Según el antiguo historiador chino Sima Qian, en la provincia china de Shaanxi se construyó un mausoleo, un gran palacio subterráneo para albergar los restos del gran emperador Qin Shi Huang. En el techo se pintó la cúpula celestial, y en el interior los artesanos reprodujeron el mundo que conocían para que el emperador tuviera tierras sobre las que reinar. Usando mercurio simularon los grandes ríos de China y el océano donde desembocan. Pero faltaba un ejército que defendiera el imperio, y un kilómetros más al este se colocaron ocho mil figuras de guerreros y caballos de terracota, algo mayores que el tamaño real.
Ocho mil son los recuperados hasta ahora. El mausoleo aún no ha sido escavado, por lo que se desconoce lo que sus salas pueden cobijar. Hasta el mes de marzo, el Centro Cultural Fernán Gómez de Madrid alberga una muestra de este impresionante hallazgo, una exposición que ha recorrido varias ciudades europeas. El montaje es impresionante: por muchas fotografías que hayamos visto de estos famosos guerreros cuando los encuentras de frente das un respingo. Aunque a causa de la oxidación han perdido el colorido de las pinturas que les decoraban, su imponente presencia sobrecoge.
Cada guerrero está vestido de acuerdo a su rango, con armaduras antaño de colores brillantes, de diferentes edades y peinados. Aunque parezca imposible, no hay dos rostros iguales. Dependiendo de su responsabilidad en el ejército, así sus adornos y armas reglamentarias. Arqueros, lanceros, soldados de infantería, auxiliares, carros con caballos, comandantes. Merece la pena la visita.
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