
Precioso concierto el que nos ofreció el jueves la Filarmónica de Londres, dirigida por Vladimir Jurowski, en el Auditorio de Madrid. El programa era un lujo: para empezar, el Concierto para violín y orquesta de Re mayor de Brahms, con Joshua Bell como solista, y después del descanso una sinfonía de Tchaikovsky que no conocía Manfred. Romanticismo a tope.
"Brahms y Tchaikovsky realizaron la más difícil y fructífera de las labores que un compositor podía llevar a cabo en su época, finales del XIX: introducir el apasionado Romanticismo en los moldes formales de un Clasicismo lleno de equilibrio y solidez. Y no hay en el gran repertorio sinfonías o conciertos que, sin traicionar en ningún momento las exigencias formales del género, más impregnadas estén de lirismo y pasión que las sinfonías y conciertos de estos dos compositores. Desde muy distintos ángulos y con muy diversos resultados, como es lógico en dos creadores con personalidades e historias tan distintas, pero con la misma potencia y perfección. Nadie, en este final del XIX, encarna mejor que ellos la expresión pathos romántico: dudaríamos en si adjudicársela antes a Brahms que a Tchaikovsky, o viceversa, pero a nadie antes que a ellos", afirma el crítico musical Carlos de Matesanz en el programa.
Soy adicta a Brahms, creo que os lo he confesado muchas veces. Escucho sus cuatro sinfonías a menudo, y me ayudan a vivir. Sus conciertos y sonatas me entusiasman, así que disfruté horrores de este Concierto para violín y orquesta, más aún contando con el virtuosismo de Bell con el violín. Fue el violinista y compositor austriaco Joseph Joachim quien le inspiró el concierto. Brahms solía componer por el verano, cuando se retiraba a Pörtschach am Wörthersee, en los Alpes austriacos donde, según el compositor, las melodías parecían crecer como las flores en la pradera y había que ir con cuidado para no pisarlas. La música de Brahms actúa en mi como un bálsamo, y siempre la agradezco.
Sé el efecto que Brahms me produce, no hay sorpresas, así que la conmoción llegó de la mano de Tchaikovsky. No conocía Manfred, y me encantó. Curiosamente este poema de Lord Byron fue también el inspirador de Schumann para el poema sinfónico del mismo título que escuchamos hace unos días y del que os hablé en su momento. Quizá influida por la información del programa, que leí antes de comenzar el concierto, me resultó fácil imaginar los paisajes y situaciones en los que se inspira cada movimiento, y me sumergí en la música desde el primer acorde. Carlos de Matesanz, para el primer movimiento, sugiere seguir los pasos de Manfred por un paisaje alpino y sus tormentos al recordar el rostro de su amada Astarté, pero también sus luchas y remordimientos, de ahí la sucesión de momentos de gran lirismo con otros sombríos y amenazadores. Y estos versos: "Por tu corazón de hierro y tu sonrisa de víbora, por tus ardides fatales, por tus miradas engañosas, por tu alma hipócrita, por tus artificios seductores y tu falsa sensibilidad, por el placer que encuentras en el dolor de los otros, por la fraternidad con Caín, vengo a condenarte a que seas tú mismo tu infierno."
Os dejo el arranque del primer movimiento, en dos entregas.
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