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miércoles, 5 de marzo de 2014

La Virgen de Melun, en el Prado

Me enamoré de este cuadro hace años, a través de una fotografía que hallé por casualidad en un libro de arte. Todo en él me resultó extraordinario: el aspecto de la Virgen no casa con la imagen a la que los cuadros religiosos nos tienen acostumbrados, vírgenes recatadas y angelicales, siempre asexuadas, nada que ver con esta joven de seno adolescente, cintura de avispa y boca pintada, peinada a la moda del siglo XV en la corte francesa, vestida de sedas y armiños. La imagen desprende sensualidad. Investigué y descubrí que la modelo, tal como reza en la parte posterior de la tabla, fue Agnès Sorel, amante de Carlos VII de Francia, la primera amante oficial de la historia europea. Es, por tanto, el retrato de una cortesana.

La tabla que se expone en el Museo del Prado como obra invitada, es la mitad del llamado Díptico de Melun, La Virgen con el Niño y ángeles, pintado por Jean Fouquet en 1452, dos años después de la muerte de Agnès, por encargo de Étienne Chevalier, tesorero de los reyes de Francia y testamentario de Agnès. En el panel izquierdo del díptico se representa a Chevalier en actitud orante, junto a su santo patrón, san Esteban.

Me faltó tiempo para ir a contemplar el cuadro en las salas del Museo, y ha sido una experiencia magnífica. El cuadro es portentoso. La luz que emana de la piel de la Virgen y el Niño, del manto, hace que sus figuras parezcan salirse del cuadro, alejarse de la corte de serafines rojos (que más parecen diablillos) y querubines azules. Y descubrí pequeños detalles que hasta ahora me habían quedado desapercibidos: la luz que llega desde la parte derecha del cuadro, e ilumina las pieles de los ángeles como si fueran de porcelana, proviene de una ventana que se refleja en las bolas del trono y recuerdan a los efectos característicos de la pintura de Van Eyck.

Hace tiempo dediqué una entrada a este cuadro, específicamente a la figura de Agnès Sorel, dentro del epígrafe La mujer del cuadro. Si os interesa, os dejo el link. Y si tenéis oportunidad no dejéis pasar la ocasión de hacerle una visita. Merece la pena.

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