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martes, 17 de febrero de 2015

"Memorias de Adriano", de Marguerite Yourcenar

"Antinoo era griego; remonté en los recuerdos de aquella familia antigua y oscura, hasta la época de los primeros colonos arcadios a orillas de la Propóntida. Pero en aquella sangre algo acre el Asia había producido el efecto de la gota de miel que altera y perfuma un vino puro. Volvía a encontrar en él las supersticiones de un discípulo de Apolonio, el culto monárquico de un súbdito oriental del Gran Rey. Su presencia era extraordinariamente silenciosa, me siguió en la vida como un animal o como un genio familiar. De un cachorro tenía la infinita capacidad para la alegría y la indolencia, así como el salvajismo y la confianza. Aquel hermoso lebrel ávido de caricias y de órdenes se tendió sobre mi vida. Yo admiraba esa indiferencia casi altanera para todo lo que no fuese su delicia o su culto; en él reemplazaba al desinterés, a la escrupulosidad, a todas las virtudes estudiadas y austeras.















Me maravillaba de su dura suavidad, de esa sombría abnegación que comprometía su entero ser. Y sin embargo aquella sumisión no era ciega; los párpados, tantas veces bajados en señal de aquiescencia o de ensueño, volvían a alzarse, los ojos más atentos del mundo me miraban en la cara, me sentía juzgado. Pero lo era como lo es un dios por uno de sus fieles; mi severidad, mis accesos de desconfianza (pues los tuve más tarde), eran paciente, gravemente aceptados. Solo una vez he sido amo absoluto; y lo fui de un solo ser."

Por alguna razón de repente me han venido a la memoria los amores de Antinoo y el emperador Adriano, y los maravillosos retratos del  joven que descubrí en varios museos, durante un inolvidable viaje a Grecia que me llevó por muchos de los enclaves míticos del país: Micenas, Corfú, Delfos, Delos, Olimpia, Meteora, Atenas... He husmeado en mi biblioteca y encontrado mi ejemplar de las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, y entre muchos subrayados y esquinas dobladas hallé el momento en que el emperador conoce al que sería el amor de su vida, un texto bellísimo que no he podido resistir la tentación de compartir con vosotros.

lunes, 16 de febrero de 2015

"Desvanecimiento", de Francisco Calvo Serraller

Era un vuelo rutinario Madrid-Nueva York justo después del destemplado trémolo navideño. Temporada baja, pero con el aliciente adicional de pillar algo en las sustanciosas rebajas neoyorquinas de enero. La aeronave medio vacía dejaba confortables huecos para el asiento del pasaje y su servicio a bordo. La salida fue puntual y no hubo la menor turbulencia durante el trayecto. Como estaba previsto, en el momento indicado, se nos anunció por los altavoces que se iniciaba la maniobra de aproximación y aterrizaje, con las correspondientes noticias sobre el horario previsto del fin del vuelo y los datos meteorológicos que nos encontraríamos en Nueva York, donde, se nos advirtió, estaba nevando copiosamente. El descenso, entre tupidas nubes negras inacabables, no aconsejaba mirar por las ventanillas entonces casi sin perspectiva, de manera que, durante un tiempo psicológicamente interminable, flotamos sin visión, para remontar la altura perdida e iniciar una danza de giros, quizás en espera de poder afrontar con mejor fortuna el ansiado aterrizaje. Al cabo de un tiempo que se alargaba indefinidamente, el altavoz nos indicó que partíamos hacia otra pista sin determinar en mejores condiciones, pero, fuera donde fuese el aparato, ningún lugar parecía accesible, y, no sé cuántas veces, se abortaba la operación. A la confusión y los nervios encrespados del pasaje le siguió un abatimiento general, en el que se produjo un silencio que se confundía con el ronroneo de los motores, hasta que, al fin, percibimos como un descenso desesperado del avión. Quizás nuestra última visión fue la de una tierra que se nos venía encima y un sordo resplandor.

