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“De pequeña me asombraba la fotografía con su extraño silencio. Encontré una de mi abuelo y me imaginaba todo tipo de historias alrededor de su rostro. Era mi héroe. Más tarde me enteré de cosas que me derrumbaron el mito. Igual fue éste el origen de lo que hice más tarde cuando comencé a trabajar con la realidad aparente de una foto para contar mis propias historias”. Así se manifiesta Ellen Kooi, fotógrafa holandesa, desde mi punto de vista una de las artistas europeas más interesantes del panorama actual.


Hay algo fantasmagórico en estas imágenes. En realidad no recogen más que niños en un paisaje, generalmente abierto, no especialmente amenazante. Es el tratamiento de la luz? Una atmósfera de artificio, una suerte de levedad que resulta inquietante. Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes y creo que ese dato es determinante a la hora de manejar la luz. Algunas fotografías parecen haber sido pintadas a base de veladuras.
La mayor parte de sus imágenes están tomadas en los alrededores del lugar en el que vive, Harlem, una pequeña y preciosa ciudad a pocos kilómetros de Amsterdam. Ella habla del artificio del paisaje holandés, en gran parte arrebatado al mar, "fabricado" por el hombre. Quizá por ello Ellen lo rehace, lo transforma, y al reinventarlo sus personajes parecen estar y no estar allí, creando esa sensación de incongruencia entre ambos que transmiten algunas de sus obras.



Hay algo en las fotografías de Annie Leibovitz que no sea artificio, puesta en escena, interpretación? Cuando coloca a un personaje frente a su cámara, nos habla de él, o de su representación? No me gustan los retratos sicológicos, no me inspiran confianza. Prefiero estas puestas en escena, la fotografía espectáculo de la Leibovitz, tan auténticas en su artificiosidad. Y prefiero la mirada de la fotógrafa sobre alguien que su imagen real, si esta fuera posible. Me fascinan su complejidad y sus escenografías.
Y al ciclista Lance Armstrong le desnuda, lo coloca sobre una bici y nos muestra la tensión de cada tendón, la potencia de sus músculos de deportista de élite como si se encontrara en plena carrera. Siempre, como si. Representándose a sí mismo.
Ethan Stiefel, José Manuel Carreño, Viadimir Malakhov y Ángel Corella, bailarines. Leibovitz hace desaparecer el suelo bajo sus pies y los deja suspendidos en el aire, ingrávidos. Maravillosa fotografía.







Esta espléndida imagen pertenece a la actriz Gloria Swanson y fue tomada por Edward Steichen en 1924 y publicada cuatro años después por la revista Vanity Fair. Forma parte del grupo de fotografías expuestas en la Iborypress Books & Arts con motivo del centenario de la revista, entre las que se encuentran algunas joyas firmadas por los mejores fotógrafos de la época y muchos de sus personajes más emblemáticos. Abajo, Las bailarinas de la compañía de Albertina Rasch, realizada en 1927 por Florence Vandamm.
Desde 1913, año en el que Condé Montrose Nast lanzó al mercado la revista Dress &Vanity Fair ( el Dress duraría un suspiro) hasta hoy no hay duda de que por las páginas de la revista han pasado algunos de los mejores fotógrafos del mundo, inmortalizando no sólo a las celebrities del momento, sino a los artistas, escritores, pensadores o políticos más importantes del siglo. Desde Greta Garbo a Virginia Wolf, desde Picasso o De Kooning a Ronald Reagan o Groucho Marx.







En esta imagen, de autor desconocido, vemos a Claude Monet en su estudio de Giverny escuchando tocar a la pianista Marguerite Namara, ante dos de sus obras. Siempre me ha gustado ver imágenes de los artistas en sus lugares de trabajo: pintores o escultores en sus estudios (recuerdo ahora el de Sorolla, en su preciosa casa de Madrid; el de Viola, al que visité en su casa de El Escorial; y a varios pintores de la Escuela de Madrid a los que entrevisté mientras trabajaban, y de los que os hablaré cualquier día), escritores con sus mesas de trabajo y sus librerías, dónde tanto se puede aprender sobre ellos.


Nadie ha sabido mirar, ni mirarse, en el pantano cruel de aquel profundo envilecimiento cotidiano, como las protagonistas jóvenes y perplejas, todavía inocentes pero ya condenadas a envejecer -sin haber llegado nunca a madurar- bajo el peso de las preguntas que no se atreven a decir en voz alta, que han hecho grande entre los grandes a Ana María Matute.
Reproduzco parte del artículo escrito por Almudena Grandes y publicado en el diario El País de hoy, con motivo de la concesión del Premio Cervantes a la escritora Ana María Matute. Un premio más que merecido que ha tardado demasiado tiempo en llegar, pero nunca es tarde si produce tanta dicha como la que ha manifestado la escritora. Estamos de enhorabuena.
Warhol & Dance, New York in the 50's es el título de la exposición con la que Ivorypress Art + Books, la librería/galería de arte de Elena Ochoa y Norman Foster, inaugura un nuevo espacio, colindante a su sala de exposiciones, en el que mostrará obra en papel, fotografía y ediciones especiales. La sala posee el inequívoco estilo de Foster: es abierta, luminosa y funcional, los elementos constructivos, como vigas y bajantes, se encuentran a la vista y me encantó la utilización de fábrica de ladrillo en la realización de una bóveda para una antigua escalera catalana, un adorno al fondo de la sala.
La muestra reune una serie de dibujos realizados por un Warhol joven, al inicio de su carrera artística, fascinado por el mundo de la danza en Nueva York. Aunque de su etapa de aprendizaje, los bocetos dedicados a bailarines y críticos muestran ya su genio. "Son dibujos de calentamiento", manifiesta el crítico Neil Printz, "a través de los que el pintor entrenaba su mano y sus ojos".
Cuando Andy Warhol llegó a Nueva York, en 1949, se sintió fascinado por la ciudad. La vida cultural neoyorkina se hallaba en ebullición y los espectáculos de teatro, danza y música formaban parte de su identidad ante el mundo. El pintor tenía poco más de veinte años y se sentía muy atraído por la danza, de manera que comenzó a frecuentar esos ambientes. Junto con su amigo el también pintor Philip Pearlstein y la bailarina Francesca Boas se instaló en un loft en Manhattan, y más adelante compartiría otro piso con cuatro bailarines.







