Efectivamente, el Museo Guggenheim de Bilbao nos ofrece una visión más amplia del trabajo de David Hockney, nueva visión que supone todo un descubrimiento para mí, que ignoraba su vocación paisajística. Una magnífica exposición que comienza con sus primeros paisajes, en los años 50; su pasión por las imágenes y los juegos que realizaba con las fotografías, interesantes collage. Hasta que llega la explosión de color, el Hockney más identificable.
Estos dos óleos pertenecen a finales de los años 90, Garrowby Hill, a la derecha, y La carretera que atraviesa los Wolds, a la izquierda. Hay algo en estos óleos que me recuerdan a algunos expresionistas alemanes de El Puente, la vibración del color, el esquematismo, la forma de llenar el lienzo y de atraer todo al primer plano. Y me entusiasma igual que lo hacen aquellos.
Entre Kilham y Langtoft II y Entre Langtoft y Kilham, a la izquierda y a la derecha, el primero realizado el 27 y el segundo el 31 de julio de 2005, esto es, con cuatro días de diferencia. Y al aire libre. Me encanta pensar en Hockney cogiendo sus bártulos y caminando por los senderos de su infancia, en Bridlington, en el East Yorkshire, buscando ese rincón conocido, o la imagen de los rulos de hierba brillando al sol. Esos rulos que ahora se multiplican también por los prados asturianos, dónde se habrán ido las varas de hierba de mi infancia. Perdonad, ha sido un lapsus.
Hermoso blog Sol. Demuestra una fina sensibilidad y una aguda inteligencia.
ResponderEliminarNo dejes de escribir y de seleccionar imágenes y trozos literarios para nosotros.
Un abrazo desde el otro lado del Atlántico.
Alfredo - Uruguay