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martes, 11 de septiembre de 2012

De vuelta a Gijón

Vuelvo a Gijón unos días, feliz por reencontrarme en mi tierra y huir del inclemente bochorno madrileño. Aunque vosotros leáis esta página ya en septiembre, son los últimos días de agosto cuando regreso a mis paseos matinales a la orilla del mar y retomo esos pequeños placeres de los que hice rutina en el mes de julio. No me canso de esta luz cambiante, de esta preciosa ciudad que, sin embargo, este mes se me ofrece diferente. En agosto no se puede dar un paso por las calles ni se encuentra una mesa donde tomar una sidra: no cabe un alma en Gijón.













Así que, cuando mis obligaciones familiares me lo permiten, me olvido del mundanal ruido y me escapo hacia los rincones más solitarios del Muro de San Lorenzo, hacia las pequeñas calas rocosas, siempre algo más allá de la siguiente playa: Peñarrubia, Cervigón, Estaño, Serín... hasta que mis rodillas comienzan a quejarse, y vuelvo sobre mis pasos.












Vivir frente al mar es un privilegio impagable. Cuando salí de casa lloviznaba, algo después se fue abriendo el cielo y brilló el agua, de un azul intensísimo.












A mi vuelta descubrí a esta mujer pintando el agua como si fuera tierra. Por entonces aún se veía la playa casi desierta. Unas horas después, este era el panorama. La cara y la cruz del norte cuando se decide a llegar el verano.


1 comentario:

  1. Un paseo muy agradable con unas fotos muy bonitas. Casi se percibe el olor de la sal. Saludos.

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