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domingo, 5 de enero de 2014

La Noche de Reyes

Noche de Reyes. Quizá porque tengo la inmensa suerte de conservar a mis padres y a mis hermanas, la Navidad sigue siendo para mí un tiempo feliz, un paréntesis en las obligaciones cotidianas para volver con los míos, junto a mi familia primigenia, y revivir costumbres, canciones y ritos de mi infancia. Pequeñas cosas que trasladé a mi hija y ella a mi nieto. (No tengo más de seis años. Es Nochebuena, y estoy sentada a la mesa de la casa de mis abuelos, larguísima mesa para una familia muy numerosa. Veo levantarse a mi abuelo en la cabecera, imponer silencio, levantar los brazos y comenzar a cantar un absurdo himno familiar que inmediatamente es coreado por todos los presentes: ¡Al pinpiribin ventana, al pinpiribin balcón, al pinpiribinpiribin piribin piribón!. Cuando ya no viajábamos a Oviedo en Navidad, era mi padre quien cada Nochebuena, en el momento más insospechado, elevaba su voz y comenzaba el himno que todos seguíamos con entusiasmo. Hace unos días fui yo, la mayor de mis hermanas, la que cogió el relevo y me emocionó ver a mi nieto cantarlo a voz en grito. Me ilusiona pensar que se lo enseñará a sus hijos).

La noche del 5 dejábamos las zapatillas en el cuarto de estar, y una bandeja con turrones y unas copas de vino para Sus Majestades. A la mañana siguiente el borde de la copa de Baltasar se veía manchada de negro: el pobre desteñía. Teníamos prohibido acercarnos al salón sin mis padres, de modo que desde muy temprano rondábamos la puerta de su habitación haciéndonos notar, hasta que se apiadaban de nosotras. Entonces mi padre abría la marcha, se asomaba por un resquicio de la puerta que comunicaba con la sala que volvía a cerrar apresuradamente para comunicarnos que los Reyes no habían dejado nada para nosotras, y esperaba a ver nuestras caras incrédulas y expectantes para abrir del todo y dejarnos pasar al paraíso. Porque eso era aquella habitación, no tanto por la cantidad de regalos como por la parafernalia que los rodeaba.

Años después era yo quien organizaba la escenografía para mi hija, y sé que ahora es ella quien se la repite a mi nieto. Quiero pensar en estas cosas: en su alegría mañana cuando llegue a mi casa y vea sus regalos bajo el árbol, junto a su zapatilla; en la sonrisa de mi hija; en el privilegio de conservar a mi familia cerca. Quiero pensar en los que siguen conmigo y acariciar el recuerdo de los que se fueron, sin romperme.

20 comentarios:

  1. Mil besos precisamente en esta noche, cielo.

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  2. Me alegra comprobar que todavía hay alguien que sabe celebrar la Navidad y le dejan hacerlo. Muchas felicidades por las fiestas, el Año Nuevo y, sobre todo, por la oportunidad que te da la vida de seguir festejandolas.
    Un abrazo

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    1. Uno muy fuerte para ti, Joaquín. Y toda la felicidad del mundo

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  3. Eres afortunada, Sol. Disfrútalo. Me ha enternecido la recreación que has hecho y me ha traído a la memoria recuerdos...

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    1. Sé que soy afortunada, David, y procuro disfrutar cada segundo que paso con ellos. Pero también lo soy por recibir el afecto de amigos como tú. Un beso enorme

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  4. Apollinaire al galope5 de enero de 2014, 17:29

    Pues servidor les pediría a los Reyes Magos estas páginas impresas del Testamento de G. García-Márquez, que dicen que se muere:

    Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.

    Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

    A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

    He aprendido que un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse.

    Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.

    Si supiera que hoy fuese la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para poder ser el guardián de tu alma.

    Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría "Te quiero" y no asumiría, tontamente, que lo sabes.

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    1. Me han gustado todos estos pensamientos, me quedo con el ultimo.

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    2. Creo que el texto no es de García Márquez, aunque así se presenta en la red. Pero eso no le resta belleza. Yo también me quedo con el último.

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  5. Un post muy tierno, casi un relato. Feliz tú que, según creo, tienes aún a toda tu gente.

    AG

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    1. Gracias Alberto. No tengo a toda mi gente; he perdido a personas queridísimas, alguna hace muy poco. Por eso, porque ya no puedo abrazarlas, o decirles cuánto las quiero, aprovecho para mimar lo indecible a quienes aún conservo. Un abrazo fuerte para ti

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  6. Que quienes están no se vean restados por los que se fueron y que quienes comparten lágrimas y risas vean redoblada su presencia. Cuánta belleza en tus palabras, Sol. Vuelvo a enviar al futuro esa postal en que pido, un buen día traído al azar, conocerte. Feliz año, mientras, y un abrazo.

