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martes, 31 de julio de 2012

"Sombras de luz", de Fernando Alba


Hace muchos años descubrí el trabajo de Fernando Alba, uno de los escultores asturianos más serios e independientes que conozco. Aunque he coincidido con él en multitud de ocasiones y tenemos amigos comunes, no recuerdo haber intercambiado con él más de tres palabras, fruto de una especie de súbita timidez que me aqueja a veces frente a artistas cuya obra admiro. Casi lo prefiero, porque a menudo el responsable de un poema, un cuadro o una canción que me enamora me resulta un perfecto impresentable.













Todos los días, durante mis caminatas mañaneras, me detengo unos minutos frente a Sombras de luz, la escultura de Fernando Alba que se yergue frente al mar, en Gijón. Me encanta el trabajo que el viento y el salitre han hecho en el hierro, las sombras que dibuja en el suelo, su forma de dibujar el espacio. Me gustan su ausencia de concesiones y su pureza. Por eso os la traigo a Mi casa.

Una despedida

Se acaban mis días en Gijón, y pese a todo lo que me espera en Madrid ( mi gente, mi casa, una ciudad a la que adoro), me duele separarme del mar; de esta luz cambiante, siempre melancólica; del olor a algas y a sardina que me envuelve cada mañana; de la soledad y el silencio en el que he vivido este mes.



Se me han quedado muchas cosas en el tintero, cosas que he visto, que me han impresionado o conmovido pero, como siempre, no me da la vida y no he tenido el tiempo suficiente para compartirlas con vosotros, pese a haber disfrutado de todo el tiempo del mundo.


Siempre me cuesta irme de todas partes; de las prerrogativas divinas nada envidio más que el don de la ubicuidad. La vida se escurre entre los dedos.

lunes, 30 de julio de 2012

Evaristo Valle: pintar mi tierra


"Yo iba a pintar. Pero al llegar allí bien puedo decir que la naturaleza me emborrachó. Los paisajes jugaban con mis ojos al alimón. con tanta fuerza y con tanta belleza se me presentaban uno tras otro, que ya mareado de ver, cerré los ojos y, en vez de pintar en el lienzo, pinté en la imaginación. ¡Oh qué cuadros estos míos! ¿No llegará un día en que se puedan hacer visibles los maravillosos sueños que ni por asomo alcanzan a expresar el pincel y la pluma?", dejó escrito el pintor asturiano Evaristo Valle, de cuyo museo en Gijón os hablaba en una entrada anterior. Se refería entonces a cuando era niño e iba a pintar a Lloreda, pequeña localidad asturiana, con su caja de colores.














Tengo una relación afectiva con la obra de Evaristo Valle porque me crié viendo sus lienzos en casa de mis abuelos. Recuerdo cuanto me impresionaban sus mascaradas, esos rostros toscos, a veces con un punto de envilecimiento. Valle no pintaba un mundo idílico, no se complacía en el mundo rural disfrazando su rudeza. Sin embargo aprendí a mirar a través de sus cuadros y la brutalidad de su belleza.












Todo me fascina en su pintura, pero si algo ha perdurado a lo largo de los años en mi recuerdo han sido su genialidad a la hora de pintar la tierra asturiana. En sus paisajes brillan los prados, húmedos y melancólicos, y parecen desprender una luz interior que reconoces cuando viajas por mi tierra. Incluso bajo los cielos plomizos, que él capta magistralmente, la luz parece palpitar bajo la hierba.













Aunque el Museo de Bellas Artes de Oviedo alberga algunos espléndidos óleos de Valle, he disfrutado especialmente en mi visita a su casa natal, hoy sede del Museo que lleva su nombre, en Gijón. Atesora muchas maravillas.

domingo, 29 de julio de 2012

Grafiti





Encuentro esta fotografía en un blog que acabo de conocer y que os recomiendo, El cazador de moscas, obra de David Hornero. No necesita  más comentarios; por sí solo, es un editorial.

