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miércoles, 6 de mayo de 2015

Un paseo por el Distrito Financiero

Siempre que he vuelto al Distrito Financiero me asaltan las imágenes del 11 de septiembre, del terrible atentado a las Torres Gemelas, y la escena de neoyorquinos huyendo de estas calles, irreconocibles por la lluvia de polvo. Lo recuerdo con horror. Y recuerdo mis visitas antes de esa fecha. Por alguna razón se me quedó grabada la imagen de una escultura hoy desaparecida que representaba a un ejecutivo sentado en un banco, con su cartera al lado, creo recordar que disfrutando de su almuerzo.















El Distrito Financiero es el centro de los negocios mundiales y el germen de Manhattan. El perfil de sus rascacielos apelotonándose en la estrecha punta sur de la isla quizá sea la imagen más característica de Nueva York. Llegamos a buena hora: desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde bulle de actividad, y a partir de esa hora se convierte en una ciudad fantasma. He visto a mujeres jóvenes con sus trajes de ejecutivas llegar en patines, que eran sustituidos por zapatos de vertiginoso tacón para entrar en cualquiera de estas moles de cristal y hormigón.















Aquí se encuentra Wall Street, el corazón financiero del mundo (imagino que en cuatro días tendremos que ir a China para verlo) y en su número 11 el edificio neoclásico de la Bolsa de Nueva York, símbolo del capitalismo, donde 1000 millones de acciones cambian de mano a diario. No veo mucha policía,  a diferencia de una visita en 2002 o 2003 en que estaba la zona tomada por el ejército. Recuerdo a un soldado ante este edificio, armado hasta los dientes, fotografiándose muy sonriente con los turistas. Paradojas norteamericanas.















Resulta curiosa la historia que rodea las figuras mitológicas del frontón del edificio: cuando la polución de Manhattan empezó a destruir las figuras originales de piedra, la Bolsa las reemplazó clandestinamente por copias huecas de metal, considerando inaceptable que esa institución pudiera asociarse a nada vulnerable.













Wall Street desemboca frente a la Trinity Church, cuyo campanario, de 85 metros, fue durante años el punto más alto de la ciudad. Su perfil, entre tanto rascacielos, resulta un poco incongruente, pero a mi entender simboliza a la perfección el eclecticismo reinante en la ciudad. La iglesia original fue fundada por Guillermo III en 1697. En un lateral, el pequeño cementerio que veis.

2 comentarios:

  1. Tengo entendido que esa auténtica monada de cementerio de la Trinity Church quedó absolutamente enterrado en escombros, polvo y cenizas el 11S, cosa completamente lógica dada su proximidad al Wolrd Trade Center.
    Por cierto, ese aciago día soplaba un viento bastante fuerte en dirección sur, hacia el mar ¿Has pensado alguna vez las consecuencias de si ese viento hubiese soplado justo en la dirección contraria, metiendo la colosal nube de polvo y escombros en todo Manhattan?
    Y, felicidades por la excelente descripción del paseo por el Distrito Financiero. Es tal cual lo detallas.
    A la espera de otro chispeante itinerario neoyorquino te envío mil besos desde la, en tiempos llamada, Quinta de Melquiades.

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    1. Imagino como quedaría el cementerio... y me sigue impresionando no solo la desaparición de las torres, sino también de todo a su alrededor. Qué espanto, José. Un abrazo muy fuerte, cielo

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