Peter Sellars optó por un ritmo escénico basado en la filosofía oriental, que interesaba a Wagner cuando escribió la ópera. Así, los cantantes se mueven despacio, casi no gesticulan, no dramatizan, dicen sus frases casi inmóviles. La decoración brilla por su ausencia: un espacio negro en el que se funden las vestiduras de los cantantes. Y, de fondo, la pantalla donde se proyectan las imágenes creadas por Viola, al principio de la representación algo más descriptivas, luego luces, brillos, agua, fuego... las imágenes nos hablan tanto o más de la tragedia de los amantes que la letra del libreto.
La belleza corta por momentos la respiración. Salgo con el convencimiento de haber asistido a un espectáculo extraordinario. Os dejo dos aproximaciones: un vídeo con algunos momentos de la representación y el hermoso preludio de la obra. Si tenéis ocasión, no la dejéis pasar.
Dicen algunos que Hitler amaba la música de Wagner: de haber conocido este Preludio no hubiese invadido Polonia.
ResponderEliminarLo escucho y desisto de degollar al cordero de Herculano que me acaba de mandar la librería. Ahora trisca entre mis muebles y me come en la palma de la mano. Vive.