He aquí uno de los mitos eróticos del arte de todos los tiempos: una mujer desnuda hace el amor con un cisne. Sus alas, de suave plumón, abrazan su cuerpo. El cuello sinuoso se inclina hacia ella. Se trata de Leda y el cisne, representado en infinidad de ocasiones hasta nuestros días.
Según la mitología griega, Leda era un joven muy bella, esposa de Tindáreo, reina de Esparta. El enamoradizo Zeus pretende sus favores, pero Tindáreo está considerado uno de los mejores hombres de su tiempo y el dios tiene serias dudas de lograr sus propósitos si los solicita en buena lid. Así que decide convertirse en cisne y sorprender a la joven.
Zeus fue un dios muy aficionado a metamorfosearse. Se convirtió en toro, en ninfa, en rayo y en lluvia de oro para unirse a Europa, a Calisto, a Sémele y a Danae. Ya os hablé del rapto de Europa en una entrada anterior. De manera que Zeus, convertido en cisne, se acerca a la reina. Algunos textos antiguos afirman que la sedujo con su bello canto, aunque según la tradición este solo se produce cuando muere. En cualquier caso, no le resultaría difícil despertar el interés de Leda, dejarse acariciar, acurrucarse en su regazo y terminar alcanzando su propósito.
De esta unión nacerían Helena (la famosa Helena de Troya) y Polideuces, que vienen al mundo dentro de un huevo. No nos extrañe: la diosa Atenea nació de la cabeza de Zeus. Sin embargo existe otra leyenda según la cual Leda encontró el huevo, lo recogió y lo incubó. En este caso Leda no sería la madre de Helena y Polideuces, sino la diosa Némesis, que habría sido violada por el dios.
Según esta segunda versión, en vista del incansable acoso de Zeus, Némesis optó por convertirse en animal, pero el dios hacía lo propio y siempre le daba alcance. Cuando se transformó en pez, el dios lo hizo en castor, y cuando lo hizo en oca, Zeus adquirió la forma de cisne y consumó su deseo.
A mi me resulta mucho más sugerente la primera versión. Así es como lo han interpretado Veronés, Tintoretto, Paul Tillier, Salvador Dalí, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, François Boucher, Paul Cezanne, Bartolommeo Ammannati y Henri Matisse. También vemos la escena en una preciosa escultura romana del s. I. Y así nos lo cuenta el poeta Rainer Maria Rilke:
Cuando el dios, en su apuro, entró en el cisne,
sintió casi temor de hallarlo tan hermoso;
y, muy confuso, en él se sumergió.
Pero su treta ya le arrastraba a la acción,
aún antes de probar sus sentimientos
de aquel ser no probado. Y ya la abierta
reconoció en el cisne a quien venía
y supo ya: solicitaba algo
que ella, confundida, mientras se resistía,
ya no podía ocultar. Descendió él, y, ondulando
su cuello contra la mano rendida, el dios
se abandonó en la amada.
Solo entonces sintió, gozoso, su plumaje
y de verdad fue cisne en su regazo.
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