Era un soleado día de primeros de agosto en una hermosa playa del Cantábrico, que creía conocer al dedillo. El buen tiempo, raro por esa zona, hacía que el lecho arenoso estuviera muy concurrido de veraneantes en solaz. El mar no parecía intranquilo y todo invitaba a un baño. Buen nadador, me lancé al agua salvando las primeras líneas que tupían los metros próximos a la orilla, entregado confiadamente al rítmico movimiento de las brazadas. En un momento me detuve y miré a la todavía muy próxima costa. Vi que alguien me hacía señas desde la orilla. No le di importancia y decidí retomar el camino de vuelta por si esa preocupada buena persona pensaba que era un insensato. Lo hice enérgicamente para zanjar la cuestión. No levanté la cabeza hasta que creí que ya hacía pie. Descubrí entonces que una corriente me había arrastrado mar adentro y apenas si discernía el contorno de la playa. El pánico se apoderó de mí según se empequeñecía el horizonte terrestre. Pensé que estaba perdido. Recordé que la angustia del náufrago es tan fuerte que colapsa antes de ahogarse. Colapsé.

Paseaba despreocupadamente por un sendero de montaña un atardecer de otoño algo turbio, cuando descubrí una extraña ancha grieta en una pared rocosa que me intrigó porque parecía abrirse a un amplio pasillo, quizás el de una antigua mina abandonada o quién sabe qué. La curiosidad me llevó a adentrarme unos metros al amparo de la tenue luz que se filtraba por la entrada. De repente, me sentí caer en una fosa profunda. Al cabo de no sé cuánto tiempo, recobré el conocimiento. Estaba todo oscuro y mi maltrecho cuerpo era incapaz de moverse. No llevaba el móvil.


Me despierto una noche con la agitación de haber sufrido una terrible pesadilla, cuando observo, frente a mi cama, encima de una mesa, un ordenador encendido que parpadea. Veo en él escrito un texto donde se relatan tres accidentes mortales, cuyo autor lleva mi nombre, acompañado de la fecha de mi nacimiento y la de mi misteriosa desaparición. No comprendo lo que pasa. Intento salir de mi cuarto, pero no encuentro la puerta. ¿Estaré soñando? ¿Seré yo acaso un accidente? ¿Una consciencia fantasmal? ¿Un ente de ficción? Me entra una rara lasitud. Me desvanezco.

Francisco Calvo Serraller, diario El País, 7 de febrero de 2015.

domingo, 15 de febrero de 2015

Mañana de sábado

Mañana de sábado. Después del paseo matutino, y el segundo desayuno con prensa y suplemento cultural recojo de mi casillero un poemario que he encargado a Valparaíso Ediciones, Almudena, de Luis García Montero, un conjunto de poemas de amor escritos a través de los años, dedicados a Almudena Grandes, mujer del poeta. Llego a casa, me sirvo un aperitivo y pongo en marcha el cd que estos últimos días escucho una y otra vez, Francesca de Rimini, de Chaikovski, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Chicago dirigida por Barenboim.

(...)
Y aquí estoy yo,
que voy soltando amarras hasta quedarme tuyo
y camino hacia el mar
con los ojos cerrados,
como una barca deja su refugio,
una barca feliz que se repite:
no me ha sido posible,
porque nada me importa,
solo tu piel,
la piel de una tormenta.

Da vergüenza decirlo.


Se desata el Infierno de Dante, torbellinos de fuego, Francesca y Paolo penando su amor.

(...)
Seguro que tú puedes porque lo piensas todo,
pero yo nada encuentro,
nada encuentro en mí mismo
que no viva rendido a ser memoria,
amor de ti,
sombra de lo que existe porque te pertenece.

De repente, se aquieta el fragor, se remansa la tormenta que abrasa a los amantes en un eterno castigo y surge la voz de Francesca hablando de amor. Dante le escucha conmovido. Y yo sigo leyendo a García Montero en su amorosa declaración a Almudena.

No existe libertad que no conozca
ni humillación o miedo
a los que no me haya doblegado.
Por eso sé de amor,
por eso no medito el cuerpo que te doy,
por eso cuido tanto las cosas que te digo.

