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domingo, 7 de abril de 2013

"El silencio de la luz", por Xuan Bello

"Llueve en Roma, pero no calla el silencio de la luz. Estoy enamorado: de la sombra rubia que me acompaña al lado, del hilo frágil que me une al mundo. Tomarse un café ante el Coliseo es recordar los versos de Víctor Botas. También él estuvo aquí y convirtió en una sabía melodía el recuerdo de su paso.
Roma, que a todos recibe, no es para todos. Hay algo en su belleza que se teme perder. Si indago en mí mismo descubro tal vez el misterio del amor, cómo tememos perder aquello que tenemos fugazmente. ¿Si su mirada dejase de buscar la mía, cómo vería yo?
Sus labios están llenos de música, sus palabras cargadas de un sentido oculto pues son el santo y la seña que abre y cierra las puertas de un laberinto del que no querría salir. Roma es eso, y también mi amor, y la ciudad antigua adquiere por un momento la hermosa figura de su alma transformada en cuerpo. En vano se puede guardar en Roma un secreto. Quien enamorado está busca un amor más profundo; quien no ama busca desesperado amar. Así los gatos, los transeúntes, los turistas que con cara boba sin verla tienen delante la columna de Trajano. Así nosotros perdidos buscándonos. Los viajes son siempre a un lugar tan cercano que está en nosotros: nuestro corazón. Podemos ir a Las Quimbambas, atravesar océanos, descubrir islas, hollar junglas remotas, fatigar estepas. Por mucho que anduviésemos nunca llegaríamos a nuestro destino de no haber llegado antes a nosotros mismos.
Hoy estamos aquí, dos sombras que se anudan en un mismo amor y que repiten unos versos que susurran la lluvia sobre el asfalto negro como un espejo: llueve pero no calla el silencio de la luz.
Piove in Roma / ma non tace / Il silenzo de la luce. Estos versos, escritos apresuradamente en una servilleta, quisieran ser una trampa donde el tiempo se detuviese. Ahora estoy en Campo di'Fiori y la serena sombra de Giordano Bruno me acoge. Reviso mis papeles, mi agenda repleta de luces que he ido guardando. Apuntando horizontes, coleccionando atardeceres. En la Piazza del lo Pascquino leí unos versos que alguien había colgado. De esta plaza procede la palabra española pasquín y todavía hoy la protesta amanece en sus esquinas. Del romanazzo, del dialecto popular de Roma, que es lengua viva e utilísima, traduzco estos versos socarrones: «Tenemos un Pedro nuevo en Roma / que se hace llamar Francisco. / En verdad sólo sabemos / que baila el tango argentino».
La sonrisa de Roma , esa sonrisa que viene de los versos de Marcial y de Catulo, es también una sonrisa serena, una sonrisa que tiene la calidad de la luz. Aunque llueva, y la gente desconfiaba mire abrigándose el cielo, es sabido que todo pasa y que los días mejores están por venir. Sin posibilidad de formar gobierno, sin posibilidad por ahora de encontrar una salida a la crisis, esta sociedad se ríe civilizada. No hay gritos, no hay crispación y los carteles con los que Berlusconi ha ensuciado cada esquina son algo que se mira de reojo y con una mala palabra, una mala palabra divertida, a cada paso.
Hay aquí una sabia lección de Europa: el tiempo amontonado sobre escombros de melancolía genera perspectivas de futuro. El laberinto individual no es muy diferente al laberinto social: es difícil estar, pero más traumático sería no estar. En Roma, como en cualquier otra parte, es posible amar: soñar un futuro mejor. Y en eso estamos todos, creo yo."

Deslumbrante literatura, la de Xuan Bello. Esta crónica de viaje se publicó en el diario asturiano El Comercio, el  31 de marzo de 2013. La foto también es obra de Xuan.

2 comentarios:

  1. Hoy tocaba desayunarse con el asco pegado al paladar, Sol; ni el sueño reparador bastó para desprenderme de este andrajo repelente que me acompaña donde quiera que vaya, esta náusea vital que me hace aborrecer el hecho vivir en un país tan desgraciado que ni siquiera es consciente de que está enfermo, gravemente enfermo. ¿Hará falta que explicite los motivos de mi asco, Sol? La barbarie que veo reptar a poco que retire con la punta del pie la hojarasca de este sotobosque que se corrompe en este lluvioso invierno que no cesa , la ignorancia atroz que lo impregna todo, la amenaza latente (¿por cuánto tiempo?) que detectas en los decires de algunos, la mentira obscena que se sabe impune, la cínica prepotencia de los zafios sin escrúpulos, la maldad...
    Luego, leo el escrito de Xuan Bello y se distiende por unos minutos la cuerda de este arco sin flecha que lanzar...,como no sea el improperio que me desborda de la frente y que, en casos como este, vierto al exterior, quién sabe si con oportunidad o con impertinencia: aún no sé la naturaleza de las aguas de este estanque ni de los sedimentos que reposan en el fondo.
    Valga ello, no obstante, como segunda tarjeta de presentación, más definitoria y esclarecedora que la de reclamarme de la patria y de la cuerda de Xuan Bello.
    Ahora voy a partir hacia la aldea. El cielo sigue gris y el sol brilla por su ausencia. Puede que vuelva a llover. La semana pasada veía cómo habían hecho eclosión las primeras flores de un cerezo que tengo y los ciruelos claudios le llevaban la delantera. Estos fríos invernales, la lluvia que no cesa, me temo que van a dar al traste con las esperanzas de una primavera temprana que nos libere un poco de la fealdad de esta glaciación de los espíritus.
    Habrá que hacer un esfuerzo de conciencia, habremos de sacar recursos de las entretelas del alma, besemos y abracemos lo que esté de nuestra mano y nuestros labios.
    Que tengas un feliz domingo, Sol.

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    1. Vendrán tiempos mejores, seguro. Pero mientras llegan va pasando la vida y no puede hacerlo impunemente. Así que tendremos que sacarle el máximo partido a lo que tenemos e intentar quemar la basura cuanto antes. Ánimo, Federico. Entre tanto hedor también florece la primavera. Me lo digo mucho, a ver si me convenzo. Un abrazo

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