"El relativismo es bello",por Javier Gomá

"No puede ser casual que el triunfo del denostado relativismo en Occidente coincida cronológicamente con la entronización social de la paz como bien supremo y con la consolidación contemporánea de la democracia. A los integrismos —partidarios de las verdades últimas y necesarias— subyace siempre alguna forma de elitismo autoritario. Las democracias, en cambio, se edifican sobre el suelo firme de las verdades penúltimas y contingentes, y su éxito consiste en equilibrar el carácter incondicional de la dignidad de los individuos con la pluralidad de sus intereses, los cuales, al ser muchos y diversos, mutuamente se relativizan. Suele argüirse que el relativismo conduce a un nihilismo del todo vale, pero esto no es cierto. Que todo lo humano sea histórico y provisional no implica que la moralidad se diluya en una multiplicidad infinita de posibilidades de igual valor y mérito. Al contrario, la historia muestra que en el curso de milenios el hombre ha sido capaz de alumbrar un número escaso y manejable de ideales morales y es el relativismo precisamente el que permite comparar a posteriori entre esas diferentes opciones en pugna y, a la vista de tal confrontación, acordar entre todos qué es lo bueno, lo noble y lo justo para nosotros. Solo si concedemos a las ideas un peso relativo nos está permitido discutir sobre ellas, juzgarlas, revisarlas y, en su caso, rechazarlas, de manera que el relativismo es la condición de posibilidad de una conciencia crítica, prerrequisito a su vez de la deseable emancipación ciudadana."

Extracto de un artículo firmado por Javier Gomá Lanzón, publicado en el suplemento cultural Babelia, de El País, el 7 de julio de 2012.

sábado, 28 de julio de 2012

Oumu Sangaré en La Mar de Músicas



La Mar de Músicas, de Cartagena, es uno de esos festivales que todos los años me propongo no perderme el siguiente. Esta convocatoria me apetecía especialmente: me entusiasma la música africana, y en esta ocasión se homenajeaba a la cantante malinesa Oumu Sangaré. En su canciones fusiona el jazz con la música africana consiguiendo un sonido hermosísimo. Os dejo esta canción como botón de muestra.

"Los mundos y los días", de Luis Alberto de Cuenca

Fe de erratas

Te mentí, vida mía. Donde dije
"te quiero", pon "te quiero con locura".
Donde dije "me muero por tus huesos",
quise decir "me muero por tu carne".
Donde dije "lo nuestro es para siempre",
debí decir "lo nuestro es donde nunca",
en un mundo en que no mueren las rosas,
en un mundo de fe, libre de erratas.

Qué queda de la noche

Qué queda de la noche, vida mía.
Qué queda de tu ascenso a mis infiernos
y qué de mi descenso al paraíso
de tus ojos, velados por la niebla
del humo y del deseo. Qué ha quedado
de las llamas alegres y furiosas
que devoraron nuestros corazones.

Este despedazado panorama.
Esta desolación. Estas cenizas.


Voy leyendo, despacio, la reedición de Los mundos y los días, recopilación del mejor Luis Alberto de Cuenca entre los años 1970-2005. Intento leer los poemas ordenadamente, libro a libro, para disfrutar de ese proceso en el que su verso se va afilando, desnudándose. Brillan sus poemas. Un poemario imprescindible.

viernes, 27 de julio de 2012

Museo Evaristo Valle


A finales del XIX y principios del XX, con el auge de la burguesía industrial asturiana, creció el interés por las obras de arte y muchas casas adornaron sus paredes con pinturas de artistas autóctonos, alguno de los cuales se convirtieron con el tiempo en figuras consagradas. Tal es el caso de Evaristo Valle, uno de los pintores asturianos de mayor personalidad y calidad artística.





















Uno de estos días os mostraré su obra. Hoy me gustaría enseñaros la que fue su casa en Somió, Gijón, sede hoy de la Fundación que lleva su nombre y donde puede contemplarse una espléndida muestra de su pintura. Alrededor de la casa se extiende un jardín de árboles centenarios, macizos de flores y rincones encantadores, un lugar perfecto para pasar la tarde.





















