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lunes, 7 de enero de 2013

Lo mejor que he leído en 2012

Entre los innumerables prejuicios que padezco se encuentra mi aversión a los best sellers, de los que procuro huir como alma que lleva el diablo. Y no porque no me gusten. Si su prosa no es absolutamente deleznable, o su argumento una obviedad solemnizada, caigo en sus redes como todo hijo de vecino y me quedo pegada a sus páginas hasta el punto final. Hace unos días tuve en mis manos un ejemplo de esa literatura desecho que me pone los pelos de punta: La vida imaginaria, de Mara Torres que, como no, ha sido encumbrada por la editorial Planeta. Me bastó con leer el arranque para apartar de mi el libro de un manotazo. Me hiere tanta vacuidad y mal gusto. En cambio sucumbí a muchos: leí con gusto el Alatriste de Arturo Pérez Reverte, por no hablar de toda la saga de Harry Potter, entre otros. En absoluto estoy inmunizada a sus cantos de sirena. Lo que ocurre es que valoro mucho mi tiempo, y me quedan tantas maravillas por leer que no puedo dedicarles el siempre poco tiempo del que dispongo. Porque me reconozco mediocre pretendo alimentarme de lo excepcional. Como sostenía Chamfort, y recuerda Ricardo Senabre en su artículo 2012: buena cosecha, publicado en El Cultural de El Mundo, "lo que explica el éxito de muchas obras es la relación que se establece entre la mediocridad del autor y la mediocridad de ideas del público".

Siempre a la búsqueda de desconocidas joyas, leo la lista de la mejor literatura aparecida en este año que nos deja según los críticos de ese diario, y compruebo que solo he leído dos de las obras seleccionadas: la espléndida Medusa, de Ricardo Menéndez Salmón, uno de los mejores novelistas españoles vivos, según mi criterio, y la Canción errónea, el último poemario de Antonio Gamoneda. De los dos os he hablado en Mi casa. No es que la palabra de los críticos sea palabra de Dios, pero siempre te ofrecen pistas y, con el tiempo, llegas a distinguir a los vendidos de aquellos que se limitan a transmitir honestamente su parecer. De sus recomendaciones he apuntado dos títulos para hacerme con ellos enseguida: El río del Edén, de José María Merino, y Canción en blanco, el poemario de Álvaro García.

Intento recordar qué títulos conformarían mi lista particular entre lo leído este año, y escojo: Las uvas de la ira, de Steinbeck; La señora Bovary, de Flaubert; El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers; El origen del mundo, de Pierre Michon; Libro de familia, de Félix Grande; Violación. Una historia de amor, de Joyce Carol; Canción errónea, de Antonio Gamoneda; y Medusa, de Menéndez Salmón. Y, sin duda, la que estoy leyendo ahora, Extinción, de Thomas Bernhard. A todas ellas las traje a Mi casa. Gran literatura, muy recomendable.


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