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domingo, 20 de abril de 2014

Se va García Márquez y nos deja algo más solos

"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros". Así comienza Crónica de una muerte anunciada. Recibo con tristeza la noticia de la muerte de García Márquez, como medio mundo. Desastrosos primeros meses de 2014 que nos han obligado a despedirnos de tantos ilustres. Y siento cada día más imperiosamente la necesidad de volver a sumergirme en los libros, en la música, y dejar al margen esta realidad tan inhóspita. La vida es tan corta, y la belleza está ahí, al alcance de la mano...
Para alguien que no tiene nada que decir, hablo demasiado. Y aquellos que podían contarnos la vida van callando.
La fotografía, de Daniel Mordzinski.

10 comentarios:

  1. No cunda la desazón: queda el amor... ¿o no?

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  2. Siempre queda el amor. Y algo más. La soledad. Y el silencio. La belleza. Verdad? Un beso

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  3. A Werther le quedan tantas cosas que siente no disponer de más tiempo para gozarlas... Pero no entiende el amor en soledad, a no ser el amor por los verdes campos del Edén. Y aún en los verdes campos del Edén habría de buscar una oropéndola, puercoespina o gallina ponedora con quien intercambiar cálidas efusiones. Werther espera poco de la fauna circundante pero hace lo que le place (y lo que le dejan) en cada momento. Tiene poca palabra y no se avergüenza de incinerar la poca que le resta en un fuego fatuo de cementerio parroquial, una noche de aquilón desatado y sobre la losa de un ignorado cataléptico que se quebró las uñas sin mayor respuesta..., si ta pa ello. ¿Cuentas? ¿A quién?
    No se deje dominar por el morbo de la soledad. Que si se queda sola en su casa silenciosa igual deja pasar ese amor de verano que le acecha en un banco frente al balcón de su sala de Espera.

    PS.- Cuesta dejar la pluma en el tintero. Sí.

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    1. A mí, en cambio, cada día me cuesta más trabajo escribir y es mayor la tentación del silencio. Pero no soy Werther, ni tengo su pluma. A cada cual lo suyo. Lo mío, cada vez más, es el silencio. Lo más difícil de mejorar. En mi caso, que no en el suyo. Besos

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  4. Me preocupa usted, Soledad. Porque esa desgana por escribir apunta a una carencia de diana en donde clavar sus agudas tipografías. Una torpe Melisenda de Sucre que conocí era casi una chola analfabeta y sin embargo admiraba por los caudalosas cartas que enviaba al zambo Matías, allá en el frente del Chaco: era .la pasión por él la que la impelía a dibujar (eso hacía) prolijas letras de palo en un papel de embalar cartuchería militar. Pero usted, Sol, parece que ignora que esa abulia suya, esa falta de tono literario es porque no halla destinatario diáfano a lo que hubiera de escribir. Urge que se mueva y que se invente una ilusión que dé salida a ese venero oculto que le puede hacer asaz mal si se remansa .., , señora mía.
    En vista de que me obsequia con besos suyos y aunque no sea yo caballero, le correspondo, dueña: besos.

    PS.- Deseo fervientemente su felicidad, doña Sole: va mi desacreditada palabra en ello. Salga a la calle y no se encierre en soledades.

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    1. No he de preocuparos, mi querido Werther. No escribo por falta de ilusión, sino porque los dioses no me adornaron con ese arte, y dado que me rodean tantas maravillas por leer, prefiero dedicar mi tiempo, que es escaso, a esos menesteres. Os agradezco vuestros deseos de felicidad, que son correspondidos. En cuanto a la soledad, me es tan querida que la defiendo con ahínco, ya que son muchos los quehaceres que, cotidianamente, me la hurtan. Os obsequio con más besos

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  5. Gracias, pero no me dé besos enormes, que se puede usted quebrar los labios.
    Le envío un beso sutil de colibrí enardecido.
    Por hoy, creo que estoy más que (in) cumplido.

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  6. En el libro de Gabriel García Márquez: Yo no vengo a decir un discurso, el colombiano se refiere al argentino (Cortázar) tras su muerte de esta manera:

    "Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte."

    Leyendo los discursos que a lo largo de su vida dio García Márquez, llenos de humildad y timidez (pudor diría yo), creo que ahora en su Macondo, estará también muriéndose de vergüenza.

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    1. Seguramente, era un hombre discreto. El culto a la muerte tiene estos excesos. Un abrazo fuerte, amigo mío

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