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miércoles, 28 de marzo de 2012
"Libertad", de Jonathan Franzen
"A modo de concesión, sí llevó a Walter a conocer a su familia en primavera, antes de casarse. Para la autobiógrafa es doloroso admitir que le dio un poco de vergüenza que su familia lo viera y, más aún, que acaso eso fuera otra de las razones por las que no deseaba una boda. Lo quería (y lo quiere, lo quiere de verdad) por unas cualidades que para ella tenían pleno sentido en su mundo privado de dos personas, pero que no eran necesariamente visibles para la clase de ojo crítico que sin duda sus hermanas, en particular Abigail, posarían en él. La risita nerviosa de Walter, su propensión al rubor, la circunstancia misma de que fuera tan buena persona: dichos atributos le eran entrañables en el contexto más amplio del hombre en sí. Motivo de orgullo, incluso. Pero la parte malvada de ella, que siempre parecía aflorar con contundencia al verse expuesta a su familia, no podía evitar lamentar que él no midiera un metro noventa y fuese muy guay.
Joyce y Ray, justo es reconocerlo, y quizá por el alivio oculto que experimentaron al descubrir que Patty era heterosexual (oculto porque Joyce, por su parte, estaba preparada para brindar una vigorosa Acogida a la Diferencia), exhibieron su mejor comportamiento. Al enterarse de que Walter nunca había estado en Nueva York, se convirtieron en gentiles embajadores de la ciudad, instando a Patty a llevarlo a exposiciones que la propia Joyce, ocupada como estaba en Albany, no había visto, y reuniéndose luego con ellos para cenar en restaurantes aprobados por el Times, incluido uno en el SoHo, que por entonces aun era un barrio oscuro y emocionante. La preocupación de Patty ante la posibilidad de que sus padres se burlaran de Walter dio paso a la preocupación de que éste se pusiera del lado de ellos y no viese por qué a ella le resultaban insoportables: de que empezara a sospechar que el verdadero problema era Patty, y de que perdiese aquella fe ciega en su bondad, una fe de la que ella, en menos de un año de relación, ya dependía desesperadamente."
The New York Times Book Review ha calificado a Libertad, de Jonathan Franzen, como "una obra maestra de la narrativa norteamericana". Un poco exagerado para mi gusto, pero desde luego se trata de una gran novela, ambiciosa, inteligente, entretenida y profunda. Muy americana. La he leído con placer, aunque sé que no tendré tentaciones de releerla. Habla de la libertad de equivocarse, de decidir quién quiere uno ser. Habla de lo que oculta el amor. Casi 700 páginas de buena literatura. Insisto, buena, no excepcional.
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Completamente de acuerdo.Fue mi ultima lectura del 2011. Una lectura muy grata, una novela muy notable, pero no una obra maestra. Ya sabemos lo que es la publicidad.
ResponderEliminarUn comentario magnífico, como todos los tuyos y no me cuesta creer que llevas razón en la valoración final. Leí “Las correcciones” de Franzen cuando salió ya hace bastantes años, me lo pasé muy bien leyéndola, la encontré brillante, pero una vez terminada la dejé a un amigo que no suele devolver los libros, porque sabía que no la volvería a leer. Creo que hay dos tipos de literatura, la que sabes que un día volverás a ella y las novelas que te sirven para una sola lectura. Tengo “Libertad” encima de la mesa desde Navidad pero siempre se cuelan otras lecturas pendientes que hacen trampa y le pasan delante. Estoy convencido de que me gustará.
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