Cierro el libro y me entrego a la música. Cuando calla Francesca, vuelve a rugir el Infierno. Condenados a soledad perpetua y a la perpetua espera. No puedo resistirlo.

sábado, 14 de febrero de 2015

La Gewandhausorchester de Leipzig,con Riccardo Rachlin al frente: una noche mágica en el Auditorio

No sé qué hados se confabularon anteayer, pero viví una de las experiencias musicales más felices que recuerdo. En Ibermúsica, el "programa milagro" auspiciado por Alfonso Aijón, estamos habituados a que las mejores orquestas del mundo nos ofrezcan  conciertos memorables, pero hay ocasiones en que tiene lugar algo mágico que convierte el concierto en una experiencia inolvidable. Seguramente tendrá que ver con mi estado de ánimo, con mi disposición hacia una música concreta en ese preciso instante, pero en ocasiones se produce esa conexión mágica y sucede el milagro. Eso me ocurrió con la interpretación que la Gewandhausorchester y el violinista Julian Rachlin hicieron del Concierto para violín y orquesta en Re mayor de Chaikovski, para mi gusto uno de los conciertos más hermosos que existen y que, junto con La patética, sirvió de Requiem en el funeral del compositor. Rachlin tocó extraordinariamente, y la orquesta estuvo magnífica. Una belleza de concierto.
La segunda parte estuvo dedicada a la Sinfonía núm. 2 en Mi menor de Rachmaninoff, una sinfonía preciosa, con un primer movimiento solemne y misterioso que me entusiasma.

Os ofrezco ambas piezas: primero, el Concierto para violín y orquesta en Re mayor de Chaikovski, y después la Sinfonía núm. 2 en Mi menor de Rachmaninoff, interpretada por la Royal Concertgebouw bajo la dirección de Mariss Jansons.






viernes, 13 de febrero de 2015

Ser abuela

Fin de semana con mi nieto. Uno de nuestros mejores planes: pasar un rato largo en La Casa del Libro. Nada más entrar cada uno se dirige a su sección favorita y luego nos encontramos en la primera planta, en la sala de lectura. Allí desplegamos nuestros hallazgos y comenzamos la lectura de aquello que hayamos decidido llevarnos. Él, con verdadera avaricia lectora, procura acabarse uno o dos comics en la propia tienda y luego convencerme para llevarse otros tantos. Yo rebusco entre las ediciones de bolsillo después de haber echado un vistazo a las novedades, que se salen completamente de mi presupuesto.
Y he encontrado una joya que comencé inmediatamente a leer y de la que no me he separado. Un libro gozoso, escrito por una premio Nobel, Elena Poniatowska, de la que no había leído nada hasta ahora. Se trata de la biografía de una mujer excepcional que siempre me ha fascinado, cuya obra pictórica es, para mi gusto, de las más interesantes del pasado siglo: Leonora Carrington. En otra entrada os hablaré de ella.
Después de un rato, temiendo que un empleado venga a recordarnos que estamos en una librería y no en una biblioteca, después de que mi nieto haya devorado dos libros y esté a punto de arrancar con el tercero, decidimos ir a merendar a la vecina Viena Capellanes. Y allí seguimos leyendo, entre señoras envisonadas y parejas de novios. Hacemos tiempo hasta las siete y media, hora a la que empieza la película que vamos a ver. Levanto la vista de Leonora y le miro. No es posible querer más a alguien. Nada comparable a la felicidad de "la abuelez".

jueves, 12 de febrero de 2015

La colección Abelló en el Palacio de Cibeles

Después de la fantástica exposición de la colección de arte de la Casa de Alba, la de la familia Masaveu y la de la galerista Helga de Alvear, ahora le toca el turno a la nada desdeñable colección de Juan Abelló, que hasta primeros de marzo se puede contemplar en el Palacio de Correos de la Plaza de Cibeles, en Madrid. Una soberbia colección, que reune obra de artistas de primera fila tanto nacionales como internacionales, desde Berruguete o El Greco, a Ribera, Zurbarán, Murillo, Canaletto, Goya, Rusiñol, Casas, Nonell, Sorolla, Fortuny, Gris, Bonnard, Braque, Léger, Klee, Rothko, Picasso, Miró, Dalí, Van Gogh, Degas, Modigliani, Klimt, Schiele, Grosz, Kandinsky, Munch, Matisse, Bacon y Tàpies, entre otros. Distintos estilos y épocas, un conjunto de piezas espléndidas de las que he seleccionado una muestra para compartir con vosotros.















