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martes, 24 de mayo de 2011

Una flauta encantada, de Peter Brook, en los Teatros del Canal

El mítico Peter Brook en Madrid. Ayer vi, en los Teatros del Canal, programado por el Festival de Otoño en Primavera, Una flauta encantada, adaptación libre de La flauta mágica de Mozart por parte de este monstruo de la escena, ya octogenario, que ha revolucionado el mundo del teatro. Estará en cartel hasta el 5 de junio. Si podéis encontrar entradas, no os la perdáis.


Esta es, en palabras de su director, una Flauta mágica "lejos de lo esperado, desprovista de la gran armadura de efectos escénicos y el solemne y pesado simbolismo. En su lugar, el público encontrará a un joven Mozart rodeado de un igualmente joven y talentoso reparto de cantantes y músicos preparados, como el compositor, para improvisar, transponer, explorar nuevos colores y hacer malabarismos con las formas".

En el escenario, un piano y unos tallos de bambú que los actores van moviendo según requiere la escena, dibujando distintos escenarios: habitaciones, bosques, celdas, templos, montañas... No se necesita más para recrear un espacio, la imaginación del espectador hace el resto. Y nada distrae de lo sustancial. Un magnífico grupo de cantantes/actores jóvenes que bordan su papel, con naturalidad y convicción, sin extralimitarse ni caer en el hieratismo que a menudo ataca a los cantantes de ópera. Incluso se reservan un espacio para la improvisación. Unos actores magnéticos, que establecen inmediatamente una relación de complicidad con el público. Muy alejado de la solemnidad y el distanciamiento de la ópera convencional, el público se siente invitado a mostrar sus sentimientos libremente: las carcajadas de una chica sentada a mi lado, cuando la escena despertaba hilaridad, me sonó a música celestial. Por cierto, no vi una butaca libre, y la totalidad del aforo, excepto algunas excepciones entre las que me encuentro, era gente joven. Quién dice que a los jóvenes no les interesa la ópera?. Quizá la causa por la que el Teatro Real y su temporada de ópera esté casi monopolizado por mayores sea el precio de las entradas y los montajes un tanto faltos de imaginación. Más ligereza y menor precio, y la ópera se convertirá en un fenómeno de masas. Con el consiguiente horror de algunos, imagino.

Las voces me parecieron más que correctas. Incluso la Reina de la noche se atrevió con su maravillosa aria que, sin pretender emular a Edda Moser, escuchamos con agrado. Desde luego no es comparable esta adaptación de la ópera mozartiana a un solitario piano con el original en manos de una gran orquesta, pero la belleza de la música se mantiene intacta. Para Franck Krawczyk, pianista y compositor, responsable de la adaptación, en ningún momento se ha tratado de reducir la partitura. "Se trata más bien de volver a un estado anterior al de la ópera, liberado de las convenciones del género. En una carta a su hermana, Mozart escribía: "Cuando me siento al piano y toco algo de la ópera, me pongo a llorar y eso me basta". Es ese "algo" lo que hay que actualizar."

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