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martes, 23 de noviembre de 2010

Orestes y las Furias

Aquí tenemos a las Furias increpando a Orestes, furiosas con el hijo de Clitemnestra que acaba de asesinar a su madre. Pura tragedia griega, recogida por Esquilo y Eurípides. El cuadro, una joya del estilo "pompier", lleva por título Orestes perseguido por las Furias o Los remordimientos de Orestes, y fue pintado en 1862 por Adolphe William Bouguereau.

Cuando Agamenón, padre de Orestes, vuelve a Micenas tras la guerra de Troya, encuentra la muerte de la mano de Egisto, amante de su esposa, Clitemnestra. Al volver Orestes de Atenas, enterado de lo sucedido, mata a Egisto. Pero a Apolo la venganza no le parece suficiente y le ordena matar a su madre. Ayudado por su hermana, Electra, Orestes consuma el asesinato y las Furias le persiguen hasta que este logra refugiarse en el templo de Apolo, en Delfos. Pero las Erinias exigen venganza y Atenea se ve obligada a intervenir. Por fin tiene lugar un juicio en el que cada cuál defiende sus razones, la opinión de los jueces se divide equitativamente entre la condena y la absolución y es el voto de calidad de Atenea el que inclina la balanza a favor de Orestes.















Aunque al final de la historia las Furias quedan apaciguadas al concederles la diosa el honor de ser adoradas como Euménides, en este cuadro las vemos en una explosión de ira vengativa. Grandiosas, con sus ceños fruncidos, culebras en el pelo y las bocas abiertas en un alarido que ensordece a un enloquecido Orestes, presa de remordimientos. Mientras, Clitemnestra agoniza.













Cuando visitas Micenas entiendes perfectamente que en este lugar, y no en cualquier otro, naciera la tragedia griega. Es un lugar mágico, lleno de fuerza. Subes la rampa procesional, entras a la ciudad a través de la Puerta de los Leones y te resulta fácil imaginar a Agamenón haciendo el mismo recorrido sobre un carro tirado por potentes caballos, escuchando el mismo silencio, el mismo aire dándole en la cara, idéntico olor a olivos, a tierra reseca. Ante las ruinas del palacio que compartía con Clitemnestra dejas trabajar a la imaginación y levantas paredes, arcos, columnas. Allí contemplé un apoteósico atardecer, en pleno mes de septiembre, con el cielo teñido de rojo. Cómo podría haber sido de otra manera?.

3 comentarios:

  1. Que buen artículo, espectácular. Espero haya sido de tu autoría. Saludos.

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  2. Todo lo que publico es de mi autoría, excepto cuando cito algún texto de un libro o un periódico. Pero, como comprenderás, excepto lo que proviene de experiencias personales, lo que cuento está documentado, normalmente de libros especializados.
    Me encanta que te haya gustado. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo

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  3. Hola,buen artículo. Me gustaría saber donde se encuentra expuesta esta obra. gracias

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