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sábado, 13 de abril de 2013

La bienintencionada sátira de Carl Spitzweg

En 1855 dos escritores alemanes, Ludwig Eichrodt y Adolf Kussmaul publicaron sus poesías satíricas en un diario muniqués, y allí apareció por primera vez el término Biedermeier, dando nombre a un estilo que abarcaría arquitectura, pintura y literatura, caracterizado en estas dos últimas disciplinas por el sentimentalismo y una bienintencionada sátira a los usos y costumbres pequeñoburgués. A esta corriente pertenece la obra del pintor alemán Carl Spitzweg, un burgués de familia acaudalada que comenzó a dibujar a causa de una enfermedad, aprendió a manejar el lápiz de forma autodidacta y se convirtió, con el tiempo, en uno de los máximos exponentes del período Biedermeier.















Spitzweg, farmaceutico de profesión, compagina su trabajo con colaboraciones e ilustraciones en publicaciones satíricas, como la Fliegenden Blatter, actividad que desarrolla fundamentalmente entre 1844 y 1852. Aunque la mayor parte de su vida transcurre en Munich, visita la Exposición Universal de París, viaja a Italia, visita Praga y Berlín. Se mantiene al tanto de lo que se cuece en Europa en materia artística.












Me fascinan sus cuadros. Me apasionan sus interiores atiborrados de objetos. Daría algo por introducirme en la habitación de El poeta pobre, el cuadro con el que abro el comentario, y averiguar el título de los libros que amontona junto a la cama, hojear alguno de sus manuscritos. ¿Qué sostiene entre los dedos? ¿Una pulga?. O subirme a la escalera del Ratón de biblioteca y descubrir los tesoros que guardan esos estantes. Y ¿qué me decís del estudio de El naturalista?













Siento ternura por estos solitarios estudiosos a los que parece sorprender la vida que se cuela por la ventana, como en el caso de Una visita, arriba a la derecha, el hombre distraído por la llegada de un pájaro. Aunque Spitzweg se centró fundamentalmente en llevar al papel los oficios pequeño-burgueses, paulatinamente se fue decantando por el paisajismo, influido por la pintura holandesa del XVII. Os traigo dos ejemplos de carácter muy distinto: a la izquierda, una sátira del "mirón"; abajo una tranquila escena familiar. Una pintura amable y bienintencionada que despierta la sonrisa del espectador. Siempre se agradece.


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