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viernes, 3 de septiembre de 2010
La isla de Lobos. Fuerteventura
Frente a Fuerteventura, negra y dorada, dulce y áspera, rodeada de un Atlantico azul marino, turquesa en la orilla, está la isla de Lobos. Estoy en una de las Islas Canarias, frente a la costa mauritana. Desde lejos su perfil es el de un volcán con una cola de roca negra. Se llega en una lancha desde Corralejo, un pueblo con un bonito puerto deportivo al norte de Fuerteventura, atravesando el Estrecho de Bocaina. En poco más de quince minutos te deposita en un embarcadero de madera en Lobos, en medio de ninguna parte. Unos carteles señalizan las direcciones que puedes tomar, a través de caminos de tierra volcánica, a derecha e izquierda.
Estamos en un Parque Natural. No se escucha más que el mar batiendo y el graznido de las gaviotas. El nombre de este islote, Lobos, proviene de la numerosa colonia de focas monje o lobos marinos que lo poblaron, hoy en vías de extinción a causa de los pescadores de la zona, convencidos de que esquilmaban la pesca.
La luz cae de plano sobre este islote de aristas pronunciadas, sin más vegetación que algunos matorrales pardos entre la roca. Un espacio cuídadísimo, sin basuras abandonadas, con las rutas bien definidas. Playa del Sobrado, Caldera de la Montaña, Punta Saladero, Punta del Marrajo, Playa de la Arena, Playa de la Concha, el Puertito y, en el extremo más al norte, el Faro de Martiño.
En el Puertito, cuatro casas encaladas, con las puertas y las contraventanas pintadas de azul intenso, como en cualquier pueblo costero del Mediterráneo, del Egeo o de la costa atlántica de Marruecos. Brillan las paredes encaladas, brilla el mar turquesa junto a esta tierra oscura. El faro estuvo a cargo de Antonio Hernández Páez, Antoñito el Farero, hasta 1968. Ahora la isla está prácticamente deshabitada, excepción hecha de los descendientes del farero que regentan el único bar con el que cuenta, en el Puertito. Sin embargo es muy visitada por surfistas y submarinistas. Su fondo marino, de gran riqueza y diversidad, constituye una reserva submarina extraordinaria que los ecologistas se afanan en proteger.
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