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domingo, 29 de mayo de 2011

"La era del té", Jordi Soler


"Imaginemos una sociedad donde finalmente ha triunfado, de manera hermética, la corrección, donde todas las personas hacen footing o van al gimnasio para procurarse un buen cuerpo y una excelente condición física, donde todos se alimentan de verduras, cereales, zumos, y manjares bioecológicos. Una sociedad en la que nadie bebe alcohol ni fuma tabaco (esto ya casi se consigue) u otras drogas. Un paraíso terrenal donde los radares de la autopista quedarían sin efecto porque nadie excede el límite de velocidad permitido, y, puesto que nadie bebe, también sobrarían los controles de alcoholemia. Un Shangri-La donde todos cada seis meses se practiquen los mismos exámenes médicos y eduquen a sus hijos de la misma forma, siguiendo las estadísticas que dicen que el niño no debe estar más de tantos minutos al día frente a una pantalla y que en su tiempo libre debe hacer tenis, o piano o karate o aprender inglés o chino, porque no hay peor incorrección que un niño holgando en casa, que un mocoso que no le saca réditos a su infancia por estar entregado a esa ociosidad de la que, antes de la era del té, salían los artistas y los filósofos.

A esta sociedad de impecable corrección, le faltarían contrapesos: la gente que disiente, la que reflexiona por sí misma, la que cuestiona lo que dice la mayoría y duda del pensamiento único, la gente que se brinca las normas porque, sin ese contrapeso, la vida pierde la tensión, se hace blanda, sosa, flácida; porque la cosa no es tan simple como obedecer y portarse bien, o hacer exclusivamente lo que nos dice la autoridad o nos dicta la corrección política; la civilización no está ahí, está en la tensión entre lo prohibido y lo permitido, entre lo correcto y lo incorrecto, en esa batalla que al final, en los países civilizados, se decanta a favor del bien común.

La ola de protestas que se ha ido levantando en las plazas públicas de las ciudades españolas, es una de las consecuencias positivas de esta crisis económica que no termina; los indignados han sacudido de arriba abajo el establishment, han puesto en entredicho a la clase política que, apoyada en la abulia general que alimentaron estos años de pujanza y bienestar, ha actuado a sus anchas, sin contrapesos y con una irresponsabilidad que hoy los tiene al borde del descrédito. La protesta pacífica de los indignados, es una invitación a reflexionar, a cuestionar, a disentir, a escapar del pensamiento único, a dudar de todo aquello que se nos da ya pensado y quizá, con un poco de suerte, estemos asistiendo a los últimos coletazos de esta cansina era del té, al tumultuoso parto de una nueva época, y a los primeros destellos del porvenir."

Jordi Soler, diario El País, 30 de Mayo de 2011

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