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lunes, 4 de febrero de 2013

Con Bernhard en la Plaza de San Ildefonso

Inmersa en las turbulencias que este aciago 2013 han traído a mi vida, recalo en una preciosa placita, de esas que abundan en el centro de Madrid, uno de los lujos impagables que ofrece esta ciudad. Es la Plaza de San Ildefonso, muy cerca de Tribunal, a la que da nombre una iglesia encalada de interior umbroso y humeante junto a cuyo lateral, sentados en círculo en el suelo, un grupo de chicos jóvenes cantan y tocan la guitarra. No son los clásicos músicos ambulantes que esperan una propina por entretener al respetable, son simplemente un grupo de amigos reunidos disfrutando de su música. Así que me siento en una de las terrazas de la plaza dispuesta a pasar un rato con Helada, de Thomas Bernhard, mientras espero a mi hija. Después de Extinción no he sido capaz de salir de Bernhard, pese a que soy consciente de que su lúcido pesimismo, su mirada brutal, no es quizá lo que más necesito en estos momentos. Pero el austriaco me ha deslumbrado e, hipnotizada, no puedo evadirme de sus palabras. Dice: " La noche cae aquí muy súbitamente, como un trueno. Como si, obedeciendo una orden, bajara un gigantesco telón de acero, separando una mitad del mundo de la otra totalmente. Sea como fuere: la noche cae entre un paso y otro. Los colores, desesperadamente apagados, se diluyen. Todo se apaga. No hay transición".

Pero el sol me da en la espalda, suenan las jóvenes voces de los músicos y una dulce somnolencia se va apoderando de mi. Me abandono, cierro el libro y dejo la mente vagar mientras observo a los vecinos en su ir y venir. Que sosiego. Visito los servicios de un restaurante cercano y esto es lo que me encuentro.
























A ratos, la vida es amable.

2 comentarios:

  1. Mi querida Sol, en un rato que me tomé para salir del caos de mi mente y ver cómo paliar la angustia entré para ver tu blog . Cuando ví la foto de la plaza, tan linda y acogedora,la lectura de ese libro, el sol y la somnolencia, lentamente se fue yendo la opresión de mi garganta. Comencé a respirar mejor y, de pronto, esas fotos de los servicios del restaurante...una carcajada repentina que ahora persiste en una sonrisa y me dije:"Le escribo" Hace rato que no podía sonreir . Gracias!
    Celia Romero

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    1. Qué gusto despertar tu sonrisa. Un beso enorme, Celia.

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