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sábado, 29 de diciembre de 2012

La isla del tesoro está en la Fundación Juan March

La isla del tesoro. Arte Británico desde Holbein a Hockney. El título de la exposición que cuelga de las paredes de la Fundación Juan March, en Madrid, es al menos llamativo. La isla del tesoro remite inmediatamente a la novela de aventuras de Stevenson, también británico, y con él los organizadores pretenden insinuar que no todo está explorado en la isla, que aún guarda tesoros artísticos de gran valor desconocidos para el gran público. Y para subsanarlo nos propone un recorrido por más de cien obras de arte, desde el retrato de Sir  Thomas Wyatt el Joven, pintado entre 1540 y 1542 por Hans Holbein, maravilloso cuadro con el que abro el comentario, hasta verdaderos iconos del arte del siglo XX, como Hockney, Freud o Bacon.
















La exposición es realmente extraordinaria y muchas las obras que me enamoraron, la mayor parte desconocidas para mí. Fijaos en el retrato que os muestro a la izquierda, y que me dejó colgada como un pájaro ante una serpiente. Se trata de Catherine Carey, condesa de Nottingham, pintada en 1597 por Robert Peake El Viejo, a quien no había oído nombrar en mi vida. Una mujer imponente, plena de dignidad, suntuosamente vestida, con esa medio sonrisa bailándole en los labios, te mira desde una distancia infinita y no puedes apartar de ella los ojos. Las colosales dimensiones del cuadro agigantan aún más su presencia. Junto a ella, una deliciosa miniatura, el retrato de la escritora y mecenas del siglo XVI Mary Herbert, Condesa de Pembroke. Al igual que otras damas de la época, Lady Mary recibió una sólida formación humanista que le permitió traducir, entre otros, a Petrarca. Su casa de campo, Wilton House, en Wiltshire, se convirtió en un centro de encuentros para científicos, escritores e intelectuales de la época. La miniatura está firmada por Nicholas Hilliard en 1590.















Sobre estas líneas, Lady Jane Thiornhagh retratada por William Larkin en 1617 cuando muy probablemente estaba embarazada de su primer hijo, como señalaría la mano izquierda apoyada en el vientre. Me llamó la atención su escote, su blanca piel surcada de venas azules bajo el tul del vestido, y el sorprendente estampado de este, los bordados figurando monstruos marinos, aves exóticas, insectos, frutos y flores. A la derecha vemos a la reina Enriqueta María firmada por Anthony Van Dyck en 1632. De mano de Van Dyck llega a Londres la influencia de pintores como Tiziano, se acentúa la suntuosidad de la pintura. Enriqueta María era hija de Enrique IV de Francia y de María de Médicis, una princesa católica, por tanto, en la corte del rey protestante Carlos I. Pese a su falta de popularidad fue feliz en su matrimonio. Tras la ejecución del rey en 1649, cuando estalla la revolución, se exilió y murió en Francia.















La preciosa miniatura que veis sobre estas líneas es obra de John Hoskins y representa a Frances Cranfield, condesa de Dorset, en 1637. Se trata de una acuarela sobre vitela, pintado con gran exquisitez de detalles, una pequeña joya que me encantó. A su lado, Miss Martha Carr, retratada por Thomas Lawrence en 1789 muy probablemente con motivo de su enlace matrimonial con el terrateniente de Essex Thomas Chinnall Porter. Quizá en la fotografía no se pueda apreciar bien, pero me llamó la atención la brillantez de las telas, su textura, y el aire saludable de la joven que parece indicar una vida al aire libre, lejos de las palideces cortesanas, más habituales.















Comparte ese aire saludable Flora Macdonald, arriba a la derecha, una joven escocesa hija de un granjero de South Uist que ayudó al príncipe Carlos Eduardo Estuardo a huir a Skye tras su derrota en la batalla de Culloden, en 1746. A causa de ello Flora fue encarcelada en la Torre de Londres. Este retrato fue realizado por Allan Ramsay en 1749, tras ser excarcelada y poco antes de casarse con  Allan Macdonald de Kingsburgh, miembro de uno de los clanes escoceses más importantes. Y termino con el encantador retrato de Anne Isabella Milbanke, una mujer singular que John Hoppner retrata a los ocho años, en 1800. Fue una niña superdotada que estudió a los clásicos, filosofía y matemáticas, esta última materia en la que destacó toda su vida. En 1812 conoció a Lord Byron, que la persiguió obsesivamente hasta que logró casarse con ella tres años después. Él la llamaba "la princesa de los paralelogramos". Tuvieron una hija, Ada. Pero el matrimonio no funcionó. En el acta de separación, Anna Isabella lo acusa de sodomizarla, de practicar incesto con su hermanastra y de homosexualidad. Pero nunca pudo olvidarlo.

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