Me he pasado la vida fantaseando sobre la niebla. El paisaje, piensa mi corazón, es eso que oculta la niebla. El paisaje, por otro lado, vale aquí por literatura, incluso por vida: no se ve a la primera el sentido oculto del poema, ése que revela la verdad interior de las cosas; el destino se descubre poco a poco y son los años lentos, como bueyes, los que aran la tierra de tu historia. Me ha pasado con las ciudades, con mi propio tiempo perdido, con las expectativas de futuro: cada cosa era un enigma que había que resolver. Ver es intuir siempre. Demasiada luz oscurece y, frecuentemente, es más reveladora la penumbra.
Hoy me levanto temprano, como siempre, para escribir. Cuando era muy joven, amaba las noches febriles; ahora prefiero más el despuntar del alba, la lentitud con la que la luz va descubriendo los perfiles del mundo. Cuando abrasaba en mi máquina de escribir mis poemas nocturnos, ¡oh tiempo de 1984!, creía que la noche, antiquísima e idéntica, era inagotable. Madurar es descubrir la brevedad de la noche; envejecer, me temo, es descubrir la inmensidad del insomnio. Me asomo a la ventana, enciendo un cigarrillo: a estas horas lo que más brilla es el silencio. Viene uno del sueño y cuesta despabilarse antes del café: busca en la cartera de su memoria algo soñado, un leve indicio que le guíe; pero hoy lo que más le sorprende es lo que siempre sucede, lo que siempre ha sucedido: como la luz va inundando el mundo revelándolo.
Los manzanos se arrebujan en las sombras oscuras, pero ya las primeras flores quisieran parpadear reflejadas en el silencio. Un cuadro de Anselm Kiefer, pienso. Me corrijo: un cuadro de Anselm Kiefer risueño y expectante como nunca he visto ninguno de este torturado, y magnífico, pintor. Quien viese el lienzo podría pensar en los abismos de un alma adormecida; pero un poco más de luz revelaría algo luminoso y frágil, puro y hermoso. Quizás una túnica recamada en verdes y oro, con una filigrana lapislázuli ordenando piezas inconexas que son el mecanismo, roto por un niño, de la ternura.
Muy pronto, en unos minutos, la mano de la luz alisará las sábanas de la sombra y la cama del mundo estará recién hecha. En primavera, es especialmente grato asomarse a un jardín que renace: las flores de la cardeña, tan humildes, florecen como soles diminutos en cada esquina y sobre las rocas y las paredes, muy parecidos a líquenes, unas flores casi azules –azul era el color de la aventura– se agarran leves. Pienso en el romero y en la lavanda, que he plantado junto al pozo, y en las semillas de flores que guardo en la alacena. Mi huerto ya tiene sus primeros surcos de cebollín y lechugas. No lo veo desde aquí, pero sé que las semillas se despiertan. Las urracas, a cientos, son parlanchinas y algo me quieren decir: graznan, revolotean promiscuas y su aletear recuerda la voz de un pozo.
Yo lanzo una moneda brillante, un verso de Cardarelli, a ese pozo. Pido un deseo mientras lo murmuro: ‘Ti leggo vecchi versi dun antico’. Miro y ya ha amanecido. No sucede nada, todo está bien. Pepe, mi vecino, sube hacia su huerto. Se para y me saluda. Yo recuerdo un poema de R. S. Thomas, el cascarrabias galés. Busco la antología que publicó Trea, pulcramente traducida por Misael Ruiz Albarracín, y abro por la página marcada:
El viejo aparece en la colina
y observa el valle. Recuerda
otros tiempos. Ve el arrollo que brilla,
la iglesia, oye las desordenadas
voces de los niños. Un escalofrío
le dice que la muerte no está lejos
ahora: es la sombra bajo las grandes ramas
de la vida. En su jardín crecen plantas aromáticas.
El cernícalo pasa con una presa reciente
en sus garras. El viento esparce el aroma
de las judías silvestres. El tractor trabaja
sobre el cuerpo de la tierra. Ahí está su nieto
arando; su joven esposa le lleva
pasteles y té y una oscura sonrisa. Todo está bien.
Este, como otros relatos de Xuan, podéis encontrarlos en su página, Les isles interiores.
Hermoso. Como todo cuanto escribe Xuan Bello.
ResponderEliminarEl mismo adjetivo me sirve para valorar esta joya de blog que acabo de descubrir.
Muchísimas gracias, Victoria, Bienvenida a mi casa, espero encontrarte a menudo por aquí. Un abrazo
ResponderEliminarGran sutileza la de este escritor; su capacidad de sentir el mas minimo acontecimiento en el entorno es genial. Muy buen texto.
ResponderEliminarAdemas buena pagina, sigue compartiendo.
Gracias Adrian. Sí, merece la pena seguir a Xuan, es un escritor exquisito. Un abrazo
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