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lunes, 3 de diciembre de 2012

Es domingo, hace sol y me lanzo a la calle

Pocas cosas tan gratas como lanzarse a caminar por las calles de Madrid una espléndida mañana de domingo, a las puertas del invierno, con una atmósfera transparente y brillante y un frío que ya huele a Navidad. Los domingos el ritmo de la ciudad se acompasa al paseo de los madrileños, que caminan mientras leen el periódico o se sientan a tomar el aperitivo en cualquier terraza bajo el calor de una estufa. Una caña con aceitunas y patatas fritas, ritual dominguero.

Camino con el gorro calado hasta los ojos y la bufanda tapándome la nariz. Atravieso la plaza de Chamberí, que da nombre a mi barrio, sorteando niños en bici o con patines mientras sus padres hojean el diario sentados en los bancos, y bajo por el Paseo de Eduardo Dato, antiguo Paseo del Cisne, por la acera del sol. De repente las campanas de la Iglesia de San Fermín de los Navarros comienzan a repicar y cantan las doce de la mañana. Y siento una alegría feroz. Vivo rodeada de iglesias que celebran las horas casi al unísono, las escucho desde mi casa. Y siempre me contagian la misma alegría, muy al contrario de lo que me hacían sentir las campanadas del reloj de la Caja de Ahorros de la Plaza de la Escandalera de Oviedo. Durante los años que viví allí, esas campanadas y el soniquete del Asturias patria querida posterior me producían una tristeza infinita. No me explico por qué.

Atravesado el Paseo de la Castellana subo por la calle Juan Bravo y me detengo ante el portal donde vivían mis abuelos, espío su interior y me asaltan un millón de recuerdos, yo y mis nostalgias. Alcanzo la calle Castelló y llego a la sede de la Fundación Juan March, donde pretendo ver la exposición La isla del tesoro. Arte británico de Holbein a Hockney. Una muestra fantástica, de la que os hablaré uno de estos días. La Fundación Juan March es un lujo para esta ciudad.

De vuelta a casa, la calle Serrano bordeada de autocares me hace recordar que hay convocada para hoy una manifestación de discapacitados en la Plaza de Colón. Los municipales han cortado el tráfico y los conductores, incluido el del autobús, aceptan el desvío con cívica resignación. Esta ciudad puede con todo. Para mí es siempre una inyección de alegría en vena.

2 comentarios:

  1. Nada como un paseo por Madrid de la mano de tus palabras que saben a pura poesia. Los paseos de tu mano siempre son paseos con Sol, je,je. Y la exposición, si, magnifica. Un fuerte abrazo, Sol.

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  2. Gracias David, eres un encanto. Un beso enorme para ti.

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