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viernes, 22 de marzo de 2013

Caminando por Sintra

Como vivo perdida en el monte, todos los días, para bajar al pueblo, tengo que seguir esta angosta y sinuosa carretera, poco más que un camino asfaltado, atravesando el bosque. Solo muy de vez en cuando algún coche me obliga a aplastarme contra la tapia y rompe un silencio de ramas rumorosas y cantos de pájaros. Respiro humedad, dulce olor a tierra fértil, unos aromas que me son propios. Eça de Queiróz escribió que caminar entre las arboledas oscuras y murmurantes de Sintra le transmitían una melancolía feliz. Así me siento yo.













Me rodean castaños, fresnos, alcornoques, nogales, y en los jardines de las quintas limoneros y camelias. Una mezcla de vegetación atlántica y mediterránea con especies exóticas. Encinas, pinos y madroños conviven con secuoyas, tuyas y palmeras; flores del paraíso con calas y margaritas. Así que camino despacio, saboreando los olores.













Es un pueblo pequeño y pintoresco, tan imbuido en el parque natural que para llegar al centro histórico desde el barrio de Estefánia, donde se encuentra la estación y desemboco desde el hotel, tienes que caminar un buen trecho por la sierra, un precioso paseo  sorteando el valle, entre tanta frondosidad que te parece estar atravesando un bosque.












El barrio de Estefánia es menos bullicioso, menos turístico. Abundan las casas unifamiliares con pequeños jardines, muchas de ellas adornadas con imágenes de vírgenes y santos, azulejería típica portuguesa que me encanta.























Sobre estas líneas, el Ayuntamiento, un pastel de estilo historicista que ocupa el lugar de la antigua ermita de San Sebastián.






















En el casco histórico las calles son estrechas y empinadas, atiborradas de tiendas de souvenirs y restaurantes de comida rápida. Repleta de turistas y excursiones escolares, huyo hacia la parte alta, más silenciosa y solitaria. Camino entre altos muros comidos por el verdín y recobro la calma.

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4 comentarios:

  1. Soy de la tierra de Xuan Bello y, por un azar inexplicable, he dado con este rincón en donde se habla de Sintra, de callejuelas abrumadas por tapias altísimas, de parajes boscosos y umbríos, de villas señoriales, de azulejos...
    Es esa precisamente la impronta que me quedó en la memoria de la única vez que estuve en Sintra. No me pareció que fuese un pueblo propiamente, sino una colonia residencial, decadente y hermosa.
    Llegamos a Sintra por una carretera estrecha y sinuosa que viene de la parte de Cascais y que trepa por la "Roca" de Sintra, que es como la llamaban los antiguos marinos portugueses, la misma roca que veían retornando de América: ver la Roca y estar en casa...
    Acababa yo de leer por entonces "Memorial del Convento", de J. Saramago, y era mi intención ir hasta Mafra para ver la descomunal obra de Juan V. No fue posible en aquella ocasión y es una asignatura que llevo pendiente.
    Xuan Bello tiene un ferviente amor por Portugal. He leído recientemente su "La nieve y otros complementos circunstanciales" y ahora tengo en mis manos "Los cuarteles de la memoria"... Hay en ellas constantes referencias a ese país tan próximo a nosotros y a la vez tan diferente. Coincido con Xuan en que existe una recatada nobleza en esa gente de apariencia humilde pero digna.
    Citas a Eça de Queiroz y he de decir que algunas veces, cuando recorría la campiña portuguesa, me venían a la mente pasajes de sus novelas: "La ilustre casa de Ramires..."
    En fin, que mucho gusto de estar aquí.

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    1. Si eres de la tierra de Xuan, amigo desde hace tantos años, somos paisanos, Federico, y según veo compartimos muchas cosas, además de la asturianía. El amor por Portugal y por la obra de Saramago y Xuan. Ha sido una alegría encontrarte en Mi casa. Espero verte a menudo. Un abrazo.

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  2. Ha sido, sin duda, una divertida y extraña cadena de casualidades la que ha hecho que esté hablando contigo, Sol. Buscaba en la Red unos datos sobre Xuan Bello. Tenía en pantalla una foto suya y no sé qué diablos ocurrió que me vi a la puerta de tu Casa. Entré pensando que citarlo sería una buena tarjeta de presentación... Y creo que es una asombrosa casualidad que seas amiga suya y que seas asturiana y... No vayas a pensar que soy alguien que trata de embromarte, ¿eh?
    Lo cierto es que, después de escribirte lo anterior, seguí dándole a la rosca y visionando las espléndidas fotografías del post: la tormenta de arena, la línea de Ghirlandaio, la foto de un tipo que no dudo que las señoras van a encontrar reconfortante pero que fue un soplón de McCarthy; a la doliente Frida Kahlo, admirable para mí por ciertas cosas pero no por su calidad pictórica (el talento de Rivera no se perfundió por ósmosis); la que creí Isadora Duncan y es Tamara Rio; la última sigladura del Temerario, maravilloso óleo (que no acuarela) del atmosférico Turner; una Charlotte Ramping muy mejorada respecto al coquito de "Il portiere di notte"... Y, finalmente, un esplendoroso valle de la Arcadia Feliz, que me parece identificar como la recta previa a Cangas de O, más o menos a la altura de San Pedro de Villanueva. Aunque me puedo equivocar.
    Y ahí descubrí que eras compatriota mía.
    Un saludo afectuoso.

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    1. Fantástico, Federico. Estas sorpresas nos depara internet. Espero que encuentres en Mi casa más asuntos de tu interés. Como comprobarás, solo trato de compartir las cosas que me gustan. Bienvenido de nuevo. Un abrazo muy fuerte desde tierras madrileñas.

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