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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Paseando por el Bürgerpark Bamberger Hain

Muchas mañanas temprano vengo a caminar a este parque del que os hablé recién llegada a Bamberg. Es una vieja costumbre:cuando llego a una ciudad, lo primero que hago es investigar si cerca de mi alojamiento hay un parque, un bosque, un paseo a la orilla del río, algo que me permita calzarme las zapatillas y echarme a andar muy temprano. Si es verano, antes de que el sol apriete; en invierno, cuando todavía el frío corta la cara como un cuchillo y poco a poco vas entrando en calor, los músculos se desentumecen y sientes que acabas de bautizar el mundo.























El Bürgerpark Bamberger Hain me enamoró en cuanto lo descubrí, a un lado de uno de los dos brazos del río Regnitz, algo más allá de Villa Concordia. Lo he caminado en varias ocasiones, a ratos siguiendo el cauce del río, otras veces adentrándome entre los árboles, pero siempre con el cielo cubierto y esa luz blanca que me encanta. Así lo fotografié a diario, hasta hoy, que ha asomado el sol y lo ha hecho brillar.


























Y así os lo traigo, con esta luz algo más tibia (nada parecida a la nuestra en días soleados),pero que arrancó a las hojas y al agua tonalidades y brillos hermosísimos. Camino sola; muy de tarde en tarde me cruzo con personas mayores paseando a sus perros o me adelanta un ciclista o un joven haciendo footing. Me sonríen al pasar: deben corresponder a la mía, la cara de boba que la felicidad que siento me pone.















Escucho ópera desde mi móvil. Ángela Gheorghiu, Anna Netrebko, José Carreras, Pavarotti, Plácido Domingo. Arias de Carmen, Tosca, Rusalka, Madama Butterfly, Don Giovanni, Tannhausen... Qué felicidad.












Ya de vuelta, Villa Concordia brilla reflejada en el río.

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