Sentada en un banco situado en un rincón del jardín imaginé la vida en esta casa a finales del XIX, la atractiva figura del pintor paseando entre los árboles o pintando ante el caballete. Quizá sea mi natural romántico y fantasioso, pero siempre reinvento un mundo más armonioso, más bello que el que nos ha tocado vivir.

jueves, 26 de julio de 2012

El Roto


El Roto, diario El País, 21 de julio de 2012

"La expresión de la materia", de Antonio Suárez


Hace unos días os hablaba de la casa natal de Jovellanos y de cómo se había perdido su distribución original  en aras de un espacio museístico que recoge una muestra importante de arte asturiano. En unos días os mostraré algunas de las obras que más me han gustado y que conforman su exposición permanente pero, estos días, alberga una muestra pequeña, pero preciosa, de Antonio Suárez, a mi entender uno de los pintores más interesantes del la segunda mitad del siglo pasado.


Tras la Segunda Guerra Mundial, el  llamado Expresionismo Abstracto que se abre paso en Estados Unidos tiene en España su representación en un conjunto de pintores que conforman la vanguardia artística de nuestro país, varios de los cuales se agrupan en el llamado Grupo El Paso, entre los que se encontraban Antonio Saura, Rafael Canogar, Manolo Millares y Antonio Suárez.














Tanto el viaje que realiza a París en 1951 como los postulados estéticos del Grupo El Paso determinan la evolución de su pintura desde la figuración al Informalismo. Algunos lienzos son de un lirismo emocionante, en otros priman las referencias orgánicas, el protagonismo de la materia. Todos poseen una fuerza arrolladora.











La muestra lleva por título La expresión de la materia. Un pequeño conjunto de obras espléndidas que, si tenéis oportunidad, os aconsejo no os perdáis.

miércoles, 25 de julio de 2012

Cimadevilla


En el Palacio de Revillagigedo, o del Marqués de San Esteban del Mar, comienza el barrio de Cimadevilla, el antiguo barrio de pescadores de Gijón, donde me alojo. Se trata de un importante conjunto palaciego  de estilo barroco, construido en el siglo XVIII por orden del primer marqués de San Esteban, Carlos Ramírez de Jove, quien la mandó edificar en 1704 aprovechando una torre gótica del siglo XIV preexistente. Se le conoce como palacio de Revillagigedo por el condado de ese nombre que, más adelante, le fue otorgado a un miembro de la familia. En la fotografía se puede observar la aledaña Colegiata de San Juan, ante la que se encuentra la calle que da acceso al barrio. En la plaza, mirando al Puerto deportivo, una estatua de Don Pelayo.












A la izquierda,la Colegiata, y a la derecha la Casa Paquet, uno de los edificios más encantadores de Gijón, con una vista fantástica sobre el Puerto y un balcón en la esquina en el que, siendo niña, yo imaginaba a Julieta de conversación con Romeo.












Hace muchos años el barrio fue rehabilitado, recuperándose muchas de sus casas o construyendo nuevas que no desentonaran excesivamente con el entorno. Hoy abundan los bares y restaurantes, aunque no ha perdido su carácter de barrio ni sus pequeños comercios. Me gusta menos como han urbanizado las plazas, en un afán por convertirlas en pistas de patinaje que aprovechan los niños pero que, a mi entender, las ha privado de personalidad y encanto.












Durante las semanas que llevo viviendo aquí he convertido este barrio en mi casa, establecido relaciones de cariñosa cordialidad con los tenderos de los establecimientos próximos, y me he sentido tan feliz que sé cuánto me va a costar dejar de tomar café frente al mar, en la terraza que veis en la imagen de la derecha, o dejar de ver a la ansiosa gaviota de Rosi, la pescadera, cuando abro la ventana por la mañana.