Si me dieran a escoger un solo cuadro elegiría el maravilloso dibujo con el que abro el comentario, el retrato de la mujer del pintor,  Doña Josefa Bayeu, realizado por Goya en 1805. Imagino a doña Josefa sentada en la cocina o en la sala de estar de su casa, interrumpiendo una labor para permitir que su marido, sentado a pocos metros, dibujara su perfil, se demorara en la toca que cubre su cabello y en su bondadoso rostro. Abajo, a la derecha, otro precioso dibujo, Cabeza de una campesina, de Vincent van Gogh; y a la izquierda, de Salvador Dalí, Retrato del padre del artista y su hermana. Si os gusta el dibujo no dejéis pasar esta exposición. Solo he elegido tres, pero la muestra ofrece muchos más de altísimo interés.
















Sobre estas líneas, dos cuadros excelentes: el retrato de Juana Galarza de Goicoechea, realizado por Goya en 1810 (se expone junto con el protagonizado por su marido, Martín  de Goicoechea, que no os ofrezco por falta de espacio), y El joven gallero, de Murillo. Me fascina este cuadro, el retrato de este niño de recién estrenada pubertad; su gesto infantil (me recuerda a mi nieto) contrasta con algo resabiado que brilla en su mirada, los ojos de alguien acostumbrado a sacarse las castañas del fuego, a sobrevivir en el mundo no siempre amable de los adultos.
















Otros dos clásicos: El olfato, de José de Ribera (uno de mis pintores fetiche), firmado en 1615; y La estigmatización de San Francisco, de El Greco, de 1580. No es de los Greco que más me gustan, pero desde que me sumergí en su obra, a raíz de las exposiciones organizadas con motivo de su centenario, me atrae su pintura como un imán. Y termino con un pintor que me encanta, Canaletto. Sus bellísimas "postales"venecianas me resultan deslumbrantes. Aquí os ofrezco dos: El Gran Canal de Venecia desde el Campo, y El muelle de Venecia próximo a la Plaza de San Marcos, ambos de 1729. Siempre que he ido a Venecia me ha dado la impresión de navegar sobre un cuadro de Canaletto. Venecia, suspendida en el tiempo.









miércoles, 11 de febrero de 2015

Quevedo, "Miré los muros"

Miré los muros


Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía          
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,             
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.


Chris Botti y Sting: "My Funny Valentine"



Vuelvo a traeros mi canción, en esta ocasión una versión que estoy segura os entusiasmará.


martes, 10 de febrero de 2015

Relatos salvajes, de Damián Szifrón

Basta con que vea el nombre de Ricardo Darín en el cartel de una película para que sienta una atracción irrefrenable por entrar a verla. Me encanta este actor. Creo que no me ha decepcionado jamás. Siempre le creo, me hipnotiza haga lo que haga. Y en Relatos salvajes está genial, como siempre. Solo por ver su actuación, por ver su mirada y el gesto de su cuerpo inclinado hacia el empleado del servicio  de la grúa municipal (lo veis en la fotografía de abajo), su manera de caminar después de haberle soltado cuatro frescas a la recepcionista de la empresa a la que va a pedir trabajo, aunque solo fuera por eso merecería la pena entrar en el cine.











Relatos salvajes, dirigida por Damián Szifrón (argentino, no he visto jamás nada suyo) y producida por los hermanos Almodóvar, es una comedia estupenda sobre lo que ocurre cuando, en vez de controlar nuestro cabreo cuando alguien abusa claramente de nuestra paciencia, damos rienda suelta a la ira y desatamos a todos los demonios. Una película hilarante y unos personajes geniales con los que fácilmente nos sentimos identificados. Si queréis pasar un buen rato. no os la perdáis.

Este es el trailer:

lunes, 9 de febrero de 2015

La estrategia del miedo

"Lo que asusta es poner en manos desconocidas la ingente tarea de recomposición de nuestro entramado territorial y social. Lo que aterra es encargar esa delicada tarea, que exigirá recuperar los consensos políticos que son necesarios para la reforma acotada de nuestra Carta Magna, a quienes quieren demoler el edificio barriendo -literalmente- la Constitución". Ramón Jaúregui dixit, en su artículo Partido de país publicado por el diario El País el pasado 29 de enero, el mismo día y en la página vecina a la que ocupaba la viñeta de El Roto con la que abro este comentario.











