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jueves, 4 de noviembre de 2010
La belleza, Rothko y Menéndez Salmón
"La primera vez que admiré una obra de Rothko en un museo no supe que me había enamorado", escribe Ricardo Menéndez Salmón en La luz es más antigua que el amor. Y, a partir de ahí, va hilvanando palabras, entretejiendo anécdotas y sucesos, construyendo una red tupida, densa en significados que termina colgando ante nuestros ojos como un lienzo, apasionadamente enamorado. Nos habla de Rothko, pero en realidad nos está hablando de él. De su salvación, de esa congoja que produce la belleza que se agarra a la garganta y te axfisia y te salva, lo único que en realidad otorga sentido a la vida. "Yo filmo la nada, usted la pinta", dice que Michelangelo Antonioni escribió en una carta dirigida a Rothko. Pintar la nada, pintar lo absoluto, pintar la luz, pintar el vacío ... Caras de una misma moneda.
Escribir sobre la belleza es escribir sobre lo inasible, tarea imposible. Aprehender la belleza. Cómo traducir en palabras una sinfonía de Brahms, la 9ª de Mahler en manos de Abbado?.
Menéndez Salmón pone su pluma prodigiosa al servicio de la belleza. Su castellano vigoroso, sonoro como campanas repicando, hondo, exacto, al servicio de la belleza. En La luz es más antigua que el amor habla un escritor enamorado, borracho de belleza, en el vértice del deslumbramiento. Un libro al que hay que regresar, como a un cuadro de Rothko, entregado.
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