meditar o poner en tela de juicio- puede ser el colofón a la entrega de toda una vida que, en mis tiempos mozos, consideré en su mayor parte una "vida de papel". Y recuerdo. Recuerdo. Sólo tenía un amigo, mi muñeco Gorogó, que, naturalmente, más tarde incorporé a una de las novelas con las que me siento más identificada, Primera memoria. Aunque no haya escrito nunca una novela autobiográfica, estoy en sus páginas. Todo eran inventos, hasta que supe que en la Literatura -en grande-, como en la vida, se entra con dolor y lágrimas. [...]"

La Cuesta Moyano

Me gusta darme una vuelta por la Cuesta Moyano y curiosear en los tenderetes de las librerías de viejo, donde todavía puedes encontrar, si no una reliquia, sí un título sugerente o una edición antigua de un libro querido. Siempre me llaman la atención más libros de los que puedo permitirme comprar, y vuelvo a casa con una cierta frustración. Pero como es mayor el placer que me proporciona manosear volúmenes y meter la nariz entre sus páginas, y me excita la posibilidad de descubrir un ejemplar que me enamore, asequible a mi bolsillo, regreso en cuanto puedo.


Esta tarde, unos días después de la celebración de El día del Libro, no había mucha gente(las mañanas de los domingos de primavera hay que luchar a brazo partido para acceder al puesto) y pude rebuscar a mis anchas. Y encontré una joya: Sol y Luna de España, del periodista y escritor mexicano Roberto Núñez y Domínguez, editado en 1957. Todavía tenía los pliegos sin cortar por su parte superior, señal de que seré yo su primera lectora. De regreso a casa, separo las hojas con un cuchillo (me encanta esta operación; me gusta el polvillo de papel que queda sobre la mesa, incluso que el corte no sea perfecto y el borde resulte irregular) y comienzo a hojearlo. El título de los capítulos no tiene desperdicio: El encanto de Madrid; ¡Ha muerto Benavente!; Chicote en su mágico mundo coctelero; El jocundo imperio de las verbenas; y Los puestos de libros viejos, por ejemplo. No me resisto a reproducir algún párrafo de este último:


"Como todas las grandes capitales europeas, la Villa del Oso y del Madroño cuenta también en su escenografía urbana con el sitio dedicado a la compraventa de libros viejos. No podía faltar en su paisaje municipal esa decoración de los volúmenes callejeros, de acuerdo con su rancio abolorio intelectual (...) Precisamente para dotarla del ambiente apacible propicio para el sibarita ojeo de los volúmenes por los bibliófilos, que constituyen la habitual clientela, se eligió para instalarla una calle libre del hormigueo humano de las zonas céntricas, la de Claudio Moyano, que arranca al final del Paseo del Prado, hacia arriba, hasta rematar en la misma linde del parque de "El Retiro", en la calle de Alfonso XII. Ni aglomeración de peatones ni raudo deslizarse de vehículos hay en ella, por lo que los presuntos compradores pueden con toda tranquilidad dedicarse a la búsqueda del libro que les interesa. (...) A todo lo largo de la acera sur de la calle de Moyano se levantan los puestos de la Feria del Libro Viejo (...) Ante ellos, mañana y tarde, desfilan en incesante caravana los compradores, que son de toda clase y condición social: catedráticos y estudiantes, políticos y obreros, escritores y hombres de ciencia, militares y clérigos, burgueses y poetas, burócratas y menestrales. En los últimos tiempos, por mor de la evolución operada al socaire de los vientos modernizantes, abunda al lado de la clientela varonil la del sexo femenino, en afanoso trasiego del libro dilecto.
(...)
Una cálida mañana estival, después de disfrutar de unas horas de frescura bajo los árboles de "El Retiro", fuime caminando hasta los Puestos de Libros Viejos. Tal vez por lo que caldeaba el sol, no había muchos clientes y aproveché la falta de parroquia para trenzar palique con algunos de los dueños de los expendios callejeros. Al inquirir sobre la clase de libros que tienen la preferencia de los compradores, me dijeron que son, en primer lugar, los que tratan de las cuestiones que apasionan a la opinión mundial, con el tema de Rusia a la cabeza. De los autores extranjeros más buscados son Stefan Sweig y Somerset Maugham, y de los españoles, los novelistas de la época finisecular, Galdós, Palacio Valdés, Pereda, Valera, así como todos los literatos de la famosa generación del 98, los que más privan. De los poetas siguen siendo Bécquer y Rubén Darío, junto con nuestro Amado Nervo, los que más se venden."

Fascinante.

jueves, 28 de abril de 2011

Roland Fischer expone en Salamanca

Ronald Fischer, uno de los fotógrafos alemanes más interesantes de la actualidad, expone cerca de cien obras en la DA2 de Salamanca. La exposición reune una muestra de la obra realizada durante los últimos veinte años, desde la serie Los Angeles Portraits de los años 80, protagonizada por rostros femeninos emergiendo del agua de una piscina, a retratos de monjes y representaciones arquitectónicas.