Asisto entre atónita, indignada, regocijada, hastiada y preocupada a lo que estamos viviendo estos últimos tiempos en España. Atónita porque nunca pensé asistir a un espectáculo tan denigrante como el que los medios de comunicación y los partidos políticos nos ofrecen a diario a raíz de las expectativas electorales de Podemos; indignada por el desprecio a la inteligencia de los ciudadanos de la que hacen gala medios y partidos, la manipulación permanente, su falta de moralidad y vergüenza; regocijada ante la respuesta ciudadana, cuyo desafecto es directamente proporcional a la iracundia de sus ataques; hastiada porque no hay día en que el acoso y derribo a Podemos no acapare el interés mediático, en menoscabo de mejores análisis y mayor interés informativo; y preocupada porque, entre tanta manipulación y mentiras, se nos está hurtando un debate serio y en profundidad sobre los diferentes proyectos políticos que cada partido debería presentar a la ciudadanía.
Esta campaña del miedo me recuerda a la que vivimos cuando, en plena Transición, el PSOE se anunciaba ganador de las elecciones. Recuerdo el miedo de la derecha tradicional, aún afecta al régimen franquista, anunciando quema de Iglesias y venganzas comunistas. Vivir conlleva riesgos, solo el inmovilismo nos acerca a la muerte. Hoy es el poder el que tiene miedo, y el poder siempre está vinculado al dinero. No sé qué será lo mejor para nuestro país, no sé hacia dónde terminará decantándose mi voto, pero os aseguro que no será el miedo quien guíe mi mano.
(Por cierto, ¿nadie le puede recordar a Alemania que en 1953, en virtud del Acuerdo de Londres, 25 países acreedores, entre los que estaban Grecia y la arruinada España, firmaron una quita del 62% de las deudas contraídas por el país germano? Según los expertos, esta reestructuración fue clave para su recuperación. Alemania no terminó de pagar su deuda hasta octubre de 2010).

sábado, 7 de febrero de 2015

La Filarmónica de Londres y la "Patética" de Chaikovski

Suele ocurrir que la programación del Auditorio concentre un mayor número de conciertos a principios de año, ignoro el motivo, pero no es infrecuente una semana con tres y cuatro conciertos como la que acabo de vivir. Más que abrumarme, me encanta que esto suceda, porque me sumerjo en una burbuja de música que me anestesia de otros dolores. Luego, en casa, escucho una y otra vez los temas que escuché allí, o me hago una escapada a FNAC a la caza de una determinada versión de una pieza que no encuentro en mi discoteca.

La semana pasada se cerró con un broche de oro. La Filarmónica de Londres, con Vladimir Jurowski a la cabeza (con él inauguramos el primero de Octubre la presente temporada de Ibermúsica: no os lo conté entonces porque había dejado a Mi casa en stand by vacacional) nos ofreció un programa estupendo: el maravilloso preludio de Tristan e Isolda, de Wagner, una de esas piezas perfectas que nunca me cansaría de escuchar, una de las composiciones de amor más hermosas escritas jamás; y la Sinfonía núm. 6 de Chaikovski, la Patética, una sinfonía desgarradora, bellísima, que a mi siempre me rompe el corazón. Siento al compositor vislumbrar la muerte, le siento luchar por agarrarse a la vida; celebrar la alegría para, por fin, ser derrotado y morir. Chaikovski escribió su propio réquiem, un lamento desgarrador que siempre me trastorna. Demasiada belleza.

Olvidaba contaros que, en medio de ambas maravillas, la espléndida chelista Sol Gabetta interpretó como solista el Concierto para violonchelo y orquesta núm. 2 de Shostakovich  que no conocía y en el que fui incapaz de entrar.

