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martes, 29 de junio de 2010

Pierre Joseph Proudhon. La idea general de la Revolución en el siglo XIX


Ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado,dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado,estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido. Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado ¡Esto es el gobierno, esta es la justicia y esto la moralidad!

Adriana Lestido. Amores difíciles en la Casa de América

Amores difíciles, titula la artista argentina Adriana Lestido la exposición de su obra en la Casa de América de Madrid, inscrita en la edición de este año de PhotoEspaña. En Madres e hijas, durante un período de cuatro años, entre 1995 y 1999, la artista realiza el seguimiento fotográfico de cuatro parejas de madres y sus respectivas hijas; Hospital infanto juvenil es una visión de la vida de los niños enfermos ingresados en un centro hospitalario; Madres adolescentes refleja la soledad de las niñas impelidas a ser madres antes de tiempo; Mujeres presas, El amor y Villa Gesell completan la exposición.


La obra de Adriana Lestido es conmovedora. Su mirada capta instantes íntimos y envuelve en ternura la escena.


Estas imágenes te agarran el corazón, resuenan dentro del espectador como algo propio, ya vivido, ya sentido. Seres vulnerables, mujeres frágiles y poderosas, amores duros, apasionados, irracionales ¿Difíciles?

lunes, 28 de junio de 2010

Sólo una niña, siempre

Levantó la mirada del libro y la dirigió distraídamente hacia la ventana. Una estación pasa ante sus ojos: Santullano. Ya estaban en Asturias, habían atravesado los túneles de Pajares sin que ella lo advirtiese, absorta en la lectura. Se lamentó de ello. Había perdido la oportunidad de sentir esa íntima alegría que la asaltaba con el primer valle asturiano, su profundo verdor, los altivos perfiles, tan queridos. “Ya estoy en casa”, pensó mientras la entrada de un túnel le hurtó el paisaje. Entonces la vio, reflejada en el cristal. Estaba de pié ante su asiento, en la otra fila, una línea por delante. Menuda, vestía una camisola a rayas blancas y azules y un pantalón ancho, grisáceo. Apoyaba el codo en el respaldo del asiento delantero y, la palma abierta, sujetaba su barbilla. Media melena de pelo crespo, liso, rubio ceniza entreverado de canas; cejas amplias, sin depilar, dibujaban una leve caída en los bordes; nariz larga y recta; labios finos. Manos nerviosas de uñas cortas, sin arreglar, y articulaciones abultadas. Miraba absorta hacia delante, fija su atención en un punto invisible para los demás, fuera del mundo, y su rostro expresaba una tristeza sin esperanza. Algo hondo, dramático, se adivinaba tras su gesto. La luz del exterior borró su imagen y volvió el verdor intenso y frondoso de principios de verano, tierra mullida, maternal, nodriza generosa. “No puedo vivir tan lejos”. Sonrió: la vieja cantinela, siempre el mismo propósito, siempre incumplido.

La observó directamente, sin su reflejo. Sigue inmóvil, ese gesto de inmensa derrota. Una niña abandonada, inerte ante un dolor mayor que ella, un dolor que no puede contener. Toda ella grita ese dolor, sobre todo esas cejas derrotadas, el abandono de ese pequeño cuerpo a la desolación. Una tristeza impúdica, infantil.

La mira largo, sin disimulo. Ella no la ve mirarla.

En el asiento contiguo cabecea un hombre de pelo ralo y barriga prominente. De repente abre los ojos, la ve de pié a su lado, levanta un brazo y acaricia levemente su cintura en un gesto familiar. Ella apenas esboza una negativa, pequeña sacudida de su melena, y continua inaccesible allá donde la pena la mantiene alejada. Él gira su cuerpo, le da la espalda, y cierra los ojos.


domingo, 27 de junio de 2010

Los días van tan rápidos ...


Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en
[mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.

Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo
[allá en el fondo

Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.

Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora.

Gonzalo Rojas