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miércoles, 6 de junio de 2012

"Las uvas de la ira" y Dorothea Lange


"Y un hombre hambriento y sin hogar, recorriendo las carreteras con su mujer a su lado y los delgados hijos en el asiento trasero, miraba los campos en barbecho que podían producir comida, pero no beneficios, y ese hombre sabía que un campo en barbecho es un pecado y la tierra sin explotar un crimen contra esos niños flacos. Y un hombre tal avanzaba por las carreteras y sentía la tentación en cada campo, y el deseo vehemente de apropiarse de los campos y hacerlos producir energía para sus hijos y algunas comodidades para su mujer. La tentación estaba siempre delante de él. Los campos le aguijoneaban y las acequias de la compañía llenas de buen agua fluyente eran una provocación para él.












Al sur veía las naranjas doradas colgando de los árboles, pequeñas naranjas como oro en los árboles verde oscuro y guardas con rifles patrullando los bancales para evitar que un hombre cogiera una naranja para un niño flaco, naranjas que tirarían a la basura si el precio era bajo.
(...)
Y los grandes propietarios, los que deben ser desposeídos de la tierra por un cataclismo, los grandes propietarios con acceso a la historia, con ojos para leer la historia y conocer el gran hecho: cuando la propiedad se acumula en unas pocas manos, acaba por serles arrebatada. Y el hecho que siempre acompaña: cuando hay una mayoría de gente que tiene hambre y frío, tomará por la fuerza lo que necesita. Y el pequeño hecho evidente que se repite a lo largo de la historia: el único resultado de la represión es el fortalecimiento y la unión de los reprimidos.















Los grandes propietarios hicieron caso omiso de los tres gritos de la historia. La tierra fue quedando en menos manos, aumentó el número de los desposeídos y los propietarios dirigieron todos sus esfuerzos a la represión. El dinero se gastó en armas y en gasolina para mantener la vigilancia en las enormes propiedades, y se enviaron espías que recogieran las instrucciones susurradas para la revuelta, de forma que esta pudiera ser sofocada. La economía en proceso de cambio fue ignorada, al igual que los planes de cambio; y solo se consideraron los medios para extinguir la revuelta, mientras persistían las causas de la misma."












Sobrecoge la actualidad de esta novela, escrita hace más de setenta años, y resulta deprimente constatar lo poco que hemos aprendido y como la historia se repite hasta la desesperación. Sigo inmersa en la lectura de Las uvas de la ira, de John Steinbeck, y las imágenes que me suscita no son las de la película de John Ford sino las que la fotoperiodista Dorothea Lange captó siguiendo a los que abandonaron sus tierras y cruzaron estados en busca de una vida mejor durante la Gran Depresión norteamericana. Estos son, para mí, los rostros de Steinbeck.

3 comentarios:

  1. Tremendo el libro, tremendas las fotos y tremenda la película. Creo recordar que en uno de los planos está Henry Fonda recorriendo una carretera como la de la última imagen.
    Pero más tremendo todavía es ver que la historia se repite y que no aprendemos nada.
    ¿qué podemos hacer?
    Menos mal que aún nos podemos refugiar en las cosas pequeñas y bellas que nos rodean, entre otras los hermosos comentarios de ¿tu tierra? asturiana a la que, por desgracia, hace mucho tiempo que no voy.
    Un abrazo de sesentona

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  2. Si, son indudablemente las imágenes de la novela.

    Saludos.

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  3. Es terrible, sí. Esta novela, que estoy a punto de terminar, me tiene completamente conmocionada. Que haya niños que mueren de hambre mientras se queman las cosechas para que no bajen los precios no tiene calificativos. Como dice Steinbeck, es la constatación del fracaso de la humanidad, un fracaso que ninguno de los logros obtenidos puede paliar. No sé si tenemos mucho derecho a buscar refugios individuales, pero sí, la belleza de mi tierra y de todas las tierras, la belleza, en suma, nos puede salvar de la melancolía. Un abrazo a las dos, y gracias por seguir ahí.

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