Me encanta este paisaje de casas encaladas y tejas rojas. Cada mañana, cuando me siento a desayunar en nuestra terraza y me enfrento a otro día brillante, de luz transparente, me siento feliz.
Asomada a la barandilla me llegan recuerdos de Nauplia, un pequeño pueblo de pescadores de la costa griega, los mismos colores, idéntica luz. La costa italiana, la tunecina. Comienza a apretar el calor. Me voy a la playa.
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