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jueves, 22 de noviembre de 2012

Hoy

"Las fotos de infancia espolean la memoria, como lo hace una canción, un sabor o un perfume, pero provocan una considerable sensación de irrealidad. ¿Quién era ese niño que ni siquiera se me parece? ¿Existió realmente? En esas fotos primeras echamos en falta, como en ningunas otras, la trimensionalidad de la cámara cinematográfica. Necesitaríamos que se abrieran por los lados, que el triciclo del niño echara a andar, y que el reconocimiento de lo que había alrededor certificara la existencia de la criatura. Si, aquellos eran sus dominios. En la tridimensionalidad entraría el color malva de aquella tarde (pero la foto es en blanco y negro), y el volumen afilado de la esquina de la mesa. Y faltan los sonidos: aquellos pájaros, aquellas campanadas, aquellas voces de la radio".
Leo el artículo La vida bajo el agua que firma Marcos Ordoñez en la edición del diario El País del 15 de noviembre sentada al lado de mi padre, mientras escuchamos las Rapsodias húngaras de Liszt y él contempla atentamente las fotografías de una revista. Estos días, preparando un regalo familiar, he manejado fotos de mi infancia y he tenido sensaciones parecidas a las que describe Ordoñez, junto con esa nostalgia del tiempo ido que siempre me acompaña. Ahora, junto a mi padre, mirando sus manos, recuerdo una concretamente en la que se me ve tratando de dar mis primeros pasos, agarrada a las manos de mi padre y mi abuela. Y he sentido una intensa sensación de felicidad. Si así lo deseo puedo volver la cabeza y mirarle, puedo besarle, acariciarle la mano, compartir con él esta música que él me enseñó a amar. Y pienso que si alguien nos fotografiara ahora, cuando volviera a ver esa imagen dentro de unos años, al dolor que irremediablemente sentiré se uniría esa sensación de melancolía por el tiempo pasado que tuve al mirar las imágenes de mi infancia. Así que atesoro este momento, saboreo su plenitud para al menos conservar la certeza de que no he dejado pasar un instante, no me ha quedado un beso, un abrazo por dar, un te quiero por decir.

7 comentarios:

  1. Unas palabras tan bellas como los sentimientos que expresan. Tu padre, este donde este, lo debe agradecer, estoy seguro. Un beso muy fuerte.

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    1. Yo creo que, al menos, se siente querido y cuidado. También él nos llena de besos. Muchas gracias por tus palabras, David. Muchos besos

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  2. Eso es,Sol. Que no te quede por dar ni un beso, ni un abrazo, ni un mimo, ni una caricia, ni una risa. Vacíate por completo y al instante te sentirás repleta nuevamente porque ellos son nuestros ángeles guardianes, la voz de nuestras conciencias, el refugio de tantas desazones y el espejo de nuestro júbilo.
    Me hace mucha gracia tu foto de pequeñita y pienso que por entonces ya nos habríamos cruzado alguna vez en el Campo de San Francisco, casi seguro.

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    1. Ni uno, José. A ti también te quiero mucho, hace tiempo que no te lo digo. Muchísimos besos

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  3. Enternecedoras tus palabras, nunca, nunca te arrepentirás de lo que estás haciendo aunque te suponga, en algún momento, un gran esfuerzo físico o mental.

    ¡qué bebé tan gracioso! ver fotos antiguas produce sentimientos muy diversos pero siempre entrañables. Un fuerte abrazo.

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  4. Muchas gracias, Sol. Sabes que ese sentimiento es absolutamente compartido y es hermoso que nos lo digamos a menudo.
    Imperdonable lo mío de cuando seguro que nos cruzábamos en el Campo de san Francisco no haberte ofrecido ni un basito de agua en la fuente de El Caracol. No se volverá a repetir. Besinos escuchando la mar.

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