El tratamiento digital de la fotografía es fundamental en la obra de Fischer. Fijémonos en esta serie de retratos. Planteado el tema, el estudio de los rostros, la distancia idéntica de cada uno de ellos con el objetivo, una vez realizada la fotofrafía, a través del tratamiento del agua consigue el efecto de bustos emergentes de un elemento líquido pero uniforme, logrando así una cierta cualidad escultórica.













Más que individualizar cada rostro, la forma de seriarlos les confiere uniformidad. Esa impresión me produce también sus retratos de frailes. Rostros más interesantes, sin duda, pero que comparten esa especie de "espíritu de fotocopiadora". En ellos podemos ver la influencia de pintores españoles como Zurbarán.




















"A través de la fotografía, la forma del mundo visible puede ser presentada ante nosotros de una forma directa y sin filtros. Su permeabilidad, junto con las posibilidades que brinda la manipulación digital, nos ofrece nuevas opciones para representar los fenómenos de la realidad. De hecho, en las imágenes de Nuevas arquitecturas exploro esos fenómenos transformando los espacios en una suerte de tradición cubista. El resultado es como una "tercera realidad" que demuestra que, incluso en la fotografía, el significado no se queda limitado a lo que podemos reconocer", afirma el artista en la entrevista concedida a El Cultural del diario El Mundo.
















Interesantes los juegos de planos que logra en esta serie. Unas imágenes de la Catedral de León, la Alhambra de Granada y unos jardines sevillanos.

miércoles, 27 de abril de 2011

Garganta la Olla, en la Vera.

Desde el Valle del Jerte se accede a la Comarca de la Vera a través del Puerto del Piornal. La carretera es estrecha y empinada, las curvas cerradas, los paisajes a ambos lados hermosísimos. Cerezos en flor, bosques de encinas, canchales, grandes extensiones de piornos y robledales que aún conservan su aspecto invernal, su piel grisácea y la elegancia de sus ramas desnudas.













Así se accede a uno de los pueblos más bonitos y que mejor conservan sus elementos medievales de toda la comarca: Garganta la Olla. Se encuentra en la confluencia de dos gargantas, la Mayor y la de San Blas. Cuando visito el pueblo, la nieve que el invierno depositó en las cumbres de las sierras cercanas empapa la tierra, dibuja riachuelos y, en esta zona de riscos y orografía irregular, cae en saltos de agua.

En esta tierra nació el mito de la Serrana de la Vera que, como buena parte de las leyendas, debió basarse en un hecho real que la imaginación de los lugareños se encargó de adornar a lo largo del tiempo. Una hermosa mujer, alta y fuerte, de larga cabellera, adornada con los atributos de Diana cazadora, vivía en una cueva oculta en estos riscos. Se alimentaba de animales que ella misma cazaba y, de tanto en tanto, capturaba a un varón, fuera zagal, soldado o labriego. Una vez conducido a su escondite, le daba de beber hasta embriagarlo, hacía el amor con él y luego lo mataba.













Así dicen los romances: "Entre Piornal y Garganta,/ no muy lejos de Plasencia,/ relatan viejos romances/ una historia verdadera…" Y más adelante: "Cuando tiene gana de agua/ se baja pa la ribera;/ cuando tiene ganas de hombres/ se sube a las altas peñas…"













La historia no tiene final feliz. Un buen día aparece un hombre en sus dominios, es apresado por la serrana y conducido a la cueva, como tenía por costumbre. Allí le obliga a encender la lumbre, le da de beber en la calavera de alguno de sus predecesores ( "Bebe, serranillo, bebe,/ agua de esa calavera,/ que puede ser que algún día/ otros de la tuya beban."), comen la carne de una pieza cazada por ella y, tras escuchar las notas de una vihuela o un rabel tañidos por el hombre, hacen el amor. Después, mientras ella, rendida, se queda dormida, él huye.













"Dióme yesca y pedernal/ para que lumbre encendiera/ y mientras que la encendía/ aliña una grande cena./ De perdices y conejos/ su pretina saca llena,/ y después de haber cenado/ me dice: --Cierra la puerta.—/ Hago como que la cierro,/ y la dejé entreabierta:/ desnudóse y desnúdeme/ y me hace acostar con ella./ Cansada de sus deleites/ muy bien dormida se queda,/ y en sintiéndola dormida,/ sálgome la puerta afuera."

















Cuando la serrana despierta le persigue por los campos, profiriendo ruegos y amenazas para no ser delatada. Y aquí las versiones difieren: algunos romances aseguran que el zagal avisó del lugar donde se escondía y la mujer fue apresada; otros hablan de que la serrana prefirió suicidarse antes de caer en manos de sus captores.













Las imágenes que os ofrezco os dan una idea del encanto de este pueblo. Si os animáis, la primavera es la estación perfecta para visitarlo.

Antonio Gamoneda a Gonzalo Rojas




















Rojas ha muerto:qué extraño


"Me entero a las dos de la tarde de que ha muerto Gonzalo Rojas. Es una negra noticia la que se me da en este lunes primaveral y húmedo. La muerte no es solo penosa; sucede y a mí se me hace incomprensible que suceda; quizá porque es también incomprensible ese otro accidente que consiste en vivir: ir de la inexistencia a la inexistencia. Un viaje que, finalmente, muestra su escaso sentido: no nos lleva a ninguna parte.