Os dejo con ella, en una versión maravillosa a cargo de la Royal Concertgebouw, con Mariss Jansons a la cabeza:

viernes, 6 de febrero de 2015

"Rinoceronte", de Ionesco, en el María Guerrero

Voy a ver Rinoceronte, la fábula dramática escrita por Eugène Ionesco en 1959, con una cierta prevención, pese a las excelentes críticas que el montaje de Ernesto Caballero ha recibido, temiendo que el texto haya envejecido mal y dos horas de discurso se me hagan insoportables. Nada más lejos de la realidad. El trabajo de Caballero en la adaptación del texto y la dirección me parece espléndido. Sin perder ni un ápice de su profundidad, de su fuerza metafórica, de su luminosidad, el montaje es ágil y vivaz, los actores rezuman frescura y tablas y el espectáculo resulta fascinante.











Ionesco escribe Rinoceronte pensando en los totalitarismos que asolaron Europa el pasado siglo, en una denuncia  mordaz sobre la falta de conciencia crítica de la sociedad, sobre el adocenamiento y la fuerza de atracción de la masa a la hora de uniformizar conciencias y comportamientos. Y su crítica pone de relieve la soledad del resistente, de aquel que no sigue el camino marcado por la mayoría y se rebela. Un tema eterno, de absoluta actualidad.











Excelente el trabajo actoral, particularmente el de Pepe Viyuela como Berenguer y Fernando Cayo como Juan. No estará mucho más tiempo en cartel, así que, si tenéis ocasión, no la dejéis pasar.

jueves, 5 de febrero de 2015

Jaime Gil de Biedma, un poema en el aniversario de su muerte

Canción de aniversario

Porque son ya seis años desde entonces,
porque no hay en la tierra, todavía,
nada que sea tan dulce como una habitación
para dos, si es tuya y mía;
porque hasta el tiempo, ese pariente pobre
que conoció mejores días,
parece hoy partidario de la felicidad,
cantemos, alegría!

Y luego levantémonos más tarde,
como domingo. Que la mañana plena
se nos vaya en hacer otra vez el amor,
pero mejor: de otra manera
que la noche no puede imaginarse,
mientras el cuarto se nos puebla
de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,
y de historia serena.

El eco de los días de placer,
el deseo, la música acordada
dentro del corazón, y que yo he puesto apenas
en mis poemas, por romántica;
todo el perfume, todo el pasado infiel,
lo que fue dulce y da nostalgia,
¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces
soñabas y soñaba?

La realidad -no demasiado hermosa-
con sus inconvenientes de ser dos,
sus vergonzosas noches de amor sin deseo
y de deseo sin amor,
que ni en seis siglos de dormir a solas
las pagaríamos. Y con
sus transiciones vagas, de la traición al tedio,
del tedio a la traición.

La vida no es un sueño, tú ya sabes
que tenemos tendencia a olvidarlo.
Pero un poco de sueño, no más, un si es no es
por esta vez, callándonos
el resto de la historia, y un instante
-mientras que tú y yo nos deseamos
feliz y larga vida en común-, estoy seguro

que no puede hacer daño.

miércoles, 4 de febrero de 2015

St. Petersburg Philharmonic Orchestra nos trae a Chaikovsky

La primera vez que escuché a esta orquesta fue en su sede de San Petersburgo, durante un inolvidable viaje a esta ciudad, una de las más bellas del mundo. No recuerdo exactamente el programa, pero juraría que se trataba de piezas rusas. Revivo la emoción que sentí y lo conmovida que atravesé un parquecillo que separaba la Philarmonia de nuestro hotel, con la música aún meciéndome. Eran las noches blancas, y el sol nocturno confería un color especial a la ciudad, una atmósfera mágica que casaba perfectamente con el estado de ánimo en el que me sumió el concierto.
Tampoco olvidaré fácilmente el que nos ofreció hace unos días en Madrid. Un programa de lujo: Francesca da Rimini (Fantasía), seguida de las Variaciones rococó para violonchelo y orquesta, de Chaikovsky, esta última con Pablo Ferrández como solista, muy aplaudido por el público, que como propina nos ofreció Zarabanda, de Bach, y El cant dels ocells, de Pau Casals. Tras el descanso, la Suite sinfónica "Sheherazade".

