


El fascinante mundo de las Magas, mujeres dedicadas a lo esotérico y a lo científico, en muchos casos auténticas visionarias que fueron conducidas a la hoguera. Una sociedad profundamente patriarcal, cómo podía aceptar el poder espiritual o curativo de las mujeres? Entre las obras expuestas bajo este epígrafe he elegido estas tres: dos cuadros del prerrafaelista William Waterhouse, La bola de cristal, con la que abro el comentario, un precioso cuadro de 1902 que resulta un homenaje al círculo mágico (la mesa, la ventana, la silla, la calavera y, desde luego, la bola de cristal en manos de la mujer) y Circe ofreciendo la copa a Ulises, reflejado en el espejo circular tras la maga, también el círculo mágico en los dibujos del suelo. Fascinante la actitud de la hechicera homérica, sosteniendo con la mano izquierda la vara con la que convirtió en cerdos a la tripulación del héroe. El jabalí, a los pies de la diosa, y las hojas y flores esparcidas por el suelo nos hablan del lugar en la que tiene su morada, un claro del bosque, guardada por leones y lobos. Y a la derecha, Sacerdotisas, del expresionista Emil Nolde, realizado en 1912.


Quizá la mejor pieza de la exposición sea este cuadro, Santa Catalina de Alejandría, firmado por Caravaggio en 1597. Como podéis observar, el pintor prescinde de varios atributos con los que habitualmente se representa a la santa, como el libro, el anillo y la corona, y la muestra junto a la rueda en la que fue torturada; la espada con la que se la decapitó y a la que parece abrazar; y la palma, que simboliza su triunfo sobre la muerte. Muestra una actitud serena, mirando de frente a la muerte y a sus verdugos, sin sumisión ni arrogancia, digna y entera. Todas las obras de Caravaggio tienen un algo majestuoso que me entusiasma. Junto a este cuadro, volvemos a Watherhouse con esta Santa Eulalia en la que huye de las truculencias con la que solía ser representada para utilizar la metáfora. Según la tradición, Santa Eulalia tenía solo 12 años cuando fue mutilada, desollada y crucificada. El pintor muestra a una joven, no tan niña, con el cuerpo intacto sobre un suelo cubierto de nieve. La leyenda dice que la nieve cayó para cubrir su cuerpo desnudo. Las palomas representarían su intacta virginidad. Ambos cuadros pertenecen a la serie Mártires.



Lectoras. ¿Por qué es tan frecuente encontrarnos a mujeres lectoras en la pintura occidental? Quizá porque la lectura pertenece al ámbito de lo privado, de la intimidad; quizá porque se circunscribe al campo de la imaginación y no al de la acción. Un espacio, pues, apto para las mujeres, allí donde reinamos. En el cuadro que vemos sobre estas líneas, a la derecha, titulado Muchacha leyendo, vemos a una joven en total recogimiento sobre su libro, seguramente una lectura piadosa. Es una obra de Gustav Adolph Henning firmada en 1828. Su concentración, la severidad del peinado y la sencillez del vestido nos habla de una muchacha "pulcra y decente", lejos de toda sofisticación y ligereza. La dama de la izquierda, retratada por Mary Cassatt en 1879, protagoniza el lienzo Lydia leyendo el periódico matinal. Han cambiado las costumbres, la mujer moderna aspira a tener un papel activo en la sociedad, el impresionismo parece liberarla con la amplitud de su trazo, su cromatismo, el abandono con el que se recuesta.

El mejor broche para cerrar el comentario, Francisco de Goya. La lectura, 1819-1822, maravillosa litografía.
El Museo nos ofrece una Visita guiada.
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