No nos lleva a ninguna parte y está poblado por sufrimientos y horrores, bien lo sabemos, pero, hay que reconocerlo, simultáneamente, es proveedor de causas que nos ayudan a permanecer en la extrañeza y el sufrimiento: el amor, la amistad, la intensidad que nos procura la belleza terrestre, la que advertimos en la figura y el talante de algunos vivientes y la que se nos muestra en las creaciones estéticas. De las tres causas sabía mucho Gonzalo y las tres estaban -están- presentes en su poesía, extensa y continuamente pronunciada en su afirmación.

Lo primero que se me ha ocurrido (más que ocurrencia ha sido un movimiento impensado y compulsivo) es escuchar un disco con la voz de Gonzalo; se corresponde con una lectura que hizo en la Residencia de Estudiantes, en mayo de 1996: "Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho, lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces...", "... Cuando lo apostamos todo y lo perdemos venimos llegando. / Al amar, al engendrar venimos llegando, al morir escalera abajo venimos llegando". "¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida / o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, que se halla, qué / es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes...?"."


Este precioso texto ha sido escrito por el poeta Antonio Gamoneda y publicado en el diario El País ayer lunes, recordando a su amigo, el poeta chileno recientemente fallecido Gonzalo Rojas.

martes, 26 de abril de 2011

La Posada del Peine, entre las calles Sal y Postas.

Comparto la opinión de los que afirman que lo mejor de Madrid es su carácter de pueblo grande, ese aire popular y chillón que le otorga frescura y calidez. Un Madrid de ropa tendida en los balcones, cuyos portales huelen a guiso y fritanga; el Madrid que, en verano, reune a las vecinas en las aceras, abanicándose sentadas en sus sillas de playa, el de las pequeñas tiendas de ultramarinos, las zapatillerias y los establecimientos de objetos religiosos. El Madrid que desayuna churros antes de ir al trabajo. Recuerdo a los afiladores de mi infancia: aún escucho el sonido de su voz anunciando su presencia, entrando por las ventanas de mi niñez. Y aquellos gitanos con una cabra o un mono a los que hacían bailar al son de una trompeta y un tambor, esperando que los vecinos les arrojaran una moneda por el balcón.













"Sus chulos, sus criadas, sus mendigos, sus sacamuelas, sus charlatanes, sus boticarios, sus carreteros, sus pellejeros, sus modistillas, sus horteras, sus soldados, sus organilleros, sus criminales, sus cajistas, sus monstruos, sus enfermos, sus encuadernadores, sus verdugos —aquellos verdugos que, ¡vaya por Dios!, iban perdiendo la afición—, sus chalequeras, sus peinadoras, sus tullidos, sus traperos, sus curas, sus zapateros y sus cigarreras, toda la abigarrada fauna ibérica de la que quiso rodearse, formó, en apretadas filas, en compacto y bullidor batallón, tras Solana, que gozaba, como un niño que descubre y que se inventa el mundo, sabiéndose escoltado por tan fiel —y saltarín y entrañable— guiñol de «cristobitas» de carne y hueso." Palabras que Camilo José Cela empleó para nombrar el mundo de Gutierrez Solana en su discurso de entrada en la Academia de la Lengua, y que describen perfectamente este abigarrado universo madrileño que me asalta mientras paseo por las inmediaciones de la Plaza Mayor. En la Posada del Peine, calle de la Sal esquina a Postas, vivió el extraordinario pintor y escritor de la España más negra y más entrañable. La Posada del Peine es una de las más antiguas de España, fundada en 1610, muy probablemente para alojar a los viajeros que llegaban a la capital en las diligencias y que se apeaban en la calle Postas. Debe su nombre al hecho de que, sobre el lavabo, ofrecía a sus huéspedes los servicios de un peine, eso sí, atado a un clavo mediante una cuerda para que no se lo llevaran.













Enfrente de la Posada se encuentra esta Antigua Relojería, sobre cuya entrada podemos ver un muñeco, diseñado por el dibujante Antonio Mingote, representando al relojero, tras un cartel que reza :"El relojero de la calle de la Sal". Muy cerca, una tienda de objetos religiosos, y algo más allá, flanqueando un Mcdonalds, un torero typical spanish convertido en señuelo para los turistas.












Junto a la Posada del Peine, en la esquina opuesta de la Sal con Postas, uno de los edificios madrileños cuya fachada está decorada con dibujos de Mingote. No es el único. El dibujante catalán, un enamorado de Madrid (ha comparado la ciudad con la mujer "sin la que no puedes vivir"), ha dibujado en la fachada de la casa que hace esquina entre la calle del Duque de Osuna y la calle de la Princesa; ha adornado, con dos murales, la estación de metro de Retiro; y es suyo también el diseño del carrillón del edificio Groupama, frente al Hotel Palace, en la Plaza de las Cortes.














En el carrillón podemos ver a un torero, una maja, Carlos III, la Duquesa de Alba y a Goya.



















Aquí les tenemos, tomando el fresco en el balcón. Una delicia.