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jueves, 15 de abril de 2010

Los libros


Un amigo me envía el borrador de su nueva novela en uno de esos sobres acolchados que utiliza el servicio de correos, junto con una breve nota en la que, además de los consabidos agradecimientos y cariños me pide le ofrezca un título para su obra. "Me he quedado vacío, en blanco, no se me ocurre nada útil", escribe, "quizá cuando la leas puedas tú bautizarla".
Con el paquete aún en las manos me vienen a la memoria algunos de los títulos que más me han fascinado: El obsceno pájaro de la noche, de Donoso, Al otro lado del río y entre los árboles, de Hemingway, Suave es la noche, de Scott Fitzgerald, Quieres hacer el favor de callarte, por favor de Carver... Dejo el paquete sobre la mesa y me acerco a la librería en busca de estas novelas. Estantes de literatura hispanoamericana. D de Donoso. No está. Ya empezamos. Repaso con el dedo libro a libro: El jardín de al lado, El lugar sin límites, Casa de campo (bendito Seix Barral). El obsceno pájaro de la noche ha volado. Me dirijo a los anaqueles de los autores norteamericanos. Gracias a dios enseguida encuentro Suave es la noche en una edición de la editorial Planeta fechada por mi madre en 1974, y también la novela de Carver, pero Al otro lado del río.... debió seguir el vuelo de El obsceno pájaro .... y buscar nuevos horizontes. Una ola de rabia me sube a la garganta. Sé que no he perdido estos libros, ni los he prestado (jamás presto un libro, prefiero regalarlos) de manera que sólo resta una alternativa: me los han robado. Y como no me imagino al del butano rebuscando en mi librería, la cosa está clara: algún amigo quiere hacerse con una biblioteca a mi costa. El juntacadáveres, no era de Donoso? Vuelvo a los hispanos. No, de Onetti. Aquí está. Salvado.
Qué tienen los libros de íntimo, de tesoro especialísimo que nos inspira este coraje y esta desazón perderlos? Y no sirve sustituirlo por otro. Tiene que ser ese, ese objeto concreto en el que leímos esa obra, en esa edición, ese ejemplar y no otro. Y si eres aficionado a escribir en los márgenes, hacer acotaciones por doquier, entonces el libro adquiere una cualidad añadida, como de diario, y un carácter sagrado que lo convierte en una joya insustituible.
A partir de hoy cachearé al personal antes de dejar mi casa, sin distinción de sexo, edad o condición. Mi palabra de honor.

2 comentarios:

  1. ¡Ay que ver qué gracia tiene mi Madre!

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  2. Hablando de pérdidas, la que llevo especialmente mal es la de mi copia de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, libro sobre libros que siempre me enamoró, incluida la versión cinematográfica de Truffaut. Vete a saber quién la tendrá. No se puede ser tan descuidado.

    Sí que tiene gracia tu madre. Ya verás lo que me reiré la próxima vez que la visite y me cachee. Será la monda.

    Veremos. :P

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