Francesca da Rimini  es una pieza preciosa, que disfruté doblemente al haber visitado hace poco tiempo el lugar donde se desarolla la historia que inspiró al compositor ruso. Fue en el Castillo de Grandara, en la Umbría italiana, donde en 1285 tuvo lugar la tragedia que inmortalizó los amores de Francesca y Paolo al ser recogida por Dante veinte años después en La Divina Comedia. La joven era hija de Guido da Polenta, y estaba casada con Giovanni Malatesta de Rimini, pero amaba a su hermano Paolo, que la correspondía. Cuando el marido descubre el adulterio, les asesina. Os muestro el castillo y la habitación donde fueron sorprendidos y asesinados los amantes.











A partir del verso 121 del canto V de la Divina Comedia, Francesca inicia su relato:

“Nessun maggior dolore
che ricordarsi del tempo felice

nella miseria...”

Francesca y Paolo leían un día la historia del caballero Lanzarote y la reina Ginebra, cuando sufrieron un rapto amoroso y se besaron. Quel giorno piú non vi leggerno avante, concluye Francesca la crónica de su desgracia. A Dante le impresiona tanto la tragedia que lleva a los amantes al Infierno, y allí los encuentra Chaikovski. Escuchando su música revivimos su sufrimiento, los tormentos del Infierno y la dulzura de la voz de Francesca hablando de amor. Una belleza. Escuchadla:




martes, 3 de febrero de 2015

El Estado Islámico ordena la ablación de todas las mujeres en el norte de Irak

Con el objetivo de "alejar a las mujeres del libertinaje y la inmoralidad", el Estado Islámico ha proclamado una ley por la cual todas las mujeres de entre 11 y 46 años de la ciudad de Mosul (la segunda en importancia de Irak, al norte del país) deberán someterse a una ablación del clítoris. Así lo ha dictado el atoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi, y podría afectar a cuatro millones de mujeres. Un portavoz de la policía de la ciudad ha declarado que "la decisión fue tomada como un regalo de  al Bagdadi  a la gente de Mosul".

"La isla mínima", de Alberto Rodríguez

En España se está haciendo un cine de gran calidad, y tiene mérito dado el empeño de la Administración por acabar con esta industria. Me ha gustado mucho La isla mínima, mucho. El guión es espléndido, la historia poderosa, el trabajo de los actores fantástico. Me ha encantado la construcción de los personajes, llenos de luces y sombras, tan creíbles. La precisión con la que dibuja la España profunda. La historia no da tregua, los diálogos no tienen desperdicio.











Me parece un acierto haber elegido las marismas del Guadalquivir para localizar la trama; un lugar tan hermoso y tan brutal, un lugar tan inhóspito tiene que marcar a sus habitantes. Me ha gustado mucho la fotografía, a cargo de Álex Catalán. De libro la dirección de Alberto Rodríguez y el trabajo de todos los actores, especialmente de Javier Gutiérrez, Raúl Arévalo y Antonio de la Torre. No os la perdáis.











Os ofrezco el trailer:

lunes, 2 de febrero de 2015

Espumas

"El mar sonríe a lo lejos/ Dientes de espuma/ Labios de cielo", cantaba García Lorca. No sonríe este mar que contemplo desde lo alto del acantilado, asomada al Atlántico. Da un poco de miedo, estrellándose con estrépito contra las rocas.












Adoro estas aguas batidas, el encaje que la espuma dibuja sobre su superficie. Me hipnotiza. Contemplando tanto frenesí siento una extraña paz. Me vacío.



domingo, 1 de febrero de 2015

Sin miedo!!!

Decenas de miles de ciudadanos nos reunimos ayer por la mañana en el centro de Madrid para exigir un cambio en las políticas que están acabando con el estado del bienestar y con las libertades, que tanto costaron conquistar. Miles de ciudadanos nos manifestamos de espaldas a la campaña del miedo que muchos medios de comunicación han desatado, una campaña patética que solo deja en evidencia su propio temor a perder los privilegios de los que gozan.












Siempre es un motivo de alegría salir a la calle, mezclarte con la gente y exigir lo que es tu derecho. No callar, no bajar la cabeza, no resignarse. Ejercer la libertad, una enorme alegría.












Mucha gente joven, muchos padres con niños pequeños y muchísimas personas mayores. Me recordó a la manifestación del 15 M. Todavía hay esperanza.