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viernes, 27 de abril de 2012
Francesca Woodman
Resulta brutal contemplar las fotografías de Francesca Woodman, palpar en ellas su dolor, y saber que poco después de realizarlas se suicidaría. No puedes evitar pensar que estas imágenes pudieran ser un grito pidiendo auxilio, y siento el sufrimiento y la frustración de esos padres, hoy custodios de su legado, cada vez que contemplen a su hija en estas dramáticas imágenes.
Realizó su primera exposición en 1976, a los dieciocho años, y se suicidó en 1981, poco antes de cumplir los veintitrés. En la inmensa mayoría de sus fotografías es ella el objeto retratado. Su cuerpo como médium, como herramienta para expresar sus sentimientos, su soledad. En general elige habitaciones vacías, abandonadas, deterioradas por el tiempo, y esa decrepitud contrasta con la belleza de su cuerpo desnudo, tan joven, tan poderoso y delicado.
Antonio Muñoz Molina, en un precioso artículo que le dedica en el diario El País, dice que "es preciso dejar de lado en lo posible la leyenda póstuma para mirar esas fotografías: sin ver en ellas un anticipo de la muerte tan próxima". Imagino que tal esfuerzo de abstracción es imprescindible si se pretende realizar una labor crítica, esfuerzo exigible a los profesionales, sin duda alguna, pero que yo no estoy dispuesta a realizar. Porque la realidad es demasiado contumaz, y el grito que estas imágenes profieren resulta atronador.
Fijaos en estas imágenes, en la de la izquierda, por ejemplo. Al principio no vemos a Francesca, no la distinguimos en la foto. Vemos la esquina de una habitación que parece haber sido abandonada por sus dueños, todavía con los restos de la mudanza, papeles y plásticos desechados y olvidados. Cuando dejamos atrás una casa en la que hemos vivido, y antes de cerrar la puerta a nuestras espaldas, echamos un último vistazo, nos embarga esa sensación de desconsuelo que inspira esta imagen. Y en la esquina está ella, cubierta con un plástico: es un objeto olvidado?, se ha camuflado para permanecer? Una presencia fantasmal, una sombra del pasado. Y la fotografía de la derecha. Mirar estas imágenes me resulta desolador.
"Sus fotos reabren un espacio de misterio y silencio que alude a la médula misma de ese arte al que ella eligió dedicarse", afirma Muñoz Molina. Estos día el Guggenheim de Nueva York le dedica una retrospectiva. Hace algún tiempo fue la galería La Fábrica de Madrid la que mostró parte de su trabajo, al tiempo que editaba un espléndido volumen que recoge su obra. Un trabajo que a nadie puede dejar indiferente.
En el vídeo, más de su trabajo.
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Desde la perspectiva de la edad ¡cuántos últimos vistazos desconsoladores a habitaciones abandonadas! pero luego nos encontramos con otras abiertas y llenas de luz....¡qué lástima de vida truncada la de esta artista! afortunadamente nos ha dejado su obra que inquieta y fascina.
ResponderEliminarGracias por mostrarla. Un abrazo de
una sesentona
Efectivamente, por cada habitación abandonada otra se abre a la luz y se llena de vida. Un abrazo fuerte para ti
ResponderEliminarHola de nuevo Sol Pau. Desde mi silencio me descubro de nuevo y con la palabra por bandera te saludo. Agradezco de corazón que continúes con tu bitácora y espero por el bien de todos los amantes de lo transcendente – “y de lo que no, claro”- que siempre sea así.
ResponderEliminarHe tenido que detenerme en esta entrada sobre Francesca Woodman porque me ha fascinado la obra y no es que me guste su obra precisamente, pues este tipo de trabajos, oscuros, llenos de soledad y en ocasiones algo aterradores no es una de mis preferencias a la hora de disfrutar del arte, pero la verdad que me ha fascinado la historia que lo envuelve.
El trabajo de esta chica es un desnudo integral de cuerpo y alma. Todo lo que veo en estas fotografías esta lleno de dolor. No quisiera parecer un visionario del alma, pero el arte descubre el interior de los artistas y en este caso en concreto, parece todavía más evidente.
Quiero terminar señalando que el suicidio nunca me ha parecido un acto de cobardía, si no, todo lo contrario, lo considero un acto de extrema sensibilidad y creo que esta chica era sentimiento en estado puro. No se puede tener la piel del corazón tan fina y más aún en los tiempos que corren.
Un hasta pronto...
Juan.