“De pequeña me asombraba la fotografía con su extraño silencio. Encontré una de mi abuelo y me imaginaba todo tipo de historias alrededor de su rostro. Era mi héroe. Más tarde me enteré de cosas que me derrumbaron el mito. Igual fue éste el origen de lo que hice más tarde cuando comencé a trabajar con la realidad aparente de una foto para contar mis propias historias”. Así se manifiesta Ellen Kooi, fotógrafa holandesa, desde mi punto de vista una de las artistas europeas más interesantes del panorama actual.
"Utilizo la estética para que el espectador se sienta atraído por la imagen. El espacio es un factor constante en mi trabajo. A través de las figuras y sus acciones consigo revelar como la gente puede perderse en las creaciones de otras personas. Por último, están los paisajes modelados por la gente, en sí mismos construcciones como las escenas que organizo en ellos. Dejo también margen para el azar y por eso trabajo con modelos no profesionales y busco los imprevistos".
"Otra característica importante de mi trabajo es la luz. Combino la luz especial de los cielos holandeses con luz artificial. Como resultado, las figuras de mis fotografías forman parte al mismo tiempo del paisaje y sin embargo parecen ajenas al mismo".
Hay algo fantasmagórico en estas imágenes. En realidad no recogen más que niños en un paisaje, generalmente abierto, no especialmente amenazante. Es el tratamiento de la luz? Una atmósfera de artificio, una suerte de levedad que resulta inquietante. Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes y creo que ese dato es determinante a la hora de manejar la luz. Algunas fotografías parecen haber sido pintadas a base de veladuras.
La mayor parte de sus imágenes están tomadas en los alrededores del lugar en el que vive, Harlem, una pequeña y preciosa ciudad a pocos kilómetros de Amsterdam. Ella habla del artificio del paisaje holandés, en gran parte arrebatado al mar, "fabricado" por el hombre. Quizá por ello Ellen lo rehace, lo transforma, y al reinventarlo sus personajes parecen estar y no estar allí, creando esa sensación de incongruencia entre ambos que transmiten algunas de sus obras.
Esta fotografía me gusta especialmente, parece mostrarnos una secuencia de imágenes simultáneas: la joven parece acabar de leer la carta, en la que quizá alguien ha abortado una cita, y mira hacia su izquierda, tal vez al camino por donde debía aparecer la imagen esperada. Detrás, alguien que podría ser ella misma, sentada al abrigo de una casa en ruinas, observa el camino que conduce a la ciudad, al fondo, un camino vacío. Hace frío en esta fotografía, frío y soledad.
Como tantos fotógrafos, también se siente tentada a homenajear a los maestros a través de su cámara. Aquí tenemos su interpretación de la Ofelia de Millais y debajo dos obras inspiradas en el maravilloso cuadro de Andrew Wyeth, Christina's World, con el que cierro el comentario.
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