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martes, 19 de junio de 2012

El Café Gijón


"La primera noche que entré en el Café Gijón puede que fuese una noche de sábado. Había humo, tertulias, un nudo de gente en pie, entre la barra y las mesas, que no podía moverse en ninguna dirección, y algunas caras vagamente conocidas, famosas, populares, a las que en aquel momento no supe poner nombre. Podían ser viejas actrices, podían ser prestigiosos homosexuales, podían ser cualquier cosa. Yo había llegado a Madrid para dar una lectura de cuentos en el aula pequeña del Ateneo, traído por José Hierro, y encontré, no sé cómo, un hueco en uno de los sofás del café." Así comienza La noche que llegué al Café Gijón, de Francisco Umbral, una de las más conocidas obras escritas con el literario café como protagonista o como excusa.












No recuerdo cuándo entré en el Gijón por primera vez, desde luego hace más de treinta años, pero la última coincidió con el día en que se hizo pública la decisión de la Asamblea de Madrid que convertía al café en patrimonio cultural de la ciudad, salvándole así del naufragio económico. Entro a tomar un café después de haber comido el plato del día en el Círculo de Bellas Artes, tras una mañana de paseante en Cortes por la ciudad. El café está casi vacío, con las mesas preparadas para la celebración que tendrá lugar algo más entrada la tarde. Me siento cerca de la entrada, en una mesa que acoge habitualmente a la tertulia de Javier Rioyo y Matías Antolín. A mi izquierda, junto al primer ventanal, se reune la tertulia de cómicos, encabezada por Manuel Vicent (los cuadros que os muestro debajo presiden la mesa), a la que pertenecieron hasta su muerte Manuel Aleixandre, José Luis Coll, Paco Rabal y Tola, entre otros muchos. Y donde el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela escribía hasta altas horas de la noche.












Cada rincón de este centenario café guarda infinidad de historias; cada mesa ha acogido a muchos de los más grandes intelectuales de este país. Lo fundó en 1888 un indiano gijonés, Gumersindo García, tras hacer fortuna en América. Aquí se reunían poetas como Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo, Gloria Fuertes o García Nieto (las mesas de los poetas, segunda y tercera junto a los ventanales); novelistas como Ignacio Aldecoa, Juan García Hortelano, Rafael Sánchez Ferlosio y Carmen Martín Gaite; actores como Fernando Fernán Gómez o Juan Diego; políticos, modistos, artistas plásticos... Una lista interminable de nombres conocidos.




Durante el rato que paso en el local solo me acompañan, en dos mesas cercanas, el amable señor que veis en la fotografía ( le interrumpo mientras dibuja y me permite fotografiarle), y una pareja de amigos que pretenden ligar, eso sí, muy educadamente. Apuro mi café y sigo mi camino. Hace una tarde preciosa.


1 comentario:

  1. La primera vez que yo entré en el Café Gijón fue, como corresponde, una decepción.
    Acababa de recoger un premio literario, bueno, de finalista, y al salir de la cena entré.
    Gente haciendo ruido con aire de "yo soy importante" y casi todos haciendo la rueda a cierto lider político de infausto recuerdo.
    Tomé mi café rumiando mi doble decepción de no ganar el concurso y de conocer el Café Gijón.

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