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lunes, 14 de enero de 2013

Julia Margaret Cameron, fotógrafa victoriana

Descubrí la obra de la fotógrafa Julia Margaret Cameron muy recientemente, al contemplar la obra con la que encabezo el comentario en la exposición La isla del tesoro. Arte Británico de Holbein a Hockney, de la que os he hablado en entradas anteriores. La imagen que veis está basada en la figura de Beatrice Cenci, el personaje principal de la tragedia Los Cenci, escrita en 1819 por Pency Bysshe Shelley. Beatrice fue torturada y ejecutada por asesinar a su padre maltratador. La modelo es May Prinsep, que además de posar para Cameron lo hizo para Watts y otros pintores victorianos.















Julia Margaret Cameron fue una aristócrata ociosa a quien, cuando contaba 48 años, su hija le regala una cámara fotográfica a la que se aficiona y cuya técnica perfecciona hasta convertirse en la más importante fotógrafa de retrato artístico de la época victoriana. Nació en la India y, aunque se educó en Europa, pasó gran parte de su vida allí, dedicándose a la escritura y a causas filantrópicas. Allí se casa con un acaudalado plantador de té, veinte años mayor de ella, Charles Hay Cameron, con el que termina estableciéndose en la isla de Wight, Inglaterra. Un año después del regalo de su hija pasa a formar parte de la Sociedad Fotográfica de Londres y Escocia.












Muy introducida en ambientes literarios y artísticos, su obra está muy influenciada por la literatura, los prerrafaelitas y el renacimiento, gustando de crear escenas alegóricas con cierto aire teatral, pero de una belleza indudable. Muy exigente con su trabajo, termina abandonando la vida social, descuidando su aspecto, obsesionada por lograr la perfección en unas imágenes que repetía una y otra vez en su laboratorio, hasta quedar satisfecha con la copia obtenida.















En la isla de Wight tiene como vecino al poeta Alfred Tennyson, cuya amistad cultiva durante toda su vida. En 1874 el escritor le pide que ilustre con fotografías su obra Idilios del rey, poemario inspirado en las leyendas artúricas. Durante tres meses se dedica en exclusiva a la tarea, utilizando como modelos a cuantos se acercan por su casa. Solo la Despedida de Lancelot y Ginebra, con la que cierro el comentario, requirió más de cuarenta tomas. Me encanta la mezcla de romanticismo, misticismo y sensualidad de su obra.



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