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martes, 22 de junio de 2010
Mi adios a Saramago
Hace ya unos días que ha muerto Saramago. Y no sé cómo abordar el tema en el blog. Su muerte me ha producido un dolor hondo y punzante, que todavía me llena los ojos de lágrimas, como si quien hubiera desaparecido fuera alguien de mi esfera íntima. En realidad, así era. Sólo he estado en dos ocasiones físicamente a su lado, conversando, en realidad, escuchándole. Pero le he leído, he seguido sus pasos, he buscado su opinión en cuantos asuntos públicos me he sentido perdida y su voz siempre me ha iluminado. Yo, como tanta otra gente, confiaba en él, en su lucidez, en su hombría de bien. En una ocasión, hace muchos años, por una serie de razones que no vienen al caso él agarró mi mano, y la mantuvo así, entre las suyas, mucho tiempo. Buscó el calor de una mano amiga cuando la zafiedad de otro le hirió públicamente. Yo estaba a su lado, mi mano cercana y a ella se asió. Cuando yo, entre tantos otros, he recibido tanto de él, haber podido abrigarle durante unos minutos me llena de alegría. No hay consuelo para su ausencia; quizá, solamente, volver a leerle.
Recuerdo ahora una frase suya: "Yo creo que ser humano es una aspiración de los hombres que está ahí, a la cabeza, como cualquier otra utopía. Todavía no lo somos".
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No te lo dije en su momento, pero tengo que agradecerte el hecho de haber sentido un poco más, de tu mano, la muerte de esta gran persona. De justicia es que lo haga ahora, y así lo hago. Gracias.
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