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    1. Feliz Año también para ti, amiga. Y ojalá que algún día podamos deseárnoslo cara a cara. Un beso fortísimo

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  7. Querida Sol: Me llevaste a través del tiempo con tu relato, un tiempo muy feliz de mi infancia con mis padres, mis abuelos, y tíos. Aquella casona con galería y patios y un Rey Mago asomado a un techo saludando, muy temprano por la tarde del día 5. Y desparecía tan pronto en cuanto llegaba yo en mi corrida por las escaleras...
    Gracias Sol!
    Besos
    Celia

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    1. El tuyo también es un precioso recuerdo, querida Celia. Tenemos una suerte inmensa por hablerlo vivido: una infancia feliz es el paraíso, verdad?. Cuéntame cómo estás, cómo van tus cosas. Y recibe todo mi cariño

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    2. Hola, Celia; un placer leerte y saludarte. Voy a confesarte un secreto: yo creí en los Reyes Magos hasta una edad que debió de avergonzar a mis papás..., porque creo recordar que llegaron ha hacer porque yo despertara de aquel sueño que tantas ilusiones me deparaba. Lo cierto es que nunca les agradecí aquel desengaño, pues recuerdo con extraña nitidez como aconteció la voladura de una ilusión en aras de convencionalismos un tanto crueles. Pero comprendo que daba que decir que un niño al que comenzaba a apuntarle el bozo mantuviese viva aquella ilusión tan quimérica pero tan maravillosa. He sido fantasioso toda mi vida.
      A mis hijos nunca les hice creer semejante fantasía, porque he querido hurtarles una cruel desilusión, quizá la primera en magnitud que vienen sufriendo -desde tiempo inmemorial- nuestros niños inocentes; que las desilusiones, por desgracia, ya vendrán por sí solas con los años, y no está bien que nosotros les procuremos una de las peores.
      Un beso, Celia.

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  8. Querida Sol: Estoy bien ya que enero es un mes de feria judicial. No hablo con los abogados si ellos no me llaman. Mi ansiedad empeora si no hay novedades, por lo tanto, los ignoro y que sea lo que deba ser. Siempre me jugué en la vida, siempre luché y lucho hasta caer muerta ( literal).
    Y quiero decirte esto: gracias al paraíso que fue mi infancia, con mis padres, abuelos, tíos ,pude sostenerme en la vida.
    Mi memoria, como si fuese una película que hubiese visto ayer, guarda aquellos días de familia. en Navidad, la mesa larga de mantel blanco en la galería de la casona de mis abuelos . Las canciones, el brindis, los regalos...y un olor a jazmines que venía del jardín.
    En Reyes la diversión era yo, ya que hacían aparecer a un Rey Mago temprano y me decían " parece que dejó algo por ahí" y corría yo revisando los armarios, debajo de las camas hasta que, milagrosamente, aparecía una muñeca o no sé qué. Lo importante era encontrarlo. Y así hasta el día 6 . Me levantaba muy temprano y veía que los camellos habían tomado toda el agua, y que los juguetes estaban por todos lados ( colaboración de abuelos, tíos etc).
    Supe que los Reyes no existían ( a pesar de que algunas amigas me decían que era todo cuento) cuando oí sin querer una conversación entre mis padres y yo era grandecita, tal vez once o doce años.
    La vida me golpeó temprano, a los catorce años con la muerte de mi hermano de nueve años en un accidente.
    Pero lo que me dieron en la infancia fueron mis fuerzas después, porque todo eso era parte del amor que prodigaban, del cuidado, de la alegría, de la presencia familiar.
    Recuerdo sus rostros con mi sorpresa al abrir un paquete, recuerdo qué hacía cada uno de ellos, cómo iban detrás de mí para disfrutar también.
    Mis abuelos y tíos murieron mayores y cada celebración conversaba con ellos y rememoraba aquellos días y les decía cuánto me habían hecho feliz.
    Así lo viví y creo que lo que vives en la infancia es la base de tu visión del futuro.
    Un beso enorme y gracias, siempre, por todo.
    Celia

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    1. Hasta hace poco no entendía eso de que la infancia fuera el paraíso perdido, imagino que la nostalgia por aquel universo aparece cuando ya te vas acercando al final de la vida. Pero somos muy afortunadas, amiga, por haberlo vivido, por crecer rodeadas de amor. Recibe todo mi cariño

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  9. Querida Sol, permiso.
    Federico, gracias por tus palabras y por confesarme tu secreto. Comprendo que vivimos experiencias diferentes todos y creo que la infancia es esa tierra fértil donde cae la buena semilla o la mala hierba.
    Uno no quiere de ninguna manera que los hijos sufran; sin embargo lo que viví en la infancia me protegió.
    La muerte de mi hermanito, el dolor de mis padres, los largos silencios y la oscuridad en casa cuando tenía catorce años me marcó también. No pude evitar tener pánico cuando mi hija cumplió esa edad. Reviví todo y la atormenté de alguna manera cuando no quería dejarla ir a excursiones con su escuela, o jugar con otros chicos sin mi presencia. LLevó unos meses y no fue nada fácil.
    Sé que aquella dura experiencia marcó esa conducta ( a pesar de los psicólogos que me trataron). Y ella lo recuerda y lo entendió mucho después.
    Gracias por contarme tus cosas en esta Casa que nos recibe con tanta generosidad.
    Federico, que tengas un muy buen año, es para mí gratificante leerte.
    Un abrazo y beso ( con permiso de Sol)
    Celia

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  10. Celia, para darme un abrazo y un beso no necesitabas pedirle permiso a Sol: ella es muy comprensiva.
    Yo te envío otro. Nadie tiene la esclusiva.

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