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lunes, 15 de abril de 2013

"En la orilla", de Rafael Chirbes

"Si para algo sirve el dinero es para comprar inocencia a tus descendientes. No está mal. No es poca cosa. Te saca del reino animal y te mete en el reino moral. Te humaniza. Gracias a él, al dinero, se habían desfigurado en la desmemoria de los Marsal las batidas de maquis en la montaña, en el pantano,: los mese en que su padre ponía el reluciente Hispania al servicio del grupo (eso sí que era una muta, pervivencia de la jauría originaria). El empleado del ultramarinos, vestido con su guardapolvos gris, le sacaba brillo a la carrocería antes de que don Gregorio Marsal, el propietario, se subiera para hacer de chófer de las patrullas de falangistas que se movían por todas partes. Aparecían de improviso, cortaban los caminos, registraban la carga de los carros, cacheaban a los carreteros, perseguían a los ciclistas que hacían estraperlo cargados con un par de sacos de arroz o de azúcar y una garrafa de aceite. Requisaban mercancías, pedían documentos, propinaban palizas a estraperlistas, a borrachos, a desgraciados que no eran capaces de justificar su presencia a aquellas horas en la carretera; a sospechosos de haber militado en alguno de los partidos del Frente Popular que tenían la mala suerte de pasar por allí. Mi tío y, bastante tiempo después, mi padre me lo comentaron, aunque a mí me aburrían aquellas historias. no entendía la épica de la resistencia con que querían contaminarme. Sobre todo mi padre. El siniestro auto negro circulaba de noche con los faros apagados y aparcaba ante la puerta de alguna casa, las risas salían a través de las ventanillas abiertas a la noche calurosa. verano de 1939. El sonido de los disparos al aire como carta de presentación de la jauría, el crujido de las esquirlas que se desprendían de un muro en el que a la mañana siguiente los vecinos podían ver los huecos de los impactos. Coche de carniceros, husmeo de carroña. Pero eso es la fase turbia, de un modo u otro inevitable en toda acumulación primitiva. Para que crezca la planta primero hay que estercolar. Esas correrías no tenían la inconsciencia juvenil que parecían mostrar las bromas, las risas y las copas que las acompañaban, eran calculado peaje para seguir creciendo, ritos de paso, etapas en el proceso de formación de las nuevas generaciones empresariales: en las escaramuzas empezaron a redondearse las facciones del propietario del ultramarinos, adquirió el tendero esa jovialidad en la mirada, la franqueza en el tono de voz, la autoridad en los gestos (quién se atreve conmigo), la risa satisfecha que separaba sus labios sonrosados y gordezuelos. No hay mal que por bien no venga. El dinero tiene, entre otras infinitas virtudes, una calidad detergente."

No hace mucho os confesaba mi creciente desinterés por la novela española actual, salvando algunas excepciones, y mi reticencia a gastar mi exiguo presupuesto en obras que, en su mayoría, corrían el riesgo de decepcionarme. Y de ahí mi intención de entregarme a releer libros que en su día me enamoraron y autores de plena confianza. He roto mi propósito con En la orilla, de Chirbes, y nunca me alegraré lo suficiente. Confieso, y entono el mea culpa, que es la primera novela de este autor que cae en mis manos, algo que voy a subsanar inmediatamente. Chirbes es un grande, un escritor extraordinario, poseedor de una prosa poderosa, hermosísima, y ha escrito una novela verdaderamente notable. Os la recomiendo encarecidamente.

4 comentarios:

  1. Superada la náusea pistolera, reparo en que hoy es 14 de Abril. Y digo: VLR.

    Salud.

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  2. Pienses como pienses has sido muy oportuna, yo como Federico: VLR
    Tu nieto va para artista y muy valiente, hay una máscara que da mucho "miedito", las fotos estupendas.
    Un fuerte abrazo

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    Respuestas
    1. Se me cae la baba con él, como estoy segura a ti con los tuyos. No hay nada mejor, verdad? Un abrazo muy fuerte

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