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jueves, 13 de diciembre de 2012

Encuentros con los años 30

"Desde sus inicios, en los siglos XVIII y XIX,  las nociones de modernidad y vanguardia habían ido de la mano. La vanguardia era, por definición, moderna y la modernidad vanguardista. Lo moderno se oponía a lo antiguo, que respondía al orden establecido, y se situaba al margen de la sociedad. En la década de los treinta, sin embargo, modernidad y vanguardia dejaron de ser sinónimos. Fruto de las ideas estéticas promulgadas por las diferentes dictaduras que asolaron Europa durante esos años, se consideró que el arte moderno era individualista, amanerado e incompatible con los nuevos tiempos de la identidad colectivizada y uniforme.












La vanguardia se asociaba ahora a lo clásico y figurativo, lo moderno dejaba de ser la punta de lanza de la sociedad para convertirse en una rémora." Así nos acerca Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, a la exposición Encuentros con los años 30 de la que hoy quería hablaros. Una muestra interesantísima que nos ofrece una visión de lo que ocurrió en esta década caracterizada en lo político por el auge de los regímenes totalitarios, que impusieron su peculiar visión de "lo artístico", condenando al desprecio sino a la persecución a todo aquello que no se adaptaba a sus cánones. De ahí, el "arte degenerado" del que os hablé en una entrada anterior y al que me gustaría volver uno de estos días.












Pese a que la cultura parecía secuestrada por el discurso oficial, se crearon espacios de resistencia tanto en el mundo de la pintura como en el de la escultura o la fotografía. La exposición nos propone un itinerario que permite enmarcar en su contexto cada propuesta: realismos, arte abstracto, surrealismo, Exposiciones Internacionales, fotografía, publicidad y cartel.














Os traigo una muestra de algunos artistas que se hicieron resistentes y continuaron adelante con su obra al margen de las tendencias oficiales. Abro con el Portrait of Patricia Preece, pintado en 1933 por Stanley Spencer. Abajo, a la izquierda, Max Beckmann realiza este demoledor Gesellschaft Paris en 1931. Cinco años más tarde, Reginald Marsch firmaría Twenty cent Movie, al que sigue Cena familiar, de Ángeles Santos, pintado en 1930. Los realistas utilizaban su figuración como un arma, y los abstractos no les iban a la zaga. Os muestro cuatro obras: arriba, a la derecha, Llya Bolotowsky pinta Cobalto violeta en 1938; sobre estas líneas Marco negro, de Calder (1934) y Succession de Vasili Kandinsky, realizada un año después. Y cierro con una preciosa Pintura de Joan Miró, fechada en 1933.


1 comentario:

  1. Tiempos oscuros que parecen cernirse de nuevo sobre nosotros, Sol. Me gustaria pensar que hemos aprendido algo, pero no. Menos mal que siempre nos quedara la belleza. Un beso.

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