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viernes, 16 de noviembre de 2012

Torres y rascacielos. De Babel a Dubái

"Tocar el cielo con las manos". Cuántas veces hemos definido con esta frase esos momentos en los que sentimos alcanzar la plenitud, lo imposible, el summum. Conquistar las alturas, alcanzar las nubes. Para los creyentes, acercarnos a Dios. El hombre y sus desafíos. Ese afán por llegar más allá nos ha acompañado desde siempre. La evolución de las construcciones que, superando las dificultades materiales, se elevaban hacia el cielo es el leitmotiv de la exposición que nos ofrece Caixa Forum a través de una serie de maquetas, pinturas, grabados y fotografías.












Comenzando por la Torre de Babel, el mito de la torre en espiral que se elevaba hasta el cielo y que a lo largo de la historia inspiró a tantos artistas. Sobre estas líneas, la interpretación que nos dejó Brueghel el Viejo. Junto a ella, el Faro de Alejandría, una de las 7 maravillas del mundo antiguo. Construida bajo el reinado de Ptolomeo I y II, en el siglo III a.d.C., medía más de 100 metros de altura y servía como guía para navegantes.










Durante mucho tiempo la arquitectura estuvo al servicio del poder religioso, y fueron las construcciones dedicadas a los dioses las que tendían hacia lo alto. Los minaretes de las mezquitas, como en el caso de Santa Sofía, más tarde convertida en iglesia, uno de los templos más hermosos que conozco; o las torres de las catedrales, como la de Burgos, que os muestro a la derecha. Lo mismo sucede con las edificaciones religiosas más orientales. Tal es el caso de la Pagoda de Nankín, con la que abro el comentario. Se trata de una torre budista realizada en porcelana, ideada por el emperador Zhu Di Yongle, de la dinastía Ming, construida a principios del siglo XV. De 80 metros de altura, fue considerada como la 8ª maravilla del mundo. Por desgracia, desapareció en 1854.











Desde finales de la Edad Media, con el afianzamiento del poder civil, las torres dejan de ser patrimonio de la religión y pasan a formar parte de las edificaciones laicas. Buen ejemplo de ello son los edificios que conforman la Grand Place de Bruselas. En 1887, con motivo de la celebración del centenario de la Revolución Francesa y en el seno de la Exposición Universal de París, se construye una obra de ingeniería colosal, la Torre Eiffel, para la que son necesarias, además de unos cimientos descomunales, la fabricación de 18.038 piezas de hierro diferentes. Hoy, cuando se ha convertido en la imagen de París, sorprende pensar que sufrió el rechazo de muchos parisinos, que la consideraron antiestética, "más apropiada para la bárbara América" que para la sofisticada Francia. En la muestra se expone una serie fantástica de fotografías que muestran el proceso de construcción, propiedad del Museo de Orsay.











Y llegaron los rascacielos, impulsados por el gran incendio de Chicago, de 1871. El primero fue el Home Insurance Building, de 42 metros y diez plantas, levantado en esta ciudad por William Le Baron Jenney en 1885. Os lo muestro a la izquierda. Y, a la derecha, el Flatiron, o Edificio Fuller de Nueva York. Me encanta este edificio triangular, construido en 1900-1902. Consta de 22 plantas y 87 metros de altura. Fue diseñado por Daniel Burnham. Luego vendrían el Empire State, el Edificio Chrysler y el resto de rascacielos que hacen de Nueva York una de las ciudades más hermosas del mundo. Los rascacielos se convirtieron en icono, y otras ciudades del mundo los importaron, dotándoles de nueva personalidad. Un cierto manierismo sustituyó a los perfiles clásicos americanos. Shangái, Hong Kong, Kuala Lumpur, Taipei, los Emiratos Árabes también conquistaron el cielo.











En 2009 se terminó de construir Burj Khalifa, en Dubai, diseñado por el estudio SOM de Chicago. Con sus 828 metros es, hasta el día de hoy, el edificio más alto del mundo. A su derecha, el One Word Trade Center, en Nueva York, construido en la Zona cero, deberá estar terminado en 2013.

1 comentario:

  1. Estupenda información. Esta exposición no me la quiero perder y aunque las altas torres me producen vértigo, en maquetas y fotos son otra cosa.
    Un abrazo y gracias por las fotos del botánico, me han traído recuerdos muy entrañables.

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