Creo que era Luis María Ansón quien, en un artículo que leí no hace mucho, recordaba como para Beethoven la música era una revelación más alta que la filosofía. Schopenhauer sostenía que allí donde la poesía se detenía comenzaba la música. Hace unos días nos visitó la Filarmónica de Londres, una de las mejores orquestas europeas, dirigida por su titular Vladimir Jurowski. Y nos trajo un programa de lujo: el Concierto para piano y orquesta núm. 1 de Brahms, con Yulianna Avdeeva como solista, y la Pastoral de Beethoven.
Nunca había escuchado el concierto en directo y me dejó anonadada. El piano tarda en entrar, y hasta entonces parece más el arranque de una sinfonía que de un concierto. Majestuoso, apasionado, monumental, la orquesta se levanta con una fuerza y solemnidad estremecedora. La Filarmónica lo bordó, tanto en sus momentos más impetuosos como en la dulzura y lirismo del Adagio. Luego, la siempre extraordinaria Pastoral. Un lujo.
Os dejo con el Concierto de Brahms, interpretado al piano por Arthur Rubinstein:
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