Un lugar delicioso para vivir.

martes, 24 de julio de 2012

Gregorio Peces Barba, todo un caballero


Gregorio Peces Barba, asiduo veraneante de Ribadesella, solía jugar una partida al dominó con un grupo de amigos en El Gran Hotel, todos los días después del almuerzo. Mis padres, huéspedes habituales de este establecimiento, mantenían con él una relación cordial, que la distancia ideológica y los diferentes ambientes en los que se desenvolvían no maleaba. Habiéndosele ya diagnosticado a mi padre la enfermedad de Alzheimer que padece, el hotel les acogió dos veranos más, cuando los síntomas comenzaban a hacer estragos y la personalidad de mi padre se transformaba a ojos vista. Tomó entonces la costumbre de sentarse junto a Peces Barba a la mesa de los jugadores, y mantenerse allí en silencio, muy entretenido viéndolos jugar. Un día mi madre, apurada por si su presencia molestaba a alguien (muchos jugadores no soportan a los mirones), se disculpó ante Gregorio, informándole del estado de salud de mi padre e interesándose sobre esa eventualidad. Peces Barba le contestó que muy al contrario, estaban encantados de su compañía porque mi padre era "un caballerazo".

A los pocos días les visité en Ribadesella y, enterada de la anécdota, en cuanto tuve ocasión me acerqué a él, le di las gracias y le dije que era un honor para mí estrechar su mano.

Mi padre le apreciaba. Sé que si hoy tuviera conocimiento de su muerte, lo sentiría sinceramente, como estoy segura lo está sintiendo tanta gente que le trató durante sus veranos asturianos. Mi familia está apenada, y tiene una deuda de gratitud con Gregorio, no solo por lo que esta democracia le debe, sino fundamentalmente por la delicadeza, la sensibilidad y el afecto con los que trató a mi padre. También él, un caballerazo.

La casa natal de Jovellanos


La casa-palacio de la familia Jovellanos, construida en el siglo XV para Don Juan García de Jove, es una de las edificaciones más importantes de la villa gijonesa, hoy convertida en Museo de Arte Asturiano. A lo largo del tiempo sufrió dos reformas importantes, la última a cargo del padre de Gaspar Melchor de Jovellanos, en 1758. Consta de un cuerpo central con dos torres a los lados, y una capilla anexa.












Ya poco queda en el interior de la casa original, transformados los espacios para albergar el museo. Sin embargo, sí se han conservados dos estancias con algunos muebles y objetos del político y parte de su colección de pintura. Es una lástima que su magnífica colección de dibujos desapareciera durante la Guerra Civil.

Perteneciente a la aristocracia local, Jovellanos nació en Gijón el 5 de enero de 1744, hijo de Francisco Gregorio de Jovellanos, Alcalde perpetuo de la villa, y de Francisca Apolinaria Jove Ramírez, miembro de una de las familias más ilustres de la ciudad. Intelectual de gran prestigio y ambicioso reformista, fue nombrado por Godoy Ministro de Gracia y Justicia, aunque las intrigas palaciegas precipitaron su cese. En 1801 fue detenido en su casa y enviado prisionero a la isla de Mallorca.A la izquierda se ha tratado de reproducir una de las habitaciones que ocupó Jovellanos cuando regresó a su casa natal,  presidido por su retrato y dos preciosos bargueños. A la derecha, una talla de madera que lo representa, firmado por Cristóbal Ramos en 1770.



Me gustaron mucho algunas de las piezas que se conservan de su colección de arte, como el cuadro que os muestro a la izquierda, la Vista de San Lorenzo y del Campo Valdés, de Mariano Ramón Sánchez, que representa la actual iglesia de San Pedro y la casa de Jovellanos en el siglo XVIII. A la derecha, San José con el Niño, del taller de Luis Fernández de la Vega.













El Cristo crucificado de la Escuela de Anton Van Dyck y La Virgen, anónimo de la Escuela Boloñesa del siglo XVIII son dos de las piezas que se han conservado, junto a un conjunto de manuscritos, publicaciones y relatos que se muestran en una vitrina.