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sábado, 7 de marzo de 2015

Asuntos de familia

Gracias a las labores de investigación de uno de mis primos descubro este texto, firmado por José  Zorrilla, que en el Juramento de la mulata, de su libro Recuerdos del tiempo viejo, habla así de un tío tatarabuelo nuestro, con cuya fotografía abro esta página. Un texto precioso que nos ha emocionado:

"Tenía en la calle de la Muralla una tienda, variada y ricamente surtida de esos objetos múltiples que constituyen lo que, traducido bárbaramente del francés, ha dado en llamarse bisutería, un tal Corugedo, cuya tienda estaba bautizada con un título algo extravagante, y que aquél giraba bajo la razón social de Corugedo hermanos. Uno menor tenía consigo a quien paternalmente aleccionaba para dejarle su floreciente comercio, antes de volver a establecerse y morir en la provincia de España, en la cual habían ambos hermanos visto la luz, creo que en las Asturias. y este Corugedo, el mayor, es uno de los hombres a quienes Dios me ha hecho encontrar sobre la tierra para enseñarme a estimar a la humanidad, a respetar la honradez y a despreciar mi miserable ingenio, que no ha sabido más que meter ruido sin utilidad de nadie, empezando por mí. Recorriendo una tarde la ciudad con un corredor español que me la enseñaba, díjome éste que había por allí un comerciante que no se atrevía, aunque tenía gran deseo de ello, a invitarme a su mesa, porque temía que yo no aceptara su invitación, descendiendo desde el Olimpo de los palacios y salones de los personajes por quienes andaba yo festejado, a su humilde trastienda, como él llamaba a la vivienda que tras de su mostrador tenía escondida.

Cuál fue mi asombro al encontrarme en su interior una biblioteca de miles de volúmenes, adornadas sus paredes con los retratos de Ercilla, Quevedo, Lope, Calderón y todos los que forman la colección grabada que publicó la Academia Española, más los del duque de Rivas, Hartzenbusch, García Gutiérrez, Espronceda, conde de Toreno, etc., recogidos de las ilustraciones modernas. Tenía allí el buen Corugedo ánforas, armas y antigüedades por él recogidas, y tras de aquel salón-biblioteca dos cámaras de dormir, frescas, enfloradas, coquetas, con todo el confort inglés de las modernas instalaciones.
Pero lo que más me asombró de hallar, entre aquel interior del hombre estudioso e inteligente y aquel mostrador y anaquelería de mercader, cargados de chinescas e inglesas porcelanas y argentería y diamantes, fue la sencilla modestia de aquel asturiano, de exterior vulgar, que me contaba, complaciéndose en tales recuerdos, cómo había desembarcado en La Habana, sin más que lo puesto; cómo había dormido la primera noche en el pórtico de una iglesia, por no haber encontrado a un paisano para quien traía una carta de recomendación, y cómo, arrostrando trabajos y devorando afanes, cuarto a cuarto, peseta a peseta y duro a duro, a fuerza de aceptar arriesgadamente y cumplir casi por milagro plazos y compromisos, había cimentado el capital y el crédito que aquel almacén y su razón social representaban.
El orden y la limpieza con que tenía colocados y clasificados todos los heterogéneos artículos de que su comercio se nutría demostraban, como su biblioteca, comprada libro a libro, todo sin un átomo de polvo ni una empañadura de humedad, la honradez jamás desmentida y la tenacidad perpetua, con las cuales aquel hombre había logrado hacer al par, por sí solo, su fortuna y su educación; porque aquel hombre había leído y sabía lo que decían todos aquellos libros suyos: el padre Feijóo, el padre Mariana, César Cantú, etc., y todos los setenta tomos de los clásicos de todos los países, publicados hasta entonces, de la colección Bandry, en donde halló y se enamoró de mis versos, por los cuales me tenía por uno de los primeros hombres del mundo. Jamás pude convencerle de que él valía más que yo, puesto que más que yo poseía, y que mi gloria no era más que un zumbido tenue, como el del mosquito, y un resplandor efímero, como el del relámpago.
Jamás pude obligarle a suprimir el respeto y las deferencias con que me trataba, ni pude jamás manifestar ante él un deseo o una necesidad que no me realizara o no me cubriera."
(...)

En una entrada posterior, continuará.

2 comentarios:

  1. Alegrémomos (G. Apollinaire)8 de marzo de 2015, 9:38

    Al ver banderas no me dije esta mañana
    he aquí los ricos ropajes de los pobres
    ni el pudor democrático quiere velarme su dolor
    ni la libertad venerada hace que se imiten ahora
    las hojas oh libertad vegetal oh única libertad terrestre
    ni las casas flamean porque se partirá para no volver
    ni esas manos agitadas trabajarán mañana para nosotros todos
    ni siquiera han ahorcado a quienes no sabían aprovechar la vida
    ni siquiera se renovará el mundo volviendo a tomar la Bastilla
    yo sé que sólo lo renuevan quienes están fundados en poesía

    Se ha empavesado a París porque mi amigo André Salmón aquí se casa

    Nos conocimos en una bodega maldita
    en el tiempo de nuestra juventud
    fumando los dos y mal vestidos aguardando el alba
    enamorados enamorados de las mismas palabras que habrán de cambiar de sentido
    engañados engañados pobres muchachos y no sabiendo aún reír


    La mesa y los dos vasos se transformaron en el moribundo que nos echó la última mirada de Orfeo
    los vasos cayeron y se rompieron
    y nosotros aprendimos a reír

    Partimos entonces peregrinos de la perdición
    por calles y comarcas y a través de la razón
    lo vi de nuevo junto al río donde flotaba Ofelia
    qué blanca boya aún entre los nenúfares
    iba él en medio de los Hamlets demacrados
    tocando en una flauta los aires de la demencia

    Lo vi de nuevo junto a un mujik moribundo cantando las beatitudes
    admirando la nieve semejante a las mujeres desnudas

    Lo vi de nuevo haciendo esto o aquello en honor de las mismas palabras
    que cambian el rostro de los niños y digo estas cosas
    Recuerdo y Porvenir porque mi amigo André Salmón se casa

    Alegrémonos no porque nuestra amistad haya sido el río que nos fertilizó
    terrenos ribereños cuya abundancia es el alimento que todos esperan
    ni porque nuestros vasos nos echan una vez más la mirada de Orfeo moribundo
    ni porque hemos crecido tanto que muchos podrían confundir nuestros ojos con estrellas
    ni porque las banderas golpean en las ventanas de los ciudadanos que están contentos desde hace
    cien años de tener la vida y pequeñas cosas que defender
    ni porque fundados en poesía tenemos derechos sobre las palabras que hacen y deshacen el Universo
    ni porque podemos llorar sin ridiculez y porque sabemos reír
    ni porque fumamos y bebemos como antaño

    Alegrémonos porque director del fuego y de los poetas
    el amor que llena así como la luz
    todo el sólido espacio entre las estrellas y los planetas
    el amor quiere que hoy mi amigo André Salmón se case

    G.A.

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    Respuestas
    1. Y se escucha en la sala un cerrado aplauso.....